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"En el día de mi muerte, busca en los confines del mundo el último recuerdo de mi alma."
Poseidón ha muerto hoy, y su último deseo está plasmado en el mapa del fin del mundo. Oculto de todos y protegido del mundo, el secreto de...
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Los ojos son el reflejo del alma.
Capaces de revelarle al mundo lo que el cuerpo y las palabras intentan ocultar. Sus ojos son su enemigo, la parte traidora de su ser.
Detesta que sean la puerta abierta a sus sentimientos, por lo que evita mirar a otros. No quiere que nadie sepa lo que pasa en su interior; las emociones que no es capaz de mostrar, el amor y cariño hacia los seres más cercanos de su vida.
Su sufrimiento, y el dolor que sólo lo avergüenza.
Durante su vida ha callado, privando a otros de saber los calvarios que pasó en las etapas más importantes de su vida. En su niñez y el rechazo que sufrió de los demás, su adolescencia y las miradas sugerentes, junto al maltrato de su padre al ser la viva imagen de su difunta madre. La titanomaquia y el miedo que sintió durante esos momentos, donde estaba obligado a esconderse de su madre en compañía de sus hermanos; cuando se quedó solo, sin sus hermanos mayores y teniendo a un pequeño Zeus bajo su cuidado.
Cuando su padre lo encontró, y como castigo lo encerró en la celda más profunda del tártaro, lejos de Hades y Adamas.
La soledad siempre fue su fiel compañera, estando ahí para él.
Estuvo en todo momento a su lado hasta que fue liberado por Zeus, quien dio fin a su encierro. Los cuatro tuvieron un "regalo" de su hermano.
Hades el trono del inframundo.
Adamas su puesto en los olímpicos y en el poder bajo las guerras y conquistas.
Y él... los mares.
Fue en ese momento en que su vida se tornó pesada, sin tiempo.
Su reclamo tardó en ser aceptado por los veteranos, y la furia y disgusto de otros dioses oceánicos arremetió contra su reinado. Les era inaceptable que un mocoso reinase los océanos; lo vieron como una basura, un estorbo.
Vivió en carne propia la traición, no solo de los dioses oceánicos, sino también de su pueblo y su esposa. Aunque Anfitrite no tenía la culpa, ella sólo obedecía a su madre y abuelos. Ellos eran el problema. Él y ella se vieron obligados a casarse, bajo el trato de mantener un tratado de paz entre los primordiales y el nuevo rey de los mares. Pero todo se fue a la mierda.
Estuvo cerca de la muerte, cuando fue emboscado en su palacio y herido de gravedad. Sus hermanos no estaban ahí para él, y duda mucha que les haya importado si moría a manos de los dioses traidores. Se vio forzado a huir, esconderse con sus sirvientes de confianza y entrenar con el fin de hacer frente a los que amenazaban su reino.
Reino que le fue regalado, sin siquiera preguntarle si le interesaba ser rey.
Gobernar era insufrible.
Pero logró sobrevivir y vencer. Demostró su fuerza y el por qué debían temerle. Tomó el título de tirano, para que así nadie intente ir en su contra. Alzó a la Atlántida hasta convertirla en un próspero y gran imperio, callándole la boca a los viejos ignorantes que no creían en él.