ESPECIAL DE NAVIDAD: AÑORANZAS DEL PASADO

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Aquella mañana, veinticuatro de diciembre, desperté sin ánimos de salir de mi cama.

Había llegado navidad y se notaba en el ambiente. Desde que comenzó diciembre, se escuchaban las parrandas y los villancicos en todas partes. Todas las tiendas estaban llenas de adornos navideños y juguetes para la venta, y los anuncios de ofertas en todo tipo de cosas estaban a la orden del día.

Cuando era niño, era mi época favorita del año. Recuerdo cuando adornaba el árbol de navidad en la sala junto a mi madre, y el aroma de la comida que ella preparaba. Mi padre llegaba tarde del trabajo, pero al menos estaba junto a nosotros, y disfrutábamos en familia hasta el momento que podía abrir mis regalos. ¿Qué niño no disfruta la navidad?

Sin embargo, mis padres ya no estaban.

En el momento que me quedé solo, dejé de adornar mi casa o de disfrutar alguna cena navideña. Me encerraba en casa como cualquier otra noche a distraerme mirando la televisión o leyendo algún libro antes de irme a la cama temprano. No visitaba ningún vecino o hacía ninguna llamada. Simplemente, no tenía ganas de celebrar navidad.

Pero no significa que odie la navidad. No soy como el monstruo verde que tanto la detesta y cuyo nombre ya no recuerdo, sino más bien, me aburre. Para mí, el mes de diciembre solo pasó a ser un mes cualquiera en el calendario. Era una completa sensación de apatía.

Me enrollé una vez más en las sabanas para dormir un poco más, cuando sonó mi teléfono celular. Con desgano, lo contesté, y la voz que escuché del otro lado de la línea me hizo levantar como un resorte.

-¡Te quiero en la oficina de inmediato! ¡Tienes trabajo que hacer!- Colgó de inmediato.

Esta sería la primera navidad que celebro desde el momento que empecé a trabajar en la Agencia de Detectives Manrique. Amanda no era una mujer que se podía dejar esperando sin sufrir algún daño grave a la salud.

Me duché y arreglé rápidamente y salí corriendo a la calle. Todo el vecindario tenía adornos navideños y los villancicos sonaban por doquier. Incluso en el autobús, sonaban estas melodías. Todo el lugar estaba impregnado del ambiente navideño. Al menos sentía apatía por esto y no repulsión, porque si no, sentiría que estoy en un cuento de Charles Dickens y no en la vida real.

En cuanto bajé del autobús, corrí hacia el edificio donde se encuentra la oficina y hogar de mi jefa. Mientras abordaba el elevador, escuchaba en mi mente la colección de insultos que me dedicaría por llegar tarde. Me pregunto si ella sería una equivalente del señor Scrooge y me bajaría el salario por mi retraso mientras refunfuña acerca de lo apestosa que es esta época festiva. No tenía forma de saberlo porque sería mi primera navidad con ella. Pero lo averiguaría muy pronto.

En cuanto me detuve frente a la puerta de la oficina, tomé aire y entré, preparándome para lo peor.

-¡Lamento mucho el retraso! ¡No pensé que me llamarías por navidad! –exclamé de inmediato y sin pensar- Te prometo que no va a volver a ocurrir.

Pero no recibí ninguna respuesta. Amanda no estaba en la oficina, sino que estaba encerrada en su habitación, a juzgar por el ruido de trastes moviéndose. Sobre el escritorio, estaban apiladas algunas cajas de cartón. "Seguramente querrá que haga limpieza navideña", pensé mientras me acercaba al escritorio.

Al momento, la puerta que conecta la oficina a la habitación donde vive Amanda se abrió de par en par de forma ruidosa. Ella cruzó el umbral cargando otro par de cajas grandes, colocándolas junto a las que se encontraban en el escritorio.

-Llegas tarde-. Fue todo lo que dijo ella.

-Yo también te deseo buenos días-. Dije yo con desgano-. ¿Para qué son estas cajas?

La Detective ImpertinenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora