La posguerra

16 0 0
                                    

La gente suele preguntarse a dónde van los amores perdidos, donde están los sueños descartados o los recuerdos vacíos. En general es difícil saber dónde queda todo lo que algún día fue nuestra esencia y en qué punto decidimos que dicha esencia ya no nos formaba. Porque nadie lleva bien la pérdida, eso sí, lo que creo que aterra tanto a todo el mundo no es la pérdida en sí sino la incertidumbre porque nadie sabe qué pasa a ser aquello que ya no es nuestro sino de nuestro olvido.

Recientemente he descubierto lo que es la pérdida y he aquí la cuestión ¿qué se hace después de años de guerra?¿qué se hace cuando ya se ha perdido todo lo esencial?¿Cómo se construye lo esencial, eso que según Julio Verne es invisible a los ojos humanos, en los años de posguerra sin nada con lo que construir?¿cómo pueden dos naciones simplemente olvidar todo? ¿Puede la paz ayudar a reparar todos los edificios caídos y todos los muertos?

Antes cuando me pasaba tardes enteras leyendo determinados tipos de personajes, viendo series con mil actores diferentes, analizando a todo el mundo en clase o en la esquina del reservado de la discoteca creía que ya lo sabía todo sobre el comportamiento humano. Creía que ante la inminente pérdida sabía como reaccionaría. Y más si yo misma había propiciado esa pérdida sobre todas las cosas.

Pensaba de verdad que no me importaría perdernos. Pensaba que me dolería pero ¿qué es un poquito de dolor? Siempre he sido partidaria de sufrir lo máximo en poco tiempo, de quitar la tirita de golpe. Solo es algo que dolería un tiempo pero ya está, pronto se me olvidaría. Pero no, me encuentro en un limbo.

No puedo hablar por otros pero creo que la pérdida para mí ha sido algo mucho más profundo. Nunca he echado de menos a nadie de verdad, ni cuando murió mi vecino mayor con el que me crié casi como otro familiar más, ni cuando murió mi tía abuela, ni cuando perdí a Sele, ni cuando dejé de ver a mi prima por peleas de herencia entre familia ni cuando Piedad mi mejor amiga faltaba semanas enteras a clase por estar enferma, ni cuando Alonso se fue a la universidad. Con todos ellos podía sentir que algo había cambiado pero no veía mi vida diferente después de todo seguía levantándome a la misma hora, viendo a casi la misma gente, haciendo las mismas cosas desde que despertaba hasta que dormía y la tecnología me había creado una falsa sensación de unión por cutres conversaciones de Whatsapp así que parecía como si esas letras en una pantalla fueran sustituibles a una relación de verdad y nunca hubiera perdido nada o al menos nada lo bastante importante como para que me percatara. Hasta que llegó él para cargarse mi calma de la peor manera.

Diría que tras años de lucha y peleas estúpidas con la persona que más me ha sorprendido, sacado de quicio, besado, amado y traicionado el que por fin se haya acabado toda pelea debería liberarnos pero en cambio parece que esta postguerra está siendo mil veces peor que mil balas pérdidas. 

Cuando te haces mayor comprendes que causar un efecto negativo en las personas es mucho mejor que no causar ninguno en absoluto.

Han pasado algunas semanas desde que tuvo lugar la última pelea conocida entre el flequillitos y la guapa. Y creo que ha sido el tiempo que menos he sentido en mi vida. Los días han pasado uno tras otro sin estar ni feliz ni triste. No digo que haya estado inexpresiva o que mi alma es un pozo sin fondo o algo así súper profundo que supongo debe decirse en estos casos, simplemente es como si no hubiera podido pensar en nada. Lo poco en lo que he puesto mis fuerzas ha sido el instituto, el ciclo y la banda. Estresarme y tener tanto que hacer que no me haya permitido nada más en lo que preocuparme. Los pocos ratos que he tenido libres los he pasado en ese bar de carretera donde solíamos ir.

Ni siquiera pensaba en él cuando iba allí, solo en la rabia que me da haberle dicho mi sitio especial. Ese lugar no lo conocía nadie de la tierra salvo yo, ahí estaba enterrado desde hace años mi conejo y mi hamster. Quizá hubiera alguna tortuga mascota y aquel perro viejo que tuve de pequeña. Joder como te quise Lucas I, yo tuve que haberme comido ese veneno de la trampa de cucarachas no tú pues eso nos habría ahorrado muchos problemas. Era el cementerio de mascotas de la casa, era donde iba a llorar cuando absolutamente todos me fallaban. Da igual lo decepcionada que estuviera siempre podía ir ahí y ahora él lo sabe y puede encontrarme. Por su culpa ese sitio ya no es mío, ese sitio era yo porque era mi refugio. Ahora ha dejado de ser mi sitio así que tengo que aprovechar el suyo. No está del todo mal a veces puedo tararear alguna canción de las que suenan de fondo. Me gusta la de "Ni tú ni nadie" de Alaska. Te hace sentir empoderada pero siento que aún me falta algo.

LA GUERRA ENTRE NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora