35. Responsabilidad.

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El caos vivido en el Reino Otoño socavó la tranquilidad de los viajeros con un golpe de realidad. El incendio dejó brazos y piernas temblorosas, corazones exaltados, rostros abatidos y hollín por todas partes.

A Vante se le pasó un poco la mano, o más bien el hocico, con la energía que infundió en las nubes, provocando una tormenta que tras apagar el incendio permaneció horas brillando tenue y azul en las alturas. La nube mágica apagó completamente el fuego y brillaba lo suficiente para iluminar la ciudad, siendo de gran ayuda para sus habitantes, no obstante, no consiguió sacar una pizca de calma ni agradecimiento de aquellos a los que había salvado. Por sobre los lamentos de las personas que regresaban a sus hogares hallándolos destruidos, se oían quejas enardecidas contra los dragones color índigo; Las "bestias inútiles" que jamás hallaron "una simple" mariposa, a quienes culpaban por el escape del Loco Descolorido y, por tanto, por incendio y todo mal que cruzara sus mentes.

Culpar a otros para desahogar su frustración y expiar la propia responsabilidad es un mal de la sociedad, uno que por primera vez caía sobre el joven dragón que atravesó la ciudad a caballo con sus amigos, marchándose del reino cuanto antes. Nadie notó que él era el dragón índigo que acababa de salvarlos, ni siquiera se molestaron en señalar al hechicero que agotó su energía poniendo a salvo a la mayoría y, de alguna triste manera, fue mejor así; las quejas contra el dragón no cayeron directamente sobre él, tampoco la histeria y rabia en el ambiente, la que a Jack estaba picando en los oídos.

Se marchaban porque el ejército de Bella Nocte llegaría tras el dragón índigo que acababa de evidenciar su presencia en la zona, y no habría diversión ni tranquilidad en Otoño por un buen tiempo. Según el plan, apartarse y continuar su viaje era lo indicado. Disfrutar, relajarse; eran la prioridad... Vivir sus vidas, deshacerse del peso que otros ponían sobre ellos injustamente... Era la prioridad.

Pero ¿Por cuánto? Tras lo ocurrido ¿Era posible?

Louis llevaba las orejas bajas en el camino, sintiendo el aura de los tres jinetes delante de él más fría y gris que el cielo de madrugada, y la ceniza cayendo suave de entre las nubes cuando la lluvia cesó. Atravesaron el bosque de arces rojos que rodeaba la capital de otoño sin decir una palabra, todos tras la espalda encogida bajo su capucha negra.

Dandelión odiaba a la mayoría de los elfos sin recordar el por qué, mas usaban su vestimenta para pasar inadvertidos entre sus reinos; pantalones de tela y botas de piel, camisas holgadas de seda translúcida cubrían con sus bordados florales la camiseta de abrigo, todo bajo gruesas capas de lana gris con rebordes de plata, sujetas por finos broches al frente. Sólo Vante cubría su cabellera azul con la capucha en ese momento, avergonzado por primera vez.

Fueron al este entre niebla espesa, en busca del amanecer...

—Lo he pasado tan bien —comentó Vante en voz baja, acariciando a su caballo. Agust, quien cabalgaba un poco por delante de él, volteó a verlo, ambos compartiendo el mismo desánimo—. Me has enseñado muchas cosas y lugares maravillosos de los que el Señor Conejo me habló... Él pintó el mundo tan bonito en mi imaginación, pero omitió cuán fea podía ser también realidad. Entiendo por qué lo hizo —aclaró tomando una pausa, inhalando con la mirada perdida al frente— Vi la verdad, me convertí en un gran dragón y he sido libre... Pero, me pregunto si mi papá alguna vez ha disfrutado como yo... ¿Quién estaba realmente prisionero? Yo en el castillo, o él haciendo más de lo que podía... He sido un mal hijo... —atajó una lágrima en su garganta—, exigiendo demasiado sin pensar en cuánto se le exigía a él, y de qué buscaba realmente protegerme.

El silencio se extendió. La realidad era ineludible en aquel momento, tras oír personalmente los insultos dirigidos hacia el dragón índigo y Descolorido. Restar importancia al asunto con un "no te preocupes" sólo acrecentaría la culpa de los presentes, algo que, por fortuna, Louis entendía.

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