Capítulo 36: De hermanos a enemigos.

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León.

Casi tres años llevo el control en la fachada de la organización y Ernesto permanece en las sombras. Hemos llegado a esta estrategia por seguridad, ya que aunque él no lo vea así; yo sí creo que Michael sigue siendo un peligro latente. Aunque ha desaparecido del radar durante todo este tiempo, algo que me dice que tendremos noticias de ella, muy pronto.

Como es lógico y para no levantar sospechas, mi centro de operaciones radica en Santa Clara; lejos de Ernesto, de esta forma garantizo su integridad física. Por este motivo y porque soy un tanto paranoico, no puedo dejarlo sin supervisión. Tengo hombres de toda mi confianza allá, que lo resguardan por mí. En la mañana, uno de mis informantes me llamó por teléfono; para darme un extraño reporte, acerca de una "boda" con, ¿Anahí? Al principio pensé que era una broma; porque en mi cabeza no me cabía tal disparate. Pensé que él había desistido de ella hace tres años, pero parece que mis conclusiones fueron apresuradas...

Después de analizarlo unos segundos, llegué a la conclusión de que debía impedir tal desatino. Ernesto no sólo es mi hermano; es mi socio y mi jefe, y sólo yo podría disuadirlo de ese absurdo casamiento que poco o nada nos beneficia.

Sin pensarlo dos veces, dejé a Tomás, mi segundo al mando frente a las entregas y tomé las llaves de mi Chevrolet, junto con dos de mis chicos que quisieron acompañarme.

****

Santa Clara no está lejos, en menos de tres horas estaba entrando a Sagua la Grande. Las calles están destruidas por completo, los edificios se caen a pedazos y las personas andan por la ciudad, como malditos muertos vivientes; en verdad no me cabe en la cabeza qué coño le ve Ernesto a este pueblo. Es verdad que una vez fue una ciudad llena de prosperidad, casi más linda que la capital, pero eso fue antes del 1959; ahora es un lugar decadente y sin chiste.

En incontables ocasiones le he mencionado a Ernesto la posibilidad de establecernos en el extranjero, en un país donde no se coma tanta bobería con las legislaciones; pero es más terco que una mula, no quiere abandonar sus raíces.

Ya doblamos a mano derecha y desde aquí, puedo ver a unos metros cómo se alza el "Palacio de los novios". Le digo a Henry que pise el acelerador para llegar cuanto antes, si tengo suerte, estaré aún a tiempo de impedir esta locura.

Sin esperar a que el auto se detenga por completo, me bajo de un salto, vienen autos en ambas direcciones; puedo sentir cómo suenan los claxon, pero eso no impedirá mi avance. Frases como "Quítate del medio, anormal" o "¿y este loco de dónde salió?"; adornan la acústica del ambiente. Paso a su lado sin inmutarme, enseñándoles el dedo del medio como rebeldía y ellos lanzan en represalia improperios hacia mi persona; me encojo de hombros con una sonrisa, ni siquiera los conozco... No podría importarme menos.

Al poner mis pies en la destartalada acera, me llevo ambas manos a la cabeza y aliso con prisa mis cabellos; respiro profundo acomodando mi traje y entro al recinto con fingida elegancia.

En el interior se aprecia de momento, un sinfín de invitados que no conozco y una elaborada decoración con tonos ocres, y blancos. Hago una mueca ante dicha combinación, prefiero el color celeste; pero da igual... ésta no es mi boda y no durará mucho a fin de cuentas, de eso me encargo yo.

Con paso decidido me mezclo entre los presentes, uno de mis chicos viene a mi encuentro con una sonrisa y lo abrazo con gusto; hace mucho que no lo veía. Intercambiamos miradas y señala el segundo piso con la cabeza, me conoce a la perfección; no es necesario decir más. Le pongo una mano en el hombro a modo de despedida y tomo el camino hacia la gran escalera dorada.

Subo cada escalón convencido de que hago lo correcto, Ernesto debe contraer nupcias con alguien que le aporte algún beneficio; no una don nadie sin conexiones. Ése es peso que debe pagar por ser la cabeza de la organización, aunque no le agrade.

Cuando abro la puerta, el muy estúpido me recibe con una gran sonrisa; que se le borra al verme, de inmediato.

—Ah, eres tú...—chilló con amargura.

Rueda los ojos al verme, hastiado. No puedo evitar reírme en su cara, parece muñecón de carnaval con ese traje. No me lo puedo creer, ¿ eso es un traje turquesa?¿ En serio? Lo recorro de arriba abajo con curiosidad y se mueve visiblemente, incómodo.

—¡¿Qué?!—estalla ante mi escrutinio.

—Pero si no te he dicho nada—bromeo fingiendo inocencia.

—No hace falta, te conozco muy bien León, ¿a qué cojone' has venido?

—Bueno... ya que no te andas por las ramas—cierro la puerta tras de mí—. He venido a evitar que cometas un error colosal.

Una sonrisa sonora recorre la habitación a modo de burla y luego me fulmina con la mirada. No le tengo miedo, lo conozco bien, no me hará daño; bueno... quizás no demasiado, puede ser un poco obstinado a veces.

—Hermano, hazme caso, para esta locura—suplico acercándome con lentitud.

—He tomado una decisión y no me echaré para atrás, en cuanto Anahí atraviese la puerta principal; iré a su encuentro para convertirla en mi legítima esposa y pobre, del que trate de impedirlo—su voz está llena de prepotencia.

—No me digas que esa infeliz te tiene *embolla'o...—me interrumpe de un fuerte golpe en el pómulo derecho, del impacto me desplazo atolondrado unos pasos.

—Pero, ¿qué coño...?—me acaricio la mejilla adolorido—. No puedo creerlo, ¿estás loco?—mi voz sale más áspera de lo que planeé.

—Te lo dije hace tres años y te lo repito ahora, no eres nadie para interferir u opinar en mi vida, que te quede claro—se me acerca de un modo amenazador y desquiciado.

—Ella no pertenece a este mundo,—con rabia me abalanzo sobre él y lo inmovilizo con mi antebrazo en el cuello contra la pared—. la vas a condenar a una vida de zozobra viendo por encima del hombro, hasta que muera; aléjate de ella... si en verdad la amas y eres honesto contigo mismo, me darás la razón.

Cierra los ojos por un segundo con los labios temblorosos repasando mis palabras, pero cuando abre sus párpados una furia le renueva la mirada y me lanza una patada en mis partes nobles; caigo al suelo del dolor, mientras el muy imbécil, ¿se acomoda el traje?

—Eso no va a suceder, si ésa es tu preocupación... puedes irte tranquilo o no, eres más que bienvenido de quedarte; si quieres asistir a la ceremonia, claro está.

—Estás loco si piensas que seré parte de este desatino—me levanto adolorido y lo miro con decepción—. Creí que nuestra amistad tenía más valor para ti, pero me equivoqué... porque de ser así, no la hubieras echado al retrete por un mísero *bollo—hace el ademán de volver a golpearme y le sostengo la mano en el aire, con una sonrisa amarga—. No olvides que yo te enseñé a luchar.

Suelto su brazo y se aleja afectado, no me sostiene la mirada; pero sé que algo muy valioso se rompió entre nosotros y no podrá repararse. Lo observo unos minutos antes de salir por la puerta sin mirar atrás, pero no sin antes... decirle una última verdad.

—Espero que todo te salga como planeas y que ella no huya de ti, horrorizada de ésta puñetera vida. Recuerda mis palabras, porque jamás... pondré un pie aquí—tengo un mal sabor de boca al decir esto y él me mira, por primera vez, afectado—. Desde ahora, estás solo... "hermano".

Bitácoras Del Comienzo 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora