CAPÍTULO 2: EL CASO EN CÓDIGO BINARIO

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Aquella mañana cuando llegué a trabajar, me sorprendí al ver que Amanda seguía dormida.

Usualmente, ella se levanta muy temprano en la mañana y me regaña en cuanto llego, con la excusa de que debo llegar antes de que ella despierte.

Me dirigí hacia el escritorio y encendí la vieja computadora donde organizábamos nuestros archivos. Estaba llena de videojuegos que apenas daban espacio para guardar los documentos. Era una lucha perdida hacerla eliminar todos esos juegos, así que abrí las carpetas donde guardaba mis propios reportes.

Mi padre me enseñó a mantener el orden, pero sin llegar a la obsesión, dado que la mente criminal nunca se guía por la lógica. Es por eso que siempre guardo un reporte completo de cada caso en que he participado. Así es como recuerdo cosas con lujo de detalle.

Después de un buen rato organizando archivos y borrando documentos viejos, entré al Internet para leer algunas noticias. No había comprado la prensa en la mañana por temor a que Amanda me reclamara mi tardanza, y pensé que era un buen momento para saber qué estaba pasando en el mundo. En una de las páginas de noticias había un video relacionado al arresto de Alexander Ishtoshnikov, y decidí abrirlo para escuchar lo que decía la reportera del noticiero virtual.

«El gobierno de Rusia solicitó formalmente la extradición del secretario de la embajada de dicho país, Alexander Ishtoshnikov, como presunto implicado en la muerte del embajador Sergei Ivanov, acontecido en un conjunto residencial cercano a la embajada. El comisario Raimundo Cabral, a cargo del caso, se negó a brindar declaraciones mientras continuaban las investigaciones, pero fuentes extraoficiales reportan que el proceso de extradición se ha concretado y en próximos días se hará el traslado a una prisión de Rusia»...

Mientras escuchaba las noticias, un pensamiento súbito vino a mi mente. Lo percibía en mi inconsciente, como una alarma de que había pasado algo por alto. Para salir de dudas, decidí revisar mi informe sobre el caso. Durante mi lectura, la voz de la reportera se enmudeció, señal de que el video se había apagado. Decidí volverlo a colocar y escucharlo más atentamente. Fue cuando me di cuenta de que la frase que disparó mi inquietud fue "solicitó formalmente".

Todo el caso comenzó por una solicitud de la embajada a nosotros para investigar el secuestro, así que releí una vez más esa parte del informe, y luego la página final, cuando Amanda relató sus conclusiones.

Había algo que no encajaba, y al releer, se me hizo mucho más clara la inconsistencia. Era un detalle tan ruidoso, que ahora se sentía como si un taladro hidráulico estuviera haciendo agujeros en mi cerebro.

«Yo no tengo avisos en ningún periódico. Yo trabajo por referencias de mis clientes».

Hice una búsqueda rápida en la computadora y lo que dijo Amanda era cierto. No había ningún aviso de la Agencia de Detectives Manrique, ni un número de teléfono o red social de contacto.

Para el mundo, la agencia no existe, y ya que así es, sólo el círculo de clientes de Amanda se encarga de correr la voz para que lleguen nuevos clientes.

Pero... ¿Quién le habló a Ishtoshnikov sobre la agencia?

Además, Amanda había dicho que alguien le había tendido una trampa mediante el falso secuestro, que alguien quería destruir su carrera. ¿Cómo pudimos olvidar algo como eso?

Entonces tuve que cortar mi línea de pensamiento.

La puerta de la habitación contigua se abrió, y en cuanto vi a Amanda giré la cabeza para apartar la mirada.

Estaba despeinada, vistiendo brassier y pantaletas de encaje blanco, y una bata de baño. Tenía la boca llena de espuma, dado que se estaba cepillando los dientes, y un pequeño vaso en la mano.

La Detective ImpertinenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora