Capítulo 12: Rescate.

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La mañana siguiente llegó sin muchos alardes. Gieviv, la diligente sirvienta, había llamado a la puerta de la habitación unas horas después de que el sol hiciera su aparición. Le había preparado ropa para que se cambiara y le había advertido que el conde la esperaba para desayunar. Xia tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago. El conde le había dicho que hablarían por la mañana, pero no esperaba que fuera tan temprano en la mañana, apenas abriendo sus ojos.

Después de lavarse, se vistió con la ropa seleccionada y se dirigió al comedor. Al llegar, encontró al conde en el mismo lugar que la noche anterior, pero esta vez, para su sorpresa, él giró la cabeza y la miró.

—Bienvenida, puede tomar asiento —y aunque sus palabras fueron amables, había un matiz de autoridad en ellas.

Xia decidió obedecer y se sentó en su sitio. Frente a ella, se presentaba un desayuno variado que emanaba exquisitos aromas. El té perfumado se mezclaba con el aroma dulce de la tarta de fresas, las frutas frescas, el pan recién horneado y las galletas glaseadas. Los olores inundaron sus sentidos y la sumieron en un éxtasis culinario, despertando su apetito.

Cuando se dio cuenta de que se había perdido en esas delicias, Xia recobró la compostura y volvió la mirada hacia el conde, quien ya la estaba observando. Se avergonzó por su distracción y, a pesar de que ambos se miraban fijamente, ninguno de los dos hablaba y el silencio reinaba en la sala. Hasta que Xia decidió romperlo.

—Gracias por lo de ayer —soltó nerviosa. El conde tardó unos segundos en responder, como si estuviera disfrutando haciendo sufrir a Xia mientras la juzgaba en silencio.

—¿Por salvarla de una muerte dolorosa y agonizante a manos del suelo? No me dé las gracias. Más bien, dígame qué buscaba obtener —respondió el conde de manera inesperada. Xia no esperaba esa respuesta, ni siquiera esperaba nada en realidad. Tampoco sabía cómo responder, le resultaba difícil encontrar las palabras adecuadas. Todo lo relacionado con el conde la ponía ansiosa y tenía ganas de esconderse bajo las mantas de la cama, como había hecho la noche anterior.

¿Qué se suponía que debía decir? ¿Que buscaba una forma de escapar por el ventanal sin romperse el cuello? ¿Qué quería encontrar a un lobo que vivía en el bosque y podía convertirse en humano, para explicarle que quería estar con él? No había forma de que algo así saliera de su boca sin parecer una loca.

—Yo... Antes de eso, ¿cuál es su nombre? —intentó encontrar una distracción en medio del silencio incómodo. La pregunta pareció tomarlo por sorpresa, pero solo por un segundo. Recuperó rápidamente su semblante tranquilo, frío y calculador.

—Hakwe. Vlafutleur Hawke —respondió con los ojos cerrados. Aunque estaba sentado, parecía presentarse con gracia.

—Mi nombre es...

—Xia Inssantere, no es como si no supiera el nombre de mi prometida —interrumpió el conde con una tranquilidad envidiable. Xia sintió cómo el calor invadía sus mejillas. Después de todo, él era su prometido y acababa de conocer su nombre. Pero no podía culparse, nunca se había interesado realmente por él, y sus padres solo se referían a su persona como "el conde", al igual que todos en el pueblo. Hawke pareció notar la incomodidad en el rostro de Xia y decidió intervenir.

—No es como si tuviera que saberlo, después de todo es la primera vez que interactuamos formalmente, ¿cierto? —a pesar de la frialdad con la que hablaba, el contenido de sus palabras parecía verdaderamente cortés. —Ahora, sobre lo que estábamos hablando...

Xia buscó desesperadamente una forma de desviar su atención.

—¡Este desayuno es exquisito! Y la cena de anoche también fue deliciosa, no había tenido la oportunidad de mencionarlo antes... —sus palabras salieron torpemente.

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