CAPÍTULO 11: EL CASO DEL CERO ABSOLUTO (SEGUNDA PARTE)

76 11 100
                                    

La ambulancia no tardó mucho tiempo en llegar, y gracias a que el equipo de paramédicos actuó rápido, pudimos llevar a Raimundo al Hospital Central, donde fue ingresado de emergencia. Amanda, Victoria y yo nos quedamos en la sala de espera, esperando que los médicos nos informaran de su estado de salud.

Permanecimos en silencio, expectantes a cualquier noticia que pudieran ofrecernos. Victoria estaba sentada en uno de los banquillos para visitantes, ocultando su cabeza bajo sus brazos. Amanda estaba apoyada contra la pared, mirando a la nada con los brazos cruzados, y pude notar en ella un leve temblor en su cuerpo. Fue la que más mostró preocupación por Raimundo, aunque era lógico porque tenían años conociéndose. No quería imaginar el dolor que ella debió sentir al ver a Raimundo desangrarse.

Las palabras que Amanda me susurró aún seguían resonando en mi cabeza.

"Siempre pondré mi vida en tus manos, Saltamontes".

Era evidente que daría su propia vida por él de ser necesario. Incluso, lo haría por mí. No tenía duda al respecto.

Las horas transcurrían, y en ese lapso de tiempo me preguntaba donde estuvo Raimundo todo este tiempo, y cómo llegó a esa oficina en tan poco tiempo. ¿Habría estado vigilando de lejos? No tenía forma de saberlo, o al menos hasta que la cirugía terminara y él pudiera hablar con nosotros. Amanda y Victoria no tenían intenciones de abandonarlo, así que me mantuve firme y las acompañé todo el rato, aunque guardáramos silencio. "Ya tendré tiempo de ponerme al tanto con ella", fue lo que pensé.

Finalmente, el médico que atendió a Raimundo nos buscó para informarnos su estado de salud. Había sobrevivido y soportó con éxito la cirugía, pero había perdido demasiada sangre y su estado seria crítico en estas veinticuatro horas. Victoria agachó la cabeza, asintiendo levemente. Yo agradecí al cirujano por habernos informado, y miré a Amanda de reojo. Ella se veía tensa, con los puños apretados, pero su mirada se había suavizado. La imaginé soportando las ganas de entrar corriendo a los quirófanos y buscar a Raimundo para cerciorarse de que estaba bien.

El cirujano nos permitió pasar de uno en uno para acompañarlo. Fue cuando Amanda se adelantó a nosotros como si hubiera sido movida por un resorte.

- Yo seré la primera en entrar, y es una decisión final –nos dijo a Victoria y a mí, que nos miramos con incredulidad-. Quiero que me diga a detalle la gravedad de su estado, y no se guarde ningún detalle. Andando.

Mi jefa sujetó al pobre cirujano por el hombro y le dio la vuelta, forzándolo a guiarla por los pasillos. Luego que se alejaron, Victoria me invitó a tomar un café en la cafetería. La invitación me cayó de los cielos.

Luego que nos sentamos en una mesa apartada con nuestros pequeños vasos de café humeante, me decidí a indagar más sobre la investigación que ellas realizaron. Victoria exhaló un suspiro lleno de fatiga.

- Amanda me contó que revisaron los documentos que les dejé, y pensó que nuestra mejor pista para encontrar a Raimundo, era visitando a los familiares de las víctimas anteriores –dijo ella con voz cansada-. De la primera víctima, pudimos visitar a su padre, quien nos confirmó lo que ya sabíamos. Su hija aspiraba a ser modelo, y murió asesinada luego de asistir a una audición para modelaje. Sobre la segunda, el patrón era similar, y pudimos hablar con la madre. Ella si nos ayudó un poco más. Había recibido la visita de un policía preguntando sobre el caso un par de días atrás, y por la descripción que nos dio, se trataba de Raimundo. La tercera víctima ya la conocemos.

Victoria tomó otro pequeño sorbo de su café. En mi mente, estaba formulando otra pregunta que necesitaba aclarar cuanto antes.

- ¿Qué hay sobre las nuevas víctimas? ¿Supieron algo más?

La Detective ImpertinenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora