Capítulo 33: Parto.

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El sueño de Zien se vio interrumpido por un sonido misterioso que lo sacó de su letargo. Abrió los ojos de golpe, despertando de sus recuerdos del pasado. El eco del ruido se extendía por la cabaña, llenando el aire con una sensación de inquietud. Se levantó cuidadosamente, sin querer despertar a Xia, y salió deprisa de la habitación, encontrándose con Kazir al otro lado de la puerta.

—¿También oíste eso? —preguntó el lobo, mirando a Zien con preocupación. El lobito asintió en respuesta, compartiendo la misma intriga que su compañero.

—Quédate con Xia, yo iré —le ordenó Zien con determinación, sin esperar una respuesta.

Corrió con agilidad hacia el lugar del que había provenido el extraño sonido. No tardó en ver cómo Zac, Meir, Cassius y Gaia aparecieron con la misma velocidad, sus rostros reflejando la misma preocupación que la suya. Parecían haber oído lo mismo que él.

La rubia, Gaia, se acercó a la puerta de la cabaña principal con firmeza, tocándola tres veces con respeto, esperando alguna respuesta de Grand Obaba, la anciana chamana que solía residir en aquel lugar. Pero el silencio fue su única respuesta.

—Grand Obaba, ¿está todo bien? —preguntó Gaia, mostrando cortesía a la anciana. Al no recibir respuesta, decidió abrir la puerta por sus propios medios, revelando el interior de la cabaña.

El panorama que encontraron en su interior fue inquietante y desconcertante. Grand Obaba yacía en el suelo, en una posición poco natural, como si estuviera en un trance profundo. Sus largas uñas afiladas arañaban frenéticamente el suelo de madera, dejando marcas irregulares y descontroladas a su paso.

Zien se acercó con cautela, sus sentimientos fluctuando entre la curiosidad y la inquietud. Observó a la anciana con preocupación, intentando descifrar qué era lo que estaba sucediendo.

Finalmente, Grand Obaba emergió de su trance, levantando la mirada hacia los lobos presentes. Con una voz serena pero firme, leyó en voz alta lo que ella misma había escrito en el suelo con letra desprolija: "YA VIENE".

Las palabras resonaron en el aire, llenando la cabaña con un eco misterioso y profético. Una sensación de inquietud se apoderó de los lobos mientras trataban de comprender el significado de aquel mensaje. Intercambiaron miradas, pero el lobo negro se mantenía estático en su lugar.

En ese mismo instante, los agudos gritos que provenían de la cabaña de Xia desataron una alarma en todos los presentes. Zien sintió cómo su pulso se aceleraba y su piel se erizaba al oírla. Sin dudarlo, corrió en dirección a la cabaña, con el resto de la manada pisándole los talones, compartiendo la misma urgencia y preocupación.

Al llegar, se encontró a Xia sosteniendo la mano de Kazir con fuerza, mostrando una fuerza sobrehumana que podría quebrar huesos si él no fuera un lobo. Zien se apresuró a tomar el lugar de su compañero de manada, sujetando la mano de la humana con ternura mientras ella gritaba de dolor. Acarició suavemente su cabello con la mano libre, intentando brindarle algo de consuelo en medio de la angustia.

—Está teniendo las contracciones finales, el bebé ya viene —informó Grand Obaba, la anciana chamana que había llegado recién a la cabaña. Se acercó a Xia y la examinó con detenimiento, centrando su atención en su vientre abultado.

—Duele. Duele mucho —jadeó Xia, su voz entre cortada por los gemidos que escapaban de sus labios, luchando por acallar el dolor con su fuerza de voluntad.

Zien se preocupó al escucharla. Había leído libros humanos sobre embarazos, y aunque conocía que cierto grado de dolor era normal, ninguna lectura hacía referencia a un sufrimiento tan intenso. La incertidumbre lo invadió mientras se preguntaba si el hecho de que él no fuera humano afectaba de alguna manera al proceso. Todos los conocimientos adquiridos en los libros parecían no tener valor en aquel momento. La mirada silenciosa de la chamana aumentaba su inquietud, sin darle certezas sobre la situación de Xia.

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