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A pesar de que la práctica no había empezado hace mucho tiempo, Billy, bañado en sudor y temblando sin control, se vio obligado a detenerse en seco y doblarse por la mitad, jadeando, haciendo un esfuerzo doloroso por llevar un poco de aire hacia sus pulmones en llamas.

Reconoció los familiares síntomas del desmayo cuando su visión comenzó a girar y a estrecharse en un túnel desenfocado; y los sonidos a su alrededor se volvieron extraños, la voz del entrenador, los chillidos de las zapatillas, y los golpes del balón se sentían cada vez más amortiguados y distorsionados, como si llegaran hasta él desde un lugar distante.

—Mierda... —musitó entre dientes y se abrió paso hacia el borde de la cancha y se desplomó con torpeza junto a un muro, recargando la espalda contra la superficie fría, mientras su pecho subía y bajaba con desesperación.

—No pierdan la concentración, niñas —espetó la voz autoritaria del entrenador desde un lado— Tú, ayuda a tu compañero. Acompáñalo a la enfermería.

Billy negó con la cabeza.

—No... —balbució con obstinación—. Ya se me pasó —mintió con descaro, sin embargo, cuando intentó levantarse, supo que sus piernas no iban a sostenerlo. Mientras el entrenador reiteraba su orden, alguien tomó a Billy del brazo e intentó hacer que se levantara. Sus ojos se encontraron un breve instante con los de Lucas Sinclair y luego apartó la mirada—. Que me acompañe Harrington —murmuró, y tardó un momento en comprender porqué los que lo rodeaban lo miraban con expresiones desconcertadas, como si creyeran que estaba delirando.

*

—¿Qué haces aquí? —preguntó Steve con el ceño fruncido, desde detrás del mostrador—. Deberías estar en la escuela.

—Tuve una hora libre —le dijo Max con resolución.

—¿En serio? —le preguntó el muchacho alzando una ceja, incrédulo.

—De acuerdo. No tengo una hora libre —admitió la chica, girando los ojos—. Pero voy a regresar. Sólo vine porque necesitaba pedirte un favor.

Steve se pinchó el puente de la nariz y rogó a los cielos por una dosis extra de paciencia.

—¿Qué favor? —le preguntó luego de suspirar con resignación.

Max respiró profundo antes de contestar. Todavía le sorprendía poder confiar en Steve en ese tipo de situaciones.

—Necesito que vayas a mi casa y te asegures que Billy está bien —había querido hacerlo ella misma y de forma legal, pero ni la escuela ni su mamá le habían dado permiso. Además de que, por lo que le había mencionado Lucas, intuía que su hermano preferiría ver a Steve.

—Pero pensé que ya había vuelto a la escuela —comentó éste, confundido, mientras una sensación de opresión crecía en su pecho.

—Sí, ya volvió —confirmó Max—. Pero llamaron a mi mamá y lo regresaron a la casa.

—¿Por qué? —inquirió Steve preocupado, ya estaba mirando alrededor para tomar sus pertenencias—. ¿Qué pasó?

—No sé —respondió ella, con un leve encogimiento de hombros—. Se sentía mal. Pero mamá tiene que regresar al trabajo y se va a quedar solo.

—Está bien, voy a ir —declaró Steve, fingiendo un aire disconforme—. Ahora regresa a clases —le ordenó rápidamente antes de desaparecer para buscar a Keith.

*

Estaba hecho un ovillo sobre la cama. Todavía sentía piquetes dolorosos en los pulmones al inhalar y exhalar.

Amores extraños (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora