𝙐𝙣 𝙪𝙡𝙩𝙞𝙢𝙤 𝙧𝙚𝙘𝙪𝙚𝙧𝙙𝙤 ; 𝘗𝘰𝘴𝘦𝘪𝘥𝘰𝘯

𝐀

(En esta parte hay mención de parto masculino. Se recomienda discreción)

En una semana se cumplirán seis meses.

Durante aquel tiempo las cosas se han calmado. Las discusiones entre el primordial de la oscuridad y el dios de los mares cesaron después de que Érebo fuese reprendido severamente.

El bienestar del tirano se convirtió en una prioridad; solo faltaban tres meses para que el bebé nazca, aunque existe la posibilidad de que se adelante. A pesar de ser un dios fuerte, Poseidón nunca ha vivido un parto.

Sus emociones empezaban a estabilizarse, al igual que los antojos. Con cada día que pasa, se hace presente un cálido sentimiento derritiendo su corazón. Aquella criatura que crece en su vientre lo ablandó. Su frágil existencia pasó de ser una carga, a convertirse en una compañía agradable. Un motivo por el cual no debe desistir a vivir.

Y, por primera vez, se emocionó de tener a su hijo en brazos.

Sus pensamientos se embriagan por los sueños, donde su nonato, tan perfecto y adorable, duerme plácidamente contra su pecho.

No obstante, existen espinas que se entierran ante su solo recuerdo.

El trato que hizo antes de llegar a la isla. Lo que sucedería una vez nazca su hijo.

Los primordiales se lo llevarían, mientras que él volvería a la vida de antes. A la faceta del cruel tirano Poseidón. Quiere hacerse la ilusión de que nada pasaría; que podrá estar con su bebé en cada faceta de su vida sin temer a lo que el destino tiene planeado.

No es el padre perfecto, y ese defecto es su principal bajón. Ama a su hijo sobre todas las cosas que ha llegado a amar, y es ese amor algo que solo su él conocerá. Pero el temor de cometer los mismos errores perturba su sueño, provocándole noches de insomnio y largas meditaciones bajo la luz de las estrellas.

No sabe cuándo, ni por qué.

Aquel nonato dejó de ser su desahogo en las noches en que sus emociones le ganaban, haciendo que culpase a su hijo por todo lo que su... padre hizo. Él no es consciente de lo que pasó, de su origen y calvario que su madre está pasando.

De todas las veces que Poseidón deseó acabar con todo.

De las lágrimas y arranques de ira que eran expulsados al sentir su mente hecha un remolino.

Y de cómo, con el pasar de los meses, empezó a sentirse confundido de sus propias emociones.

Su cerebro está dividido, entre el amor y odio que siente a su hijo.

La existencia de este lo hace sentir miserable, pero, a la vez, se ve combatiendo con el fuerte sentimiento de proteger al bebé. A pesar de siempre hablarle, sabe perfectamente que no lo puede escuchar.