Capítulo Tercero: Funestas noticias

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Siguieron al rey por unas largas escaleras que había detrás del trono. Tras cruzar varios pasillos llegaron a una gran habitación, al fondo había un robusto escritorio de madera, de las paredes colgaban telares de finas costuras donde habían bordadas exquisitas escenas de la historia de Epirya, unas grandes vidrieras dejaban entrar la calidad luz del sol iluminándolo todo con múltiples colores.

Kenneth ocupó la silla que estaba detrás del enorme escritorio, éste estaba lleno de papeles que esperaban para ser firmados. El rey les hizo un gesto para que tomasen asiento al otro lado de la mesa.


- Alteza, nos era desconocido el asunto de la guerra ¿qué está ocurriendo? -dijo Eoghan cortésmente una vez se habían sentado.

- La parte oriental del Imperio está teniendo problemas de sublevaciones con sus reinos -le respondió el rey abstraído mientras buscaba entre los papeles de la mesa- mi hermano nos ha pedido ayuda para recobrar el equilibrio. Delandir parte a medio día, Drystan partirá mañana al frente de 15.000 jinetes y 10 barcos de guerra a Ispayyis.

- Difícil campaña se presenta entonces, el desierto de Taroak es ciertamente inhóspito, por no hablar de sus tribus nómadas, acostumbradas a correr bajo el abrasador sol

- Tenéis razón... mucha razón... ¡Ah sí!, aquí está -desenrolló un pequeño pergamino de color marrón y lo extendió sobre la mesa- pero ese no es el asunto que os trae ante mí. Hace dos noches recibimos un halcón mensajero ...

» La aldea de Ondron ha sido totalmente destruida -comenzó a leer el rey en voz alta para que todos lo oyesen con claridad- Las casas han sido quemadas y los aldeanos mutilados y calcinados. Solo hay un superviviente, le he aconsejado que se dirija a palacio para entrevistarse con su majestad. Si obtengo alguna nueva os lo haré saber inmediatamente.

- Mutilados y calcinados... -musitó Eoghan.

- No entiendo que tenemos que ver con algo así, nosotros simplemente habíamos venido a cobrar el último trabajo -dijo Aldair retorciéndose incomodo en su silla.

- La guardia errante, como ya he dicho, marcha a medio día a la guerra -el rey frunció el ceño ante la descortesía de Aldair- así que Fergie me ha recomendado que os encargue el trabajo a vosotros, ya que sois los mejores guerreros de la ciudad, los herederos de la gran compañía Los Hermanos Libres, o eso es lo que dice Fergie

«Menos mal, no sabe nada de nuestro problemilla con Delandir, y mucho mejor, se va de la ciudad» respiró Aldair aliviado, ahora tenía un problema menos

- Por supuesto Alteza, nos encargaremos de... -Eoghan fue interrumpido al abrirse la puerta del despacho.

Un muchacho delgado asomó la cabeza en la habitación.

- El hombre que dice venir de Ondron acaba de llegar a palacio, pide audiencia con vos, Alteza -tan rápido como había aparecido volvió a esfumarse al ver que el rey asentía.


El superviviente era un campesino de unos 50 años llamado Daly. Entró en la habitación con la cabeza gacha y paso torpe. Tras ser recibido Eoghan lo ayudó a sentarse entre Aldair y él


- No has podido llegar en mejor momento -le dijo el rey una vez se había acomodado en el asiento- aquí están los hombres que se encargarán de lo sucedido, adelante, cuéntanos todo lo que tengas que decir


tras unos momentos en silencio, comenzó a relatarles con voz entrecortada y sombría:

- Llegué a la aldea cuando el día nacía, mientras estaba fuera vi una fuerte luz verde que iluminó todo el cielo, al rato comenzaron a surgir columnas de humo. Alarmado corrí hacia la aldea, fue inútil, llegué tarde, nunca me habría imaginado lo que me encontré al llegar. Era un espectáculo aterrador, todas las casas estaban ardiendo y la gran mayoría de ellas derrumbadas. Y-y... mi mujer, mis amigos, todos los del pueblo... parecía que habían intentado huir inútilmente de lo que fuese, sus cuerpos estaban calcinados, muchos de ellos eran irreconocibles. Pero no solo eso, a gran número de ellos les faltaban el brazo, la pierna, incluso la cabeza o tenían heridas de zarpas... -su mirada estaba trastornada, no podía parar de temblar. Se cubrió la cara con las manos y empezó a sollozar.

El libro del NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora