Capítulo 2: La laguna.

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Sin embargo, en ese instante, una certeza profunda se apoderó de Xia. Sabía que debía confiar en su intuición y dejarse llevar por el misterio y la magia que le rodeaban. Sabía que aquel encuentro con el lobo y la laguna marcaría un punto de inflexión en su vida, desvelando verdades ocultas y llevándola por un camino de transformación y descubrimiento. No sabía exactamente como sabía esto, pero lo hacía.

Con cuidado, comenzó a lavarse el rostro y el cuerpo, sintiendo cómo el agua cristalina eliminaba el cansancio y la confusión que la habían abrumado. A medida que las gotas de agua resbalaban por su piel, experimentaba una sensación de renovación y liberación. Era como si aquel elemento acuático le permitiera desprenderse de las cargas emocionales y los pensamientos confusos que la atormentaban.

Mientras se lavaba, deslizo su mano por su cuello y notó que la herida había desaparecido por completo, dejando solo una piel sana y sin marcas.

Se sentía liviana. Era como si el poder curativo de la laguna hubieran sanado no solo su cuerpo, sino también su alma.

Con determinación y valentía, Xia se despojó de sus ropas empapadas y se sumergió del todo en las aguas cristalinas de la laguna, permitiendo que la pureza y el poder del lugar la envolvieran por completo. Cerró los ojos y se abandonó al flujo de energía que la rodeaba.

Cuando finalmente terminó de lavarse, se volvió hacia el lobo, que seguía observándola con sus ojos penetrantes. Aunque la confusión aún se encontraba en su mente, ahora se mezclaba con un sentido de conexión y confianza. La joven sintió un impulso irresistible de acercarse al lobo, de tocar su pelaje oscuro y brillante, de perderse en esos ojos dorados que parecían contener secretos ancestrales. Pero después de unos momentos de conexión intensa, el lobo se dio la vuelta y comenzó a alejarse, adentrándose en la oscuridad del bosque.

Xia, con su cuerpo desnudo, contempló al lobo negro que se alejaba cada vez más y desaparecía. Un sentimiento de estupidez la invadió al darse cuenta de que había imaginado que aquel animal le estaba hablando. Era consciente de que se trataba simplemente de un lobo, que la había abandonado en aquel lugar sin más.

Observando al lobo desaparecer entre los árboles, Xia se sintió sola y vulnerable. Pero al mismo tiempo, algo en ella no podía evitar reconocer la fascinación que aquel sitio mágico ejercía sobre ella. A pesar de los problemas que la aquejaban y de la inminente amenaza de hipotermia, miró al cielo y se permitió relajarse, la luz de la luna reflejada en el agua le resultaba cautivadora, hipnótica, incluso afrodisiaca.

Ignorando momentáneamente su situación precaria, Xia decidió entregarse a aquel entorno fascinante mirando el cielo estrellado sobre ella. Aún en medio del bosque, de noche, con animales salvajes a su alrededor, se permitió dejarse llevar por la magia y la belleza del lugar. Sin embargo, cuando cerraba los ojos, en el fondo de su mente, las preguntas comenzaban a inundarla.

¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Qué le había sucedido para terminar en ese estado? La confusión y el desconcierto la embargaban, y cada intento por encontrar respuestas parecía sumergirla aún más en un abismo de incertidumbre.

Un crujido proveniente de la oscuridad rompió el silencio de la noche, alertando a Xia. En ese momento, se vio a sí misma desnuda, vulnerable y recién recuperada de una herida mortal cuyos orígenes desconocía por completo. Preparada para enfrentar lo que fuera que se acercara, incluso si eso ponía fin a su vida, esperó con temor.

Sin embargo, su miedo se transformó en alivio cuando entre los árboles emergió la figura monstruosa del lobo negro. De manera irónica, aquel ser gigante seguía siendo su salvación en medio de la oscuridad.

El lobo se sentó con calma en el borde de la laguna, sosteniendo algo en su boca antes de dejarlo caer sobre una roca cercana. Xia emergió del agua lentamente, cuidando no perturbar al animal, aunque parecía más interesado en seguir el recorrido de las hormigas en el césped que en su presencia. Al tomar las telas en sus manos, se dio cuenta de que era ropa. Un lobo gigante acababa de traerle ropa.

La joven decidió ignorar la naturaleza de aquel gesto tan inesperado como sorprendente. Y, a pesar de la extrañeza de la situación, Xia se sentía agradecida con aquel lobo gigante.

Con cuidado, se colocó la camiseta cubriendo sus panties mojadas, y en ese momento el lobo volvió a mirarla. Se puso de pie y comenzó a caminar hacia ella. Xia se quedó sin aliento, tensando su cuerpo y cerrando los ojos con fuerza, esperando lo peor. Sin embargo, una sensación cosquilleante recorrió su brazo izquierdo y se extendió por todo su cuerpo. Al abrir los ojos, vio al lobo frotándose contra ella, como un gatito que intenta marcar a su amo. Aunque faltaba el ronroneo, la escena parecía tan curiosa como reconfortante.

Lo hizo con cuidado, pues parecía que su piel podría desgarrase al más mínimo roce, era tan sensible y delicada...

Cuando pareció satisfecho con la cantidad de su aroma que había dejado en ella, llevó su gran cabeza hacia la cara de la joven para observarla de cerca. Ella no parecía rechazarlo, y eso le gustaba.

Dio un último olfateo sobre su cuello para confirmar, su olor se había impregnado en su piel perfectamente, pero aún había un dejo de aroma muy dulce que parecía imposible de borrar.

Se recostó en el suelo, invitándola a montar sobre su espalda. Xia, indecisa, finalmente se subió sobre él y se aferró con fuerza al darse cuenta de la altura a la que se encontraba del suelo cuando el lobo se puso de pie y comenzó su andar.

Dio una última mirada hacia atrás despidiéndose de aquel lugar de aguas sanadoras que le habían salvado la vida, se veía tan hermoso e imperturbable como cuando habían llegado. En aquel instante, Xia supo que había descubierto un lugar sagrado y oculto del mundo, un rincón de la naturaleza donde la magia se manifestaba en su estado más puro.

Verlo desaparecer entre los árboles y ser absorbida por la oscuridad nuevamente debería haberla asustado, pero el calor que emanaba el lobo bajo suyo no le permitía siquiera concentrarse. Era una experiencia surrealista y no pretendía seguir alimentando su propia locura, pero notó que el lobo ajustó su andar para que se sintiera cómoda, casi parecía cuidarla con precaución...

Después de unos diez minutos de caminata, el lobo pareció encontrar el destino que buscaba. Se recostó nuevamente en el suelo, invitándola a bajar. Aunque Xia estaba descalza, el césped suave y fresco le proporcionaba cierto alivio. A su lado, el lobo la acompañaba, y ella había decidido abandonar completamente la razón y dejarse llevar por la situación. Sin embargo, cuando otro lobo apareció frente a ellos, bloqueando su paso y mostrando una actitud amenazante, Xia se quedó paralizada. Este nuevo lobo era igual de grande que el primero, pero su pelaje era marrón oscuro y sus ojos ardían de furia en tonos anaranjados.

Sin darse cuenta, Xia había aferrado su mano al pelaje del lobo negro. ¿Desde cuándo este animal se había convertido en sinónimo de protección? El lobo negro continuó avanzando lentamente, alentándola a seguir con delicadeza. Siguiendo su guía, pasaron junto al lobo marrón, y Xia contuvo la respiración temiendo una reacción violenta, pero esta nunca llegó.

Continuaron caminando y la joven sintió que pudo respirar correctamente cuando perdieron de vista al otro lobuno entre los árboles. No detuvieron su andar hasta llegar a una cueva de piedras grisáceas, cuya entrada apenas era lo suficientemente grande para permitir el paso del lobo. Sin embargo, dentro de la cueva, había espacio para albergar a al menos cinco lobos. Tres de ellos estaban presentes: dos jugando y saltando mientras molestaban al tercero que intentaba dormir.

La presencia de Xia hizo que los tres lobos se quedaran quietos. Ella imitó su comportamiento, estática. El lobo negro tiró de su ropa, invitándola a seguirlo, y se recostó en la esquina más alejada de la cueva, formando un semicírculo con su cuerpo, invitándola a acostarse a su lado. Con una naturalidad desconocida, Xia se acostó junto a él y permitió que su pelaje la calentara. A pesar de tener poca ropa y los pies descalzos, el calor que irradiaba aquel lobo la hacía sentir segura y cómoda.

El cansancio de un día agitado comenzó a apoderarse de ella. Miró al lobo una última vez, encontrándolo con los ojos cerrados y una respiración pausada y profunda. Recapacitó por un segundo, estaba a punto de quedarse dormida en una cueva llena de lobos. Sin embargo, se dejó llevar por la sensación de seguridad que le transmitía aquel lobo gigante y se durmió, confiando en que estaría protegida en aquel lugar inusual y fascinante.

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