CAPÍTULO 7: EL CASO DE UNA JOYA CARMESÍ (SEGUNDA PARTE)

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Amanda destapó una lata de cerveza y tomó un sorbo mientras yo me servía una taza de café. Nos habíamos levantado temprano esa mañana para organizar nuestras ideas. 

Yo estaba usando unos pantalones cortos, que vestía bajo el smoking tomando las previsiones para no usar la ropa de Amanda una vez más; mientras que ella usaba ropa interior sencilla de color blanco, y una toalla colgando en su cuello.

Me sonrojé al pensar que parecíamos una pareja de recién casados preparando el desayuno, aunque la sola idea de estar atado a Amanda en matrimonio me parecía una pesadilla. Rápidamente, deseché esos pensamientos de mi mente mientras la cafeína hacía efecto en mi organismo.

Le conté a Amanda lo que había pensado durante la noche acerca de Esmeralda y Rubí. Mi jefa tomó otro sorbo de su cerveza antes de cerrar los ojos en actitud pensativa.

—Así que crees que Rubí y Esmeralda son la misma mujer —dijo mi jefa mientras asentía levemente—. Es la teoría más ridícula y al mismo tiempo la más coherente que he escuchado nunca.

—¿Por qué dices que es ridícula? —pregunté yo sintiéndome frustrado—. ¿No te has fijado en que ellas nunca comparten el mismo lugar al mismo tiempo? ¿Y desde cuando bebes en la mañana?

—Te recuerdo que fui yo quien te señaló la falta de fotografías de ambas mujeres en la casa de Esmeralda, así que no me faltes el respeto otra vez, ¿me oíste bien?

—Sí, jefa. Está bien —contesté a regañadientes. Ni siquiera se molestó en responderme sobre su nueva costumbre.

—Tiene sentido lo que dices porque yo no las he visto juntas, pero no lo he dicho en voz alta por una pequeña razón: no tenemos pruebas. ¿Tú tienes alguna, Saltamontes?

—No, aún no tengo pruebas —admití mientras me rascaba la cabeza.

—Lo que me lleva a preguntarme lo siguiente: si se trata de una mujer aparentando ser dos personas distintas, ¿por qué lo hace? ¿Cuál es su verdadero objetivo? ¿Y por qué las otras mujeres han muerto y Esmeralda es señalada?

—No tengo idea de nada, jefa. Me siento muy confundido.

Sentí el contacto frío de la lata que Amanda me puso en la frente, lo que me hizo saltar del susto. Ella sonreía divertida.

—Aclara un momento tus pensamientos. Ahora mismo nos interesa saber quién demonios es Esmeralda, o Rubí, o como se llame. Y para saberlo, tenemos que pescar un pez aún más gordo que ella. ¿Sabes a quién me refiero?

—Te refieres a Farelli, ¿verdad?

—¡Exactamente! —exclamó mi jefa levantando su puño al aire—. ¡Un punto para el Súper Detective Salgado!

«Payasa», fue todo lo que pensé.

—Como para Farelli el caso está resuelto, sólo me queda ir a cobrar el dinero que nos debe. Esa será una buena oportunidad para sacarle algo más de información.

—¿Y qué planeas ahora? —pregunté mientras terminaba mi café—. Yo debería ir a casa a cambiarme de ropa.

—Te llevaré en el auto. En cuanto estés listo, iremos a su oficina, pero yo hablaré con él. Tú tienes otra misión.

—¿De qué demonios hablas? ¿Cuál misión?

Amanda me guiñó un ojo y se dirigió al baño para darse una ducha. Una vez más, sería víctima de otro de los planes locos de mi jefa.

En cuanto ella se alistó para salir, me llevó a casa como habíamos acordado. Era la primera vez que Amanda la veía por dentro, ya que comenzó a deambular por mi sala, la cocina y mi habitación, sorprendida de verla ordenada y pulcra. Esta enseñanza me la inculcó mi madre, quien me enseñó desde pequeño a mantener un estricto orden. Mi padre era ordenado en su trabajo detectivesco, por lo que el orden en la vida era esencial para ser un detective completo. Todo lo contrario a lo que mi jefa representaba.

La Detective ImpertinenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora