29. Risa Dulce.

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—¿Vante? —llamó Louis desde la puerta de la pequeña cabaña.

La verdad sí estaba cansado y su espalda rogaba por un colchón donde tenderse, pero no lo haría sin su Vante. El dragón se tardaba charlando en voz baja con Jack a unos metros de la entrada, haciendo al orejón rodar los ojos. «Ay, no "giti giti giti" ¡Maldito gato! Fastidia si está o no está», resopló caminando hasta ellos.

—Sospecho que ni él sabe qué le pasa —agregó refiriéndose a Dandelión—, pero insistir preguntando será peor.

—Blanco Nube no es así de gruñón —aseguró el príncipe en defensa de su amigo como si lo conociera de toda la vida—, le gusta contar historias y que le acaricien el lomo mientras toma el sol. Al menos en el castillo se sentía muy a gusto así.

—No entiendo por qué, pero tú le agradas más que nosotros, Jack —comentó la liebre astuta. Disimular no se le daba bien; estaba espantando al elfo con una sonrisa tiesa— ¿Por qué no lo acompañas? Viste que no quiere hablar de asuntos personales, así que mejor pregúntale a dónde vamos o sobre su magia, eso le gustará.

—¡Hah! Está bien, ya me voy —el elfo entendió perfectamente la indirecta del vampiro que sólo quería quedarse a solas con Vante. Dio la vuelta mirándolos de reojo, no del todo convencido—. Descuiden, yo... Intentaré no enfadarlo aún más.

No fue difícil seguir al hechicero que dejaba una línea de luz en el suelo tras de sí, aparentemente acordonando el perímetro para evitar que los atacaran en su descanso. Pasaban de las seis de la tarde y el cielo se pintaba de naranja con nubes rosa, decolorando a gris y negro hacia el norte, donde seguramente se desataría una tormenta. Jack caminó sin sobrepasar la línea por seguridad aunque, estaba seguro, los espíritus no atacarían a alguien con un aura como la suya... ¿Dandelión podía decir lo mismo? ¿O sólo se fiaba de su habilidad como hechicero para andar por ahí solo? El elfo caminó por diez minutos dando la vuelta a la pequeña arboleda que se asomaba fuera de un bosque mayor, viendo la espalda del hechicero que, a paso lento y cabizbajo, trazaba la línea de luz señalando el piso.

Tras meditar sus palabras, en vista de que su anterior y directo intento por sacar una confesión de Agust falló, decidió acercarse. «Al menos sé que Louis está bien mientras lo acompañe el dragón», suspiró alzando la vista hacia el denso y oscuro bosque a cien metros de ellos.

—¡Gatito! —llamó evitando tomar por sorpresa al hechicero.

Agust volteó hacia él lentamente, lo miró de reojo, no obstante y como Louis ya había advertido, su predisposición hacia el elfo era tolerante y hasta amistosa ¿Sin razón? No. Quizá hubiese sido más sencillo de entender para ellos si Jack hubiera admitido que la mitad divina en su alma correspondía a un vínculo con el dios Sol y, por tanto, su presencia era similar a la del astro rey sin importar cuánto los milenios habían desgastado y oscurecido su existencia.

—¿No estás cansado? —dudó el hechicero retomando el paso, insinuando que debía dejarlo solo.

—Sí —aún captada la indirecta, Jack no se apartó—, pero descansaré cuando tú lo hagas. Sé que también estás cansado.

—Crees saber mucho de mí ¿Eh? —dudó hilarante— Dime ¿Te conozco de antemano?

—No —confirmó al alcanzarlo y seguirle el paso—. Pero estás cansado, es obvio al verte.

—¡¿Tú crees?! —rió alzando su sombrero con ambas manos, enseñando su deplorable cara roja y brillante de sudor, por el sol y el esfuerzo— Estoy muriendo —bromeó en un jadeo—. Pero soy muy necio y... quise avanzar todo lo posible este día. Quizá mañana no pueda levantarme.

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