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"En el día de mi muerte, busca en los confines del mundo el último recuerdo de mi alma."
Poseidón ha muerto hoy, y su último deseo está plasmado en el mapa del fin del mundo. Oculto de todos y protegido del mundo, el secreto de...
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Como antes había dicho, Zeus, en compañía de Hermes, fueron al coliseo del Valhalla para ver los avances. Al llegar al lugar se encontraron con Shiva, que, de brazos cruzados, observa a los obreros trabajar.
—Parece que no te dejaron ayudar. —sonrió el dios padre del cosmos. El hindú no lo regresa a ver, aunque sí soltó un bufido por el comentario.
—Son demasiado lentos. —siseó—. Suponen terminar en tres días.
—Estás ansioso por pelear.
El más joven se da media vuelta, encarando a Zeus.
—La humanidad cree poder derrotarnos al haber ganado. —expresó Shiva—. Están demasiado confiados de ganar nuevamente.
—Estos humanos han mostrado grandes habilidades... —musitó el anciano. Su rostro, antes calmado, se frunce mientras un ligero brillo dorado asoma por sus orbitas ennegrecidas—. Cuando te empiece pelear, no te contengas.
—Jump. —asintió—... ¡Deja de mirarme así, anciano!
Gruñe amenazante, sintiéndose incomodo ante la penetrante mirada del griego. Una sonrisa aparece en el rostro envejecido, quien se da media vuelta.
—¡Oye! —se detuvo al oír la voz del hindú—. Váruna quiere investigar los palacios antiguos, pero no pueden acceder a ellos por estar protegidos con por divino.
—Ah, cierto. —soltó—. Diles que busquen a Ponto; él es uno de los pocos que permite el acceso a esos lugares.
No esperó una respuesta del contrario, apresurándose a salir del coliseo rumbo a su palacio en Asgard.
Por el camino se encontró con Apolo, su hijo, que yacía sentado en un tronco con la mirada perdida, notándose aburrido. Sus ojos se posaron en Zeus y Hermes, aunque no hizo más que dar un ademán de saludo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó el dios mensajero a las espaldas del mayor, mirando fijamente al rubio sentado.
—Desperdiciando mi tiempo.
Se alza de hombros.
El pelinegro entrecierra los ojos, torciendo levemente los labios para decir:
—¿Dónde está tu carruaje?
—Se lo di a Hades. —contestó, viendo como su padre arquea una ceja.
—¿Hace cuándo se fue? —pregunta el anciano.
—Una hora, creo. —dio a saber, levantándose del tronco de manera perezosa—. Y bien, ¿cómo va la restauración de la arena?
—En pocos días estará listo para retomar el Ragnarok.
—Oh... ¿y qué pasará con Hércules? —interrogó—. Él era el tercer luchador; además, ahora tenemos un puesto disponible.
—Shiva peleará la tercera ronda. —contestó la última pregunta—. Sobre el puesto vacante... ya encontraremos a alguien.
