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Billy había asistido a la escuela ese día decidido a seguir con su vida con normalidad. En el fondo de su memoria persistía el recuerdo de la noche fatídica en que sus ilusiones se habían ido a la mierda y su mundo había amenazado con desmoronarse a su alrededor como un frágil castillo de cartas.

En los días inmediatamente posteriores a la catástrofe, Billy se había visto tentado a regresar a sus antiguos patrones de autodestrucción, pero su organismo le había mostrado su desacuerdo de forma enfática y cruel: la mañana siguiente de la fiesta había tenido la peor resaca de la historia. Se había encontrado al borde del colapso, sudando frío y temblando sin control, cediendo por poco a la tentación de pedirle a Susan que lo llevara a urgencias.

Pero, ya habían pasado varios días desde ese oscuro momento y Billy no había visto otra opción sino seguir adelante.

Había caminado por los ruidosos pasillos de la escuela entre clase y clase de forma automática intentando sumergirse en su rutina cotidiana, pero no tardó en darse cuenta de que algo había cambiado ligeramente.

Robin irradiaba una felicidad palpable.

Aunque solo se habían encontrado en un par de ocasiones y no habían tenido tiempo para entablar una verdadera conversación, las breves oportunidades de interactuar que habían aprovechado, habían bastado para que Billy notara la alegría auténtica que se reflejaba en los ojos brillantes y la amplia sonrisa de la chica.

Reflexivo, Billy no tuvo más remedio que aceptar que el entusiasmo que Robin le había demostrado hasta ese momento, había sido incompleto.

Nada parecía indicar que aquel día fuera diferente a los demás. Sin embargo, Billy adivinó que algo había cambiado en la vida de su amiga.

Fue hasta la hora del almuerzo que Billy se dio cuenta de que el mundo se había dado vuelta de forma drástica, y su única aliada en el universo lo había traicionado.

Desde su puesto en la fila para comprar su almuerzo, echó un vistazo a la mesa que compartía de forma habitual con Robin. Y lo que vio fue suficiente para hacerlo perder el apetito por completo.

Robin ya se encontraba allí y no estaba sola. Sonreía y bromeaba con Nancy Wheeler.

No lograba comprender la situación. Cierto que nunca habían abordado el tema de forma explícita, pero Billy había leído entre líneas y había estado seguro de que Bukcley y él eran iguales, que tenían en común el mismo crush imposible y que compartían el mismo resentimiento hacia Wheeler, con la misma intensidad y por las mismas razones.

Pero, Robin había demostrado ser voluble y la había perdonado.

Abandonó su lugar en la fila y salió de la cafetería, echando pestes y sintiéndose confundido y herido.

Decidió que era hora de continuar con su día; no obstante, la certeza de haber sido abandonado lo persiguió durante el resto de sus clases. Mantenerse impasible ante esta realidad le supuso un gran esfuerzo, aunque estuvo a punto de conseguirlo.

*

Ya era la última hora de clases y la preparatoria empezaba a vaciarse mientras los estudiantes abandonaban sus aulas. Billy se encontraba en la solitaria biblioteca escolar, sumergido en un mar de libros y apuntes, sintiéndose como un pequeño y patético nerd.

En medio de este exilio académico autoimpuesto, Billy interrumpió momentáneamente sus estudios para levantarse de la mesa y pasear entre los corredores repletos, buscando con ahínco un ejemplar clave para su proyecto.

Sin embargo, de forma repentina y casi imperceptible, un movimiento inesperado en uno de los rincones más alejados de la biblioteca captó su atención.

Amores extraños (Steve x Billy - Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora