Dejar en la estacada

4 0 0
                                    

Habían pasado algunos días desde que me quedé encerrada con el Cabo en el baño. Hicimos como si no hubiera pasado nada y poco a poco empecé a hacer del ejército mi rutina. Iba a clase, más tarde entrenaba con él esta vez desde la profesionalidad y mi cuerpo al final se adaptó como buenamente pudo a todo el ejercicio lo que se traduce en que perdí muchos kilos entre eso y la dieta estricta a la que nos tenían. Eso no significaba que no hubiera una vaga malsana dentro de mí pues en cuanto tenía un mínimo de tiempo libre me atiborraba de chocolate que mis chicos me enviaban, dormía tardes enteras y aprovechaba para ver películas ñoñas con Javi.

Lo único que me pesaba era no tener noticias apenas de ellos. De mis novios. Entendía que lo que les había forzado a hacer por las circunstancias no estuvo bien pero aún así esperaba que en algún momento me perdonaran si después de todo yo no les había obligado a ello, incluso me ofrecí a entregarme con tal de terminar con este silencio. Solo llamaban un par de veces por semana. Yo les echaba muchísimo de menos pero sentía como si ellos en cambio estuvieran teniendo un periodo de calma, entendería que así fuera pues yo no les había dado más que disgustos aunque no fuese mi culpa. Pero igualmente no podía evitar que me doliese el hecho de que yo lo pasaba mal con este silencio mientras que ellos podían disfrutarlo. Y me pesaba más aún el hecho pues ahora no tenía nadie a mi lado cuando me abordaban las pesadillas. Javi era mi amigo pero no podría obligarlo a dormir conmigo, la única vez fui capaz de relajarme por las noches fue aquella vez cuando el Cabo me ayudó a curarme de la gripe. Y siendo sinceros esa no era una opción posible. Aunque ahora gozamos de una ligera armonía, me di cuenta de que conmigo en su día al llegar fue un borde pero en realidad era la única a la que hablaba gracias a su bordería porque ahora que nos llebamos medianamente bien es como con todo el mundo: un callado.

Se nota que es así con todos, es callado y de pocas palabras así que no entiendo como esta persona podía intentar ser el payaso de clase. Creía que cuando alternaba entre el empollón y el fifas era porque fingía pero lo cierto es que el empollón no era etapa sino su verdadera personalidad. No sabía cómo actuar ante su verdadero yo. Nunca se llega a conocer a la gente hasta que pasa más tiempo, mucho más de lo que creía. Y me daba pena porque aunque por lo general fue silencioso eso no significa que se mereciera amigos aquí dentro.

Aunque por supuesto no me planteé ayudarle de verdad sino más bien solo lo pensaba como quien piensa en el calentamiento global diciendo"es una pena" pero sin pensar en hacer nada por arreglarlo, bastante con mi vida. El único motivo por el que dedicaba tiempo siquiera a pensarlo es porque hoy era él quien llegaba tarde a nuestro entrenamiento y eso ya era de por sí extraño pues el tipo siempre ha sido puntual. Por ello volvía a ocupar mi pensamiento en su persona y cuanto la rodea pero rechacé este pensamiento y creí que sería mejor ocupar mi cerebro en mis propias relaciones personales que en las de mi superior.

Pero de eso nada, mis relaciones personales daban asco, hacía dos días que no había recibido un triste mensaje más allá de una foto de Luis en Tailandia. No me malinterpretéis, me alegraba por él pero no era ese el mensaje del que esperaba encontrar una respuesta sino del que envié con mi uniforme militar tan chulo a mis chicos. Ninguno de ellos había mirado el móvil porque solo teníamos costumbre de hablar jueves y martes. Me sentía como si mi compañía fuera solo por rutina.

Me puse a escuchar música mientras esperaba solo por tener la mente ocupada pero mi Spotify me traicionó con la canción de Ghosting de Mother Mother. En serio, tenía que ser una maldita broma. Unas lágrimas traicioneras bajaron por mis mejillas, tenía que ser una maldita broma cruel y de mal gusto ¿ de verdad algoritmo? Llevaba un par de meses sin llorar pues realmente me sentía bien, no estaba contenta con el ejército pero me había acostumbrado y lo había adaptado a mí así que el mero hecho de dejar que los hombres volviesen a afectarme así me hacía sentir muy vulnerable.

LA GUERRA ENTRE NOSOTROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora