Capitulo 19 Revelación

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CAPÍTULO 19 Revelación

La sala del tribunal permaneció en silencio mientras dos guardias escoltaban a Draco Malfoy a su asiento. Sus ojos grises escanearon la sala del tribunal, brillando en reconocimiento mientras miraba a la multitud que acudía a su juicio. La multitud le devolvió la mirada y tomaron fotos que seguramente aparecerían en el diario El Profeta. Todos ahí lo conocían, lo conocían bien. Su rostro había sido grabado para siempre en sus mentes por las acciones que había cometido en su adolescencia. 

Un siseo bajo de desprecio brotó de la boca de una mujer en el jurado, a quien reconoció como la hermana de la difunta maestra Charity Burbage.

No pudo evitar que el recuerdo de esa pobre mujer llegara a su mente; los gritos de terror y las súplicas de Charity antes de morir y ser devorada por Nagini. Ante el solo pensamiento sintió náuseas y un profundo arrepentimiento por no haber podido hacer nada.

Draco se sentó con aprensión junto a su abogado en la sala del tribunal, las cadenas estaban envueltas firmemente alrededor de sus muñecas y tobillos; no podía huir, ni siquiera moverse cómodamente y, como si fuera poco, era custodiado por dos guardias de pie junto a él, mientras esperaban que apareciera el juez. 

Draco miró una vez más a su alrededor e identificó a un grupo de magos del Ministerio de Magia sentados al extremo derecho, muchos de ellos con rostros familiares. No estaba seguro de si eso era un mal o un buen augurio y menos cuando el fiscal comenzó a susurrarse con algunos de sus compañeros, para después mirarle con burla. Draco se acomodó en su asiento y también examinó a la secretaria, una pequeña mujer de lentes sentada remilgadamente en su escritorio con una vuela pluma, esperando que comenzara el juicio para anotar todo el proceso.

Dio un breve vistazo hacia atrás y se percató de que se encontraba Theo junto a su esposa Luna, quienes se hallaban platicando con Ron y Neville.

Respiró hondo y finalmente el juez entró por  una puerta lateral con  su larga túnica negra arrastrándose por  el suelo hasta que finalmente tomó asiento. Era un anciano ministro mago, su cabello largo y blanco, su barba y sus ojos marchitos tenían un parecido sorprendente con el difunto profesor Dumbledore o incluso Merlín. 

El juez habló en voz alta a través de la sala del tribunal mientras leía el pergamino que sostenía frente a él, pronunciando el delito por el cual se le acusaba. Finalmente su mirada se posó en el acusado.

Draco Malfoy evitó sus ojos, incómodo, retorciéndose en su asiento frente al podio. Las palabras del juez no solo le habían dolido más de lo que hubiera creído posible, sino que por una fracción de segundo fue como si su antiguo maestro de la escuela hubiera venido a juzgarle. Y de pronto vinieron a él todo sus recuerdos de Hogwarts, momentos felices y momentos tristes. Recordó el juicio que tuvo por ser un mortifago y como gracias a Potter quedó absuelto.

—Muy bien, empecemos —dijo el juez apartando la vista del joven—. ¿Cómo se declara su cliente? —El juez dirigió su atención al abogado defensor. Un señor mayor, un poco más joven que el juez, se levantó a su lado.

—Inocente, su señoría.

—Muy bien. Ahora la fiscalía presentará los hechos de este caso.

El fiscal caminó al centro de la sala.

—Hay evidencia de que el señor Malfoy expresó su deseo por matar al hoy occiso, si continuaba sus agresiones contra la señorita Granger…

Ir a prisión no era lo que más le preocupaba. Lo que le preocupaba era la idea de dejar atrás a la única persona que le importaba en este mundo; una persona a la que durante  años había lastimado con insultos y acciones reprobables y con quien ahora sentía que tenía la oportunidad de hacer las cosas bien y demostrarle que de verdad había cambiado. Esa oportunidad se esfumaba de sus manos si el señor Granger seguía con vida. 

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