CAPÍTULO 3: EL CASO DEL DISCO DE ORO SANGRIENTO

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Semanas después del incidente de Axel, Slash fue liberado. Por sus antecedentes, quedó condicionado a presentarse mensualmente en la estación de policía. Desde entonces, la normalidad poco a poco volvió a la oficina, pero la inquietud de todo lo ocurrido aún persistía.

Amanda guardaba muchos secretos que aún no compartía conmigo. Me sentía afectado por eso, ya que significaba que no me tenía suficiente confianza. Dejé de hacerle preguntas después de que me hiciera limpiar la cocina en castigo por mi insistencia. Desde entonces, decidí que investigaría por mi cuenta la conexión entre Amanda y todos los casos, y dejaría que ella me contara todo cuando estuviera lista.

En ese momento había sacado en claro varias cosas. La primera: había alguien que quería hacerle daño a mi jefa. La segunda: Axel no era un eslabón aislado, sino parte de una conspiración mucho más grande en contra de ella. Y tercera: ese alguien sabía demasiado sobre Amanda, tanto como para trastocarla mentalmente. Ese elemento faltante conectaba todos esos cabos sueltos, pero entonces no tenía idea de quién era esa persona.

«Quizá el comisario Cabral sepa algo más, pero no soy quién para irrumpir en su oficina y preguntarle como si nada», concluí.

El trabajo continuó sin mayores incidentes. Decidí hacerme cargo del caso de la señora Lorena, ya que Amanda decidió que los casos de infidelidad no merecían su atención y no los atendería más. Me decía que eran aburridos, con horas largas de vigilancia afuera de una ventana a ver si capturaba a los amantes en el acto.

Ella pasaba la mayor parte del tiempo encerrada en su habitación escuchando música a todo volumen mientras yo atendía la oficina. No era raro verla en shorts ajustados y camisetas deportivas cuando tomaba el espacio de la oficina para hacer ejercicio. Era incomodo verla estirar las piernas mientras organizaba mis informes.

Por fin llegó mi día libre, y para olvidarme un rato de Amanda y su exhibicionismo, opté por salir a comprar los víveres. Gracias a un caso que nos fue pagado por adelantado, pude hacer compras para llenar la nevera. Ese día lo tomaría para relajarme, ver alguna película y despejar mi mente de todo el desastre que representaba mi jefa, y recargar mis baterías para encargarme de mis casos pendientes.

Me dirigí a un centro comercial donde tenían un supermercado, y compré la comida necesaria para no pasar hambre por un par de semanas. Salí del supermercado y caminé en frente de una tienda de televisores. En la entrada había un gigantesco televisor de pantalla plana con un canal de noticias. En ese momento entrevistaban a una cantante de pop que estaba sentada en una gran mesa, junto a varios representantes. Decidí quedarme a mirar un poco por simple curiosidad.

La artista se llamaba Melanie, una chica que no pasaría de los veinte años, rubia, con un mechón rojizo cayendo por el lado derecho de su cabeza. Su rostro se veía delicado, pero sus ojos de color azul celeste dejaban salir mucha energía. Había escuchado algunas de sus canciones, pero la música pop no era algo que me llamara la atención.

—¿Cómo se siente al haber ganado un Disco de Oro por su nuevo álbum? —preguntó un periodista fuera de cámara.

—¡Me siento súper feliz! —Melanie sonreía con mucha naturalidad—. Ese premio no hubiera sido posible sin el apoyo de mis fans. Ellos son los verdaderos ganadores.

—En los próximos días se celebrará un concierto donde recibirá el premio junto a otros artistas. ¿Lanzará un nuevo sencillo ese día? —continuaba el periodista.

—Lanzaré una nueva canción para promocionar mi nuevo álbum. ¡Espero que me sigan apoyando para seguir cantando con más entusiasmo!

—¿Y qué nos dice sobre las amenazas de muerte? —comentó otro periodista.

La Detective ImpertinenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora