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De pie en el umbral de la puerta, Susan Hargrove lo observaba con detenimiento. Había tensión en su postura y tenía una expresión de preocupación dibujada en el rostro.

—Steve... ¿Ustedes... están peleados o...? —titubeó la mujer, con un tono de voz suave, pero cargado de inquietud.

—No, claro que no —dijo Steve de forma atropellada y nerviosa.

Susan siguió examinando al muchacho. La sombra en su mirada indicaba que no le había creído por completo.

—¿Vas a estar con Billy esta noche? —le preguntó, pero Steve no sabía de que le estaba hablando y su única respuesta fue un gesto de desconcierto. Susan suspiró con decepción—. Billy va a ir a una fiesta. Confiaba que ibas a estar con él para vigilarlo... Pero, si se pelearon...

—Claro que voy a estar ahí —dijo Steve apresuradamente—. No tiene por qué preocuparse. Lo voy a vigilar y me aseguraré de que todo esté bien.

La sonrisa de alivio en los labios de la mujer lo detuvo de preguntarle si sabía a dónde se suponía que Billy iba a salir y se apresuró a su automóvil.

Condujo a su casa sumido en reflexiones, dándole vueltas a lo que tenía que hacer a continuación. Sabía a la perfección quien era la persona que siempre estaba al tanto respecto a las fiestas y salidas del mundillo preparatoriano. Era consciente también que, al igual que muchos de su círculo social en los últimos tiempos, esta persona no le tenía mucha estima, y estaba seguro de que al acudir a ella en busca de ayuda, iba a terminar haciendo el ridículo e iba a quedar como un completo idiota.

Sin embargo, no sabía que otra opción le quedaba si quería tener una oportunidad de ver a Billy.

Después de cambiarse de ropa, perfumarse y arreglar su cabello con esmero, recorrió con una determinación impostada las dos calles que lo separaba de la casa de Carol, mientras rogaba a los ángeles y a los santos que la chica recordara los viejos y buenos tiempos en que habían sido mejores amigos los tres, junto con Tommy, que rememorara lo bien que lo habían pasado, lo mucho que solían divertirse juntos, y que se apiadara de él.

Carol no tardó en atender la puerta. Lo miró sin decir palabra por un momento, sorprendida, pero no parecía especialmente molesta, algo que no sería descabellado, dado que Steve debía ser la última persona que apostaría ver en su dintel en ese momento.

—Hola —la saludó, sonriendo con timidez.

—Hola, Steve —respondió ella recomponiendo una expresión neutra.

—¿Quién es? —preguntó la voz ligeramente alcoholizada de Tommy Hagan, que se aproximaba desde adentro—. Oh... Steve —dijo cuando estuvo lo suficientemente cerca para reconocerlo. Tanto Carol como Steve se sorprendieron cuando vieron como sus labios formaban una sonrisa y sus ojos se humedecían—. Steve... —volvió a decir con voz quebrada y se abalanzó sobre él para abrazarlo con efusividad—. Estoy tan feliz de que hayas venido...

Steve rio de alivio y le dio unas palmadas sonoras en la espalda. Él también estaba feliz de haber ido y de que Tommy no lo hubiera echado de la casa de su novia. Y de que el resentimiento que los había mantenido alejados se hubiera esfumado, al menos mientras durara la ebriedad de Hagan.

—Claro que iba a venir, idiota —le dijo sonriendo—. Tenía que saludar al flamante universitario.

Carol terminó por relajarse en presencia de Steve, y fue en verdad como en los viejos y buenos tiempos en los que se reunían en esa casa, pasaban el rato sólo ellos tres, haciendo un esfuerzo por no llegar demasiado temprano ni demasiado sobrios a las fiestas.

Pasaron varios minutos poniéndose al día y otros tantos escuchando a Tommy quejarse con amargura de que las películas le habían mentido y la vida universitaria no era tan glamurosa como le habían hecho creer y que gastaba todo el tiempo sumergido en libros y papeles y que cada vez que veía a su padre éste no perdía ocasión de recordarle todo el dinero que estaba invirtiendo en su educación, y además, lo peor de todo, casi nunca tenía la oportunidad de salir de fiesta.

Amores extraños (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora