Capítulo 6: Transformación.

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Cuando se acomodaron nuevamente en su rincón habitual de la cueva, Xia volvió a sentir el calor reconfortante que emanaba del pelaje del lobo, que era una maravilla para los sentidos. Cada mechón de su abundante y lustroso pelaje tenía una suavidad que invitaba a ser acariciado. Al pasar los dedos por su manto oscuro, se sentía una textura sedosa y delicada, como si estuviera acariciando la más fina de las sedas.

Cada hebra formaba una capa densa y lujosa que cubría su cuerpo poderoso. Aunque su apariencia imponente podría hacer pensar en una rudeza en su tacto, todo lo contrario se experimentaba al tocarlo. Era como si estuviera envuelto en una nube de terciopelo negro, tan suave al tacto que acurrucarse con él era muy placentero.

A medida que los dedos se hundían en el pelaje, se sentía una suavidad reconfortante y cálida. Era como si el lobo emanara una energía tranquilizadora a través de cada hebra de su pelaje, transmitiendo una sensación de calma y seguridad a quien tuviera el privilegio de acariciarlo.

Las castaña no podía sacarse de la mente el efecto analgésico que ese lobo tenía sobre ella, hacia solo unos momentos el pánico había inmovilizado por completo sus extremidades, pero ahora solo sentía paz en todo su cuerpo.

Por accidente, rozó su brazo contra él y sintió un pequeño ardor que hizo fruncir su ceño por un segundo. El lobo, alarmado, acercó su rostro y vio la herida en el brazo de la joven. En un abrir y cerrar de ojos, el lobo se transformó en un humano, como por arte de magia.

Ante Xia se encontraba ahora un hombre de aspecto atractivo, con cabello negro azabache que caía sobre su frente. Con expresión preocupada, sostuvo su muñeca herida con sus manos humanas. A continuación, con una naturalidad inexplicable, llevó la muñeca de Xia a su boca y comenzó a lamer delicadamente la herida. La saliva del hombre se sentía refrescante, como una anestesia para el dolor.

De repente, sus ojos dorados se clavaron en los de Xia, cautivándola aún más al verlos en un rostro humano. El hombre continuó lamiendo su muñeca, pero ahora su lengua se sentía cálida y húmeda. El placer que aquello le generaba a Xia casi le hizo olvidar que, apenas unos momentos antes, se encontraba acostada junto a un lobo.

La confusión se apoderaba de ella. ¿Qué acababa de suceder? ¿Por qué ahora se encontraba frente a un chico tan seductor?

Cuando él terminó de lamer la herida de Xia, apenas quedaban rastros de ella. La observó con una sonrisa serena, radiante de satisfacción. Su presencia se volvía cada vez más cautivadora a medida que Xia luchaba por procesar lo que acababa de presenciar.

Sin perder tiempo, le dirigió un saludo amistoso, pero Xia apenas reaccionó. Sus ojos aún reflejaban la sorpresa y asombro por lo que había descubierto. Fue entonces cuando el lobo-humano sacudió sus manos acercándolas a escasos centímetros del rostro de la chica, para que ella reaccionara. Finalmente, después de un breve momento de desconcierto, Xia logró articular sus pensamientos.

—Eras un lobo... —él morocho examinó su propio cuerpo con curiosidad y luego volvió a dirigirse a Xia con una coqueta sonrisa en sus labios.

—De esta forma es mejor, ¿cierto? —era como si hubiera estado esperando el momento adecuado para presentarse formalmente, pronunciando su nombre por primera vez. —Soy Zien.

Un aroma embriagador de hierbas frescas y café recién hecho envolvía el aire, proveniente de Zien. Era un perfume único y encantador, que despertaba los sentidos de Xia y se entrelazaba con sus emociones en un torbellino de sensaciones.

Ella examinó el rostro del chico apenas iluminado por la tenue luz de una pequeña hoguera que habían armado para ella. Los sonidos suaves de la respiración tranquila de los otros lobos dormidos resonaban en el ambiente.

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