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Steve se encontraba postrado en su cuarto, tapado hasta la cabeza. Estaba siendo consumido por una profunda depresión, cuando recibió una visita que no esperaba y que vino a encender un chispazo momentáneo en la oscuridad que lo rodeaba.

El flujo de sus melancólicas cavilaciones fue interrumpido cuando escuchó unos golpes en la puerta. Al principio pensó que sería su madre avisándole que la cena ya iba a estar lista; pero, al alzar la cabeza vio que en el dintel, la mujer no estaba sola, sino que la acompañaba Robin Buckley.

—Tienes visita, cariño —dijo su mamá, con suavidad, y aunque Steve pudo notar que estaba intentando ser sensible por su dolor, era evidente que la mujer no era capaz de ocultar su satisfacción de que una chica se mostrara interesada en él.

Steve asintió levemente y su madre se retiró de la habitación. Robin avanzó con pasos cautelosos hasta la cama. Luego, se recostó en el borde, acomodó su cabeza sobre su brazo flexionado y miró el techo con sumo interés mientras un suspiro escapaba de sus labios.

—Tu mamá no parecía muy afectada cuando le di el pésame —dijo rompiendo el silencio de la recámara.

Steve tragó saliva con nerviosismo.

—Ella... —titubeó—, es una mujer fuerte...

Robin apretó los labios.

—¿Tú... no le mentiste a Keith para que te diera el día libre, cierto? —preguntó con suspicacia.

—No... —replicó Steve, intentando racionalizar que no había sido una mentira, sino sólo una pequeña imprecisión sin importancia. Porque no podía decirle a su jefe que no tenía humor de ir al trabajo porque su casi-novio-o-algo-así había terminado con él.

—¿Cuándo murió tu abuela? —interrogó Robin, percibiendo la vacilación en la voz de Steve.

—Bueno... Hace... —pasó saliva sintiendo una puñalada de culpa por haber usado a su abuelita como excusa—. Hace seis años... —confesó el chico.

—Lo siento —dijo Robin y su tono era sincero.

Se quedaron en silencio por un momento. Hasta que Steve se acercó los escasos centímetros que los separaban, hasta rozar con la frente el hombro de Robin.

—Te preocupaste por mí —murmuró y su sonrisa fue audible en su voz—. Todavía me quieres...

Robin resopló, esforzándose por contener la tentación de rodar los ojos.

—¿Qué pasó en realidad? —le preguntó.

Steve se humedeció los labios, indeciso. Sabía que Robin era la única persona en Hawkins que podía entender por lo que había pasado. Pero, no estaba seguro si podía contárselo.

—Pues... —empezó a decir con lentitud—. Yo... Estoy enamorado de alguien... —consiguió articular, y tuvo que detenerse y carraspear, porque su voz se quebró ligeramente—. Pero... Salió mal... —respiró profundo y sintió como su ritmo cardíaco se elevaba—. Lo arruiné.

A su lado, percibió como el cuerpo de Robin se tensaba ligeramente. Una atmósfera pesada y opresiva se estableció entre los dos, y el muchacho empezó a arrepentirse de lo que había dicho, temiendo la reacción de su amiga.

—Lo siento —musitó Robin y esta vez, su voz sonó forzada.

Steve se apoyó sobre su codo para poder alzarse y mirarla a la cara con expresión de gravedad.

—Robin... —murmuró en voz baja—. ¿Es eso por lo que estabas enojada conmigo? —la chica le devolvió la mirada e hizo un gesto de confusión, como indicando que no lo había entendido del todo—. Me refiero —Steve balbució e hizo una pausa porque no sabía cuales eran las palabras adecuadas para traer el tema—. ¿Tú estabas celosa? —preguntó finalmente—. ¿Estás enamorada de mí?

Robin parpadeó rápidamente y su semblante se coloreó de un rojo intenso. Y entonces, sin previo aviso, rompió en carcajadas histéricas que la sacudieron sin control y la hicieron enroscarse sobre sí misma abrazando su estómago.

—¿Creíste...? —hipó y chilló palabras incomprensibles sin dejar de reír.

Steve la miró cejijunto y resopló. Intentando no sentirse demasiado ofendido, esperó pacientemente a que Robin recuperara la compostura.

Después de unos minutos interminables, Robin finalmente logró controlar su risa y se limpió las lágrimas que le mojaban las mejillas.

—Lo tomaré como un no —murmuró Steve.

—Rotundo —aclaró Robin, sonriendo—. ¿Por qué pensarías algo así?

Steve se encogió de hombros.

—Nancy me dijo... —explicó.

—¿Nancy cree que estoy enamorada de ti? —inquirió Robin con incredulidad y movió la cabeza lado a lado—. Qué locura...

—Sí, ya quedó claro que es una locura —espetó Steve entre dientes y cruzó los brazos con cierta dosis de amargura—. Pero, entonces... Si no era eso, ¿Por qué estabas enojada conmigo?

—Pues, porque robaste mi libro —dijo Robin como si fuera lo más obvio del mundo, señalando el ejemplar que Steve tenía en la mesilla de noche. Sin embargo, era evidente que el muchacho no le había creído en lo más mínimo.

—Todavía no lo termino —murmuró Steve.

—Pues cuando lo termines... —dijo Robin, y se quedaron en silencio por otro rato. Luego, ella se frotó los ojos con cansancio, renuente a volver al tema—. Sí te voy a contar... Pero, ahora siento un poco de vergüenza... —hizo una pausa—. Además, yo vine a consolarte porque Nancy terminó contigo.

Steve puso los ojos en blanco y se hundió más en su almohada.

—Lo de Nancy terminó bien, de hecho. Cometimos un error; pero, estamos intentando ser amigos, ¿Por qué todos insisten...? —la voz se le apagó y sintió una opresión en el corazón mientras volvía a sentir la mirada resentida de Billy sobre él—. No es Nancy por quien estoy aquí muriéndome de dolor, ¿okay?

—Okay, lo siento —concedió Robin, evitando comentar sobre lo dramático que había sonado la última parte—. ¿Quieres contarme?

—No sé... —susurró y tras una pausa sonrió con ironía—. No quiero que te pongas celosa.

—Jesús... Puedes salir con quien quieras —suspiró con exasperación—. A mí no me importa.

Steve volvió a apoyarse sobre su codo y la observó fijamente, escudriñando en sus ojos como si buscara en ellos la respuesta de un acertijo complicado.

—No te importa —repitió con cautela—. Siempre y cuando... —murmuró y vio como Robin fruncía los párpados y sus labios temblaban—... siempre y cuando no sea con Nan...

—¡Mierdamiralahora! —chilló Robin y se levantó de un salto—. ¡Hablamosotrodíasí! —gritó dando tumbos apresurados hacía la puerta, pero Steve logró detenerla antes de que consiguiera huir y la retuvo entre sus brazos.

—¡Estás enamorada de Nancy! —exclamó Steve, emocionado.

—¡No! —gruñó Robin, mintiendo con descaro.

Más tarde, la señora Harrington volvió a la habitación con galletas recién horneadas. Al entrar, encontró a los jóvenes viendo una película que Robin había llevado del Family Video. La chica le dijo que las galletas estaban deliciosas. La mujer le sonrió y no le dijo que había comprado la mezcla ya preparada.

Una sonrisa de satisfacción adornó los labios de la señora Harrington cuando notó que Steve rodeaba a Robin con el brazo. Experimentando una oleada de alivio, los volvió a dejar a solas.

***







Perdón por la tardanza. Es que estaba viendo memes 😓

Amores extraños (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora