Capítulo 14: Ofrenda.

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En medio del frondoso bosque, Xia se encontraba rodeada por la exuberante naturaleza que la envolvía. El suave murmullo del viento entre los árboles y el canto de los pájaros creaban una sinfonía natural a su alrededor. Respiraba profundamente, intentando calmar su mente y prepararse psicológicamente para lo que estaba a punto de hacer.

La humana, cuyo corazón se compadecía de los animales y les negaba el consumo de su carne, estaba decidida a cazar una pequeña liebre para demostrar su lealtad al alfa de la manada. El constante rechazo de Meir la había agotado. A pesar de haber intentado acercarse a él de todas las formas posibles, había sido rechazada una y otra vez. Si no era aceptada por él, sabía que nunca sería verdaderamente parte de la manada y no podría vivir en armonía con ellos.

Zien, el lobo negro, la seguía sigilosamente por el bosque, no del todo alegre. Era consciente de lo complicado que sería para una humana sin experiencia, y además vegetariana, cazar una liebre. La tarea ya de por sí laboriosa para un lobo común se convertía prácticamente en una tarea imposible para ella.

Por eso, el lobo se había ofrecido a cazar el conejo en su lugar. No quería que su humana se ensuciara las manos ni que posiblemente derramara lágrimas al tener que matar a ese pequeño animal. Sin embargo, ella se había negado rotundamente. Sentía que debía hacerlo por sí misma, porque de lo contrario carecería de sentido y el pobre animalito moriría en vano.

Cazar una liebre para ofrecerla como tributo al alfa de la manada iba en contra de sus principios. Sin embargo, estaba decidida a hacerlo con el fin de ganarse su aceptación. Zien, su fiel compañero, estaba a su lado, pero ella le había prohibido intervenir. Quería hacerlo por cuenta propia.

Avanzaba con sigilo entre los árboles, tratando de no perturbar el delicado equilibrio del bosque. Las liebres eran conocidas por su agilidad y velocidad, por lo que cazar una representaba todo un desafío. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, no lograba encontrar ninguna. Las esquivas criaturas parecían haberse escondido de su mirada.

Con paciencia y determinación, Xia continuó su búsqueda. Agudizó sus sentidos, tratando de captar los más sutiles sonidos del bosque. Cada crujido de hojas, cada susurro del viento, se convertían en pistas para localizar a su presa. El aroma a tierra húmeda y vegetación fresca llenaba sus fosas nasales, sumergiéndola aún más en la atmósfera del bosque.

Finalmente, divisó una liebre escondida en un arbusto cercano. Avanzó con cautela, moviéndose lentamente y evitando cualquier ruido que pudiera alertar a la criatura. Cada paso era calculado, cada movimiento estaba imbuido de determinación. Estaba a punto de atraparla.

Sin embargo, cuando estuvo a punto de alcanzarla, algo en la mirada de la liebre la detuvo en seco. La vio tan vulnerable, tan hermosa en su inocencia, que algo se removió en lo más profundo de su ser. Era imposible hacerle daño. La liebre escapó velozmente, corriendo hacia la libertad. Una parte de Xia se sintió aliviada de que hubiera logrado huir.

Desanimada por su fracaso y la incapacidad de lastimar a la indefensa criatura, Xia regresó junto a Zien. Sin embargo, el lobito la convenció de abandonar la idea de cazar una liebre y le sugirió buscar un jabalí. Incluso buscó uno anciano que podría morir pronto para ella. De esa manera, el sacrificio le resultaría más llevadero.

Ambos se adentraron más allá en busca del jabalí, donde el bosque se volvía más templado. Acecharon en silencio, esperando el momento oportuno. Finalmente, Xia logró dar en el blanco con una precisa flecha. A pesar de su habilidad, se sintió mal por quitarle la vida a otro ser vivo.

Frente al cuerpo sin vida del jabalí, Xia se arrodilló y posó sus manos sobre él, recitando un ritual de agradecimiento que había oído de niña:

En el silencio de la noche oscura,

me arrepiento de tu vida arrebatada.

Por egoísmo y hambre sin cordura,

te pido perdón por tu muerte injusta.

Oh noble ser que entregaste tu ser,

en el ciclo alimenticio sin cesar.

Tu sacrificio, difícil de entender,

agradezco tu vida, sin cesar.

En lágrimas tristes, mi corazón se rompe,

por la partida que causé con mi mano.

Lamento profundamente esta injusticia,

por tu vida truncada sin más arcano.

Perdona, animal valiente y noble,

por haberte privado de seguir en la vida.

Prometo honrar tu memoria, oh ser noble,

y aprender de esta lección, sin medida.

Era una muestra de respeto y gratitud hacia la naturaleza y las criaturas que la sustentaban.

Zien cargó al jabalí a través del bosque como si no pesara nada, mientras Xia lo seguía en silencio, aun sintiéndose algo inquieta por lo que acababa de hacer. Finalmente, llegaron a la cueva donde descansaba el alfa. Xia pidió permiso para adentrarse y depositó el animal muerto frente a Meir. Sus emociones se entrelazaban entre nerviosismo y ansiedad.

El alfa observó en silencio el tributo que se le presentaba. El corazón de Xia latía aceleradamente mientras esperaba su respuesta. Para su sorpresa, después de un prolongado silencio, el alfa asintió una vez lentamente con la cabeza, aceptando la ofrenda. Un sentimiento de alivio y alegría se apoderó de ella.

Mientras tanto, Zien no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Los celos se agolpaban en su interior al presenciar la escena. No quería que su amada humana hiciera algo así por alguien más. Aunque se había mantenido alejado como Xia le había pedido, no pudo contenerse y salió de la cueva para enfriarse.

La espera de Zien en su forma lobuna fue larga y expectante. Observó cómo Kyok, Zac y Kazir se alimentaban unos metros más adelante, mientras ansiaba la llegada de la humana. Finalmente, ella salió de la cueva y se sentó a su lado. El lobo estaba tan inmerso en sus propias emociones que cuando llegó el olor a sangre a su agudo olfato, empezó a buscar desesperadamente alguna herida en la joven.

—¿Qué haces, Zien? —preguntó ella, sintiendo cosquillas por el contacto del pelaje de su cabeza rozando su cuerpo.

Zien se encontraba inquieto. ¿Acaso ella se había herido mientras cazaba y él no se había dado cuenta? Solo esa idea ya le hacía estremecerse. Finalmente, encontró manchas de sangre en la parte delantera de la camiseta de la humana, pero al olerla detenidamente, se percató de que no era su sangre.

—Supongo que no puedo ocultarte nada —dijo ella despreocupada, empujando hacia él una canasta que tenía a su lado. Zien percibió una ráfaga aún más intensa de olor a sangre proveniente de aquel cesto tejido de mimbre. Al abrir la tapa, descubrió una liebre muerta en su interior. Zien dirigió su mirada hacia la joven, confundido y sin entender qué estaba sucediendo.

—No la cacé. Mientras recolectaba frutas en el límite del bosque, la encontré. Estaba atrapada en una trampa para osos, sufriendo —relató ella, mirando al pequeño animal con ojos entristecidos—. Ahora es para ti.

Zien apenas podía contener su felicidad y comenzó a frotar su cabeza en el rostro de la humana. Lo hizo de manera lenta y cariñosa. Xia, decidida a cazar una liebre para ganarse el favor de su líder, pero habiendo fracasado en el intento, se encontró con ese animal casi muerto y decidió entregárselo a él. La euforia se apoderó de su cuerpo y continuó restregando su cabeza sobre ella, sintiendo que eso no era suficiente.

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