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La luz del sol comenzó a filtrarse entre las cortinas entreabiertas y cayó en su rostro, lastimando sus ojos y haciendo que frunciera el ceño. Se encogió bajo las sábanas al tiempo que un gruñido quejumbroso escapaba de su garganta.

Le palpitaba la cabeza con fuerza, amenazando con reventar, sentía el estómago como lleno de plomo y tenía la garganta seca y áspera. 

La resaca lo tenía en tal agonía que pensó que no podía sentirse peor, y para contradecirlo, su mente masoquista, lo hizo revivir destellos de la noche anterior. 

Música estridente y chillidos emocionados retumbaron en sus oídos, su lengua volvió a saborear el alcohol y la piel húmeda, salada, sus fosas nasales sintieron el olor del sudor y de su propio semen, sintió el pequeño cuerpo de Nancy retorciéndose bajo él, y volvió a escuchar el sonido de su voz excitada gimiendo el nombre de Jonathan.

De improviso, lo embargó el peso de la vergüenza y el arrepentimiento. Se sentía como una auténtica mierda. Había cometido un gran error, tal vez el peor de todos. 

La noche anterior, había estado demasiado borracho para pensar racionalmente y le había parecido buena idea. Sería divertido y no habría consecuencias. 

Pero ahora se daba cuenta de la gravedad de sus actos. Había hecho algo malo y había fracasado como amigo y como persona. Se sintió indigno del cariño y la confianza que sus amigos habían depositado en él. 

Se sentía sucio y que había vuelto a ser su peor versión y que se había aprovechado de su amiga cuando estaba más vulnerable y dolida por la partida de su novio.
No podía sino caer en la desesperación por la imposibilidad de retroceder en el tiempo y componer los destrozos. 

—Nooooooooooo —gruñó en voz queda, aun con los párpados cerrados. Los abrió con lentitud cuando escuchó un carraspeo suave muy cerca. 

Vio que Nancy ya se había vestido. Estaba sentada en la orilla de la cama con la cabeza inclinada. Sus ojos estaban húmedos y enrojecidos.

—Steve... —empezó ella, con voz suave y rota.

El muchacho se incorporó con lentitud y tragó saliva. Él ya sabía las palabras que estaba por escuchar, y no podría estar más de acuerdo, pero no pudo evitar sentir una desolación profunda.

—¿Sí...? —preguntó en un susurro débil. 

—Yo sí te quiero —murmuró con un hilo de voz, vacilante por la culpa—. Pero... Lo de anoche... fue un error... 

Como en ese momento Steve no confiaba en tener la voz o la coherencia para expresar lo que sentía, sólo asintió con la cabeza.

No tardó mucho en abandonar las sábanas para buscar su ropa y vestirse. 

Ya se dirigía a la puerta del dormitorio cuando se volvió un momento hacia Nancy y su expresión le indicó que sufría y luchaba por reprimir los sollozos. 

Regresó sobre sus pasos, se sentó junto a ella y como todavía no sabía cuáles eran las palabras adecuadas para consolarla, la arropó estrechamente bajo su abrazo, deseando con ello demostrar que confiaba en que todo iba a estar bien.

Cuando la chica le sonrió y le indicó que ya se podía ir, se levantó e intentó escabullirse con discreción, pero al avanzar por el pasillo se encontró frente a frente con el somnoliento Mike Wheeler, que cuando tomó conciencia de su presencia, su rostro sufrió una metamorfosis sorprendente, pasando del sopor a la confusión, y de la confusión a la rabia.

—¡Qué hay...! —lo saludó rápidamente simulando que no estaba pasando nada fuera de lo habitual, fingió que no se daba cuenta de sus puños apretados y salió huyendo hacia las escaleras antes de que el chico empezara a gritarle.

—¿Qué diablos...? —escuchó el chillido irritado a su espalda.
Sintió una oleada de alivio cuando llegó al final de la escalera y sólo unos pasos lo separaban de la puerta principal.

Pero, para su sorpresa, en el instante en que alargaba la mano hacia el picaporte, éste giró antes de que llegara a tocarlo.

Un escalofrío de terror lo paralizó cuando la puerta se abrió de par en par.
No tuvo la menor oportunidad de esconderse mientras el matrimonio Wheeler, que volvía de un corto viaje, pasaba bajo el dintel.

—¡Bueeenos díaaaas! —los saludó con una enorme y forzada mueca de alegría y, mientras a Karen el rostro se le iluminaba con una brillante sonrisa, las facciones de Ted se endurecían sombríamente. El pánico comenzó a apoderarse de él ante la paranoica idea de que los cónyuges sabían a ciencia cierta porqué estaba en su propiedad tan temprano en la mañana y qué había hecho la noche anterior—. ¡Bienvenidosacasahastaluego! —se despidió atropelladamente y se precipitó al exterior sin esperar respuesta alguna.

***


Volví :')

¿Ya pasó de moda la ship Steve/Billy?

Amores extraños (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora