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Max había imaginado que Steve todavía albergaba resentimientos hacia su hermano por lo que había hecho, y se había preparado mentalmente para suplicar, al menos un poco, para convencerlo de hacerle el favor de llevarla y traerla del hospital; así que fue una verdadera sorpresa para ella cuando el muchacho accedió a ayudarla sin titubear. 

No obstante, su asombro se vio considerablemente amplificado cuando sus propios padres asimismo manifestaron  su acuerdo. 

Al principio se mostraron cautelosos. Pero, cuando Susan les preguntó, las madres de los amigos de Max hablaron maravillas sobre Steve Harrington, de lo mucho que lo adoraban los niños, y elogiaron su amabilidad y su buena disposición en general. 

Sin embargo, la información fundamental que terminó de convencerlos, aunque jamás lo admitirían, era que la de Steve era quizás la familia más adinerada de todo el pueblo. 

Así que, aunque en otro contexto hubieran visto con escrúpulos que un chico mayor se comportara tan atento con su hija, dadas las circunstancias, se permitieron bajar la guardia y hacerse ilusiones y vieron con buenos ojos que Max hubiera capturado el interés del joven. 

Por lo tanto, los días en que Steve llevaba a Max al hospital, o incluso las ocasiones en que la recogía de la escuela, se hizo habitual retenerlo por unos minutos para charlar. Minutos que se extendían y se convertían en invitaciones a quedarse a cenar y a seguir conversando. 

Poco a poco, la confianza que habían depositado en él, creció hasta que lo llegaron a considerar un amigo de la familia. 

En consecuencia, cuando por fin llegó el día en que Billy fue dado de alta, fue lo más natural del mundo que Max y Harrington acudieran juntos a recogerlo. Ésta era una muestra más de la estrecha relación que se había desarrollado. 

Pero, Billy no tenía idea de ello. Para él no era nada natural y no entendía que mierda estaba sucediendo. 

—¿Y tú qué demonios estás haciendo aquí? —le preguntó a Steve con una mueca desdeñosa cuando éste le ofreció la mano en el momento en que se disponía a descender de la camilla para pasar a la silla de ruedas que había llevado el camillero. 

—¿Qué...? —titubeó el otro chico con una sonrisa nerviosa. La mano que tenía extendida tembló levemente—. Tus padres no iban a dejar que Max viniera sola... y... 

Billy emitió un bufido de incredulidad. 

Miró la mano que se le tendía por un instante, indeciso. Razonó que era una oportunidad única en la vida. El Universo no iba ser tan generoso en el futuro. No iba ofrecerle la opción de tomar la mano de Harrington en ningún otro contexto. Sólo podía hacerlo ahí y en ese momento. Obligado por los protocolos del hospital. 

Estrechando la mano de Steve, bajó al banquito que estaba frente a la camilla, luego al suelo, y tomó asiento en la silla de ruedas. 

Se soltaron las manos, y con el pulso acelerado, Billy miró a Steve de soslayo. Tal vez era su imaginación, pero le dio la impresión de que el chico se había sonrojado y que miraba su propia mano como extasiado. 


Mientras Max lo empujaba por el pasillo, con Steve a su lado, lo abrumó de repente una mezcla de vulnerabilidad, seguridad y gratitud que no había experimentado hacía demasiado tiempo. 

Amores extraños (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora