Capítulo 10: Nuevo hogar.

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El traqueteo del carruaje hizo que Xia despertara de su ensimismamiento. Habían llegado a su destino. Bajó del carruaje detrás del conde y observó las imponentes rejas que se abrían para darles paso. Detrás de estas, una joven sirvienta de cabello rubio y vestido negro les aguardaba con una leve reverencia. Su belleza era enigmática, pero su piel grisácea y sus fríos ojos transmitían una sensación de melancolía.

La joven los guio por un sendero de piedra, Xia los siguió en silencio mirando el suelo, hasta que centró su atención en las gárgolas que se alzaban majestuosamente sobre su cabeza.

Cuando las puertas principales se abrieron, pudo finalmente vislumbrar el interior del castillo. La oscuridad lo envolvía casi por completo, apenas iluminado por unos pocos faroles que emitían una luz tenue. Las paredes, al igual que la decoración, eran grises, sumergiendo el ambiente en una atmósfera tenebrosa. Una escalera gigantesca los recibió, adornada con alfombras rojas que parecían llevar muchos años allí.

El conde desapareció repentinamente, dejando a Xia a merced de la misteriosa mujer rubia, quien la condujo por las escaleras hasta mostrarle su habitación, un guardarropa ya repleto de vestidos, ya que Xia no tenía posesiones propias, y su baño personal. Al entrar en este, la sirvienta le recomendó de una forma poco sutil tomar un baño.

Le mostró la bañera ya preparada con agua caliente y escancias, y le dio su espacio para que se quitara la ropa haraposa que tenía. Introdujo un pie y luego el otro, se sentó en el fondo de la tina y se dejó caer lentamente.

Jamás se había limpiado de esa forma tan codiciosa, en su casa solía poner a calentar un jarro en la chimenea y lo dejaba caer sobre su cuerpo... A veces el frío era tal que hasta que terminaba de pasarse la saponaria, el agua estaba helada otra vez. Luego, cuando se enfermaba, su madre culpaba a la falta de carne en su sistema nuevamente.

Mientras se sumergía en la tina, Xia experimentó una sensación indescriptible de relajación y comodidad. El agua caliente envolvía todo su cuerpo al mismo tiempo y liberaba la tensión acumulada en sus músculos. Cerró los ojos y se dejó llevar por la calidez reconfortante.

El aroma del agua perfumada llenaba el aire, mezclándose con el vapor que se elevaba suavemente. La suavidad de la espuma en su piel era completamente diferente a la aspereza del barro y la suciedad que solía enfrentar. Se deleitaba en cada burbuja, deslizando sus dedos por el agua y observando cómo se deshacían.

Mientras se sumergía más profundamente, la mente de Xia comenzó a divagar. El calor del agua le recordaba los días en la laguna, donde la luna brillaba intensamente y el agua cristalina los rodeaba. Recordó cómo ella y Zien nadaban juntos, riendo y jugando en medio de la naturaleza. Era un lugar de paz y felicidad, tan diferente al oscuro castillo en el que ahora se encontraba.

Un nudo de nostalgia se formó en su pecho, recordando el vínculo especial que compartía con Zien. Extrañaba la sensación de libertad y conexión que experimentaba con él.

Sin embargo, Xia también era consciente de que las circunstancias habían cambiado. Estaba lejos de la laguna y de Zien. Ahora estaba en un lugar desconocido, con un futuro incierto. Aunque se resistía a olvidar sus recuerdos, sabía que debía adaptarse asimilar la realidad de lo que había pasado.

Después de darse el baño, la joven sirvienta la acompaño a vestirse y le dio para ponerse un vestido azul oscuro, con telas y adornos que eran completamente distintos a los que había usado en su vida anterior. Eran pesados y cálidos, con pieles y detalles que nunca hubiera imaginado llevar puestos.

Luego de cambiarse, le ordenó que esperara en su nueva habitación, diciendo que volvería pronto. Xia siguió sus instrucciones, no tenía razones para no hacerlo, sin tener a dónde huir ni la fuerza para continuar explorando, solo podía sentarse en aquel sofá color coral pensando en como Zien no había vuelto por ella, la había abandonado y ahora se encontraba prisionera de un captor diferente.

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