El paso por el Bosque Oscuro había sido traumático para todos ellos, en especial para Aldair. Con el ataque de los lobos habían perdido a los caballos, por lo que tuvieron que seguir a pié, dejando atrás casi todas sus pertenencias, tan solo cogieron sus armas principales y un fardo cada uno con todo lo que pudieron cargar. Desde ese momento el paso se hizo mucho más lento, y tuvieron que pasar aun tres días y tres noches dentro del bosque.
Amanecía el quinto día dentro del bosque, el aire venía muy frío esa mañana, lo que les indicaba que debían estar ya muy cerca de las montañas. Aldair se encaramó al tronco del árbol más alto de los que tenían al rededor y trepó por él con gran habilidad.
− ¡Debemos estar a unas tres horas de la salida! —gritó desde arriba.
Se tomó su tiempo para volver a bajar, dedico varios minutos a disfrutar del aire fresco que le ofrecía las montañas, esa fría brisa en el rostro eran como pequeñas agujas heladas que pretendían penetrarle en la cara, pero aún así, aquello le hizo sentirse mejor, el aire era mucho más diáfano y tenebroso allí abajo. El solo pensar que debía volver a internarse en la oscuridad del bosque le erizaba la piel. Cuando estuvo preparado volvió a bajar, y se encontró con el campamento ya recogido y a sus compañeros hablando tranquilamente.
En estos días, pese al enorme esfuerzo de las caminatas, el rostro de Eoghan se había recuperado por completo, sus ojos volvían a rebosar su típica vitalidad y alegría, aunque físicamente aún no se encontraba al cien por cien.
− Te has tomado un buen rato ahí arriba —le dijo con tono amable.
Aldair se encogió de hombros.
− Sienta bien estar alejado de vosotros, al menos durante un rato —bromeó despreocupadamente, aunque con la voz tan fría como el aire que los rodeaba.
Eoghan sonrió y lo miró con afecto, era la primera vez que bromeaba desde lo ocurrido con Kaira, todos sabían que tardaría en recuperarse de aquello, pero por algo había que empezar.
− ¿Tres horas has dicho? —le preguntó Kendrah.
− Si, en tres o cuatro horas deberíamos estar fuera de este mar de árboles.
− ¡Magnífico! —dijo Cedrick— podremos almorzar una buena comida caliente en Narfon. Estoy hasta los cojones de éste pan duro.
− ¡Shh, silencio! —susurró Drach con crispación, haciendo un gesto con la mano para intensificar su orden.
− ¿Qué ocurre? —preguntó Eoghan, que estaba junto a él. El mago llevaba unos días comportándose de forma extraña, y mucho más silencioso de lo normal.
Todos pusieron la mano en la empuñadura de su arma. Drachenblaunt giraba sobre si mismo buscando algo que ninguno conseguía ver.
− Hace dos días que noto que alguien, o algo, nos está observando y justo ahora acabo de volver a notar su presencia —todos lo miraron nerviosos, sin comprender nada. Aldair desenvainó su espada y se colocó junto a Eoghan mientras Drach seguía hablando— pero es una sensación extraña... es una presencia distinta a todo lo que he sentido a lo largo de mi vida.
Y entonces se mostró delante de ellos. De detrás de un árbol cercano, más bien como si hubiera salido del mismo tronco, emergió un cuerpo extraño: tenía figura femenina, pero no era humano. Medía aproximadamente lo mismo que una mujer de estatura media, pero en vez de piel todo su cuerpo estaba cubierto con una fina capa parecida a la corteza de árbol. La larga melena que le llegaba hasta cerca de la cintura no era de pelo, sino que su cabellera estafa formada por pequeñas hojas trenzadas entre sí. En su rostro, dos rendijas de luz verde hacían de ojos y carecía de boca.
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El libro del Nigromante
FantasyHeme aquí en mi eterno afán por redactar la historia de Caramith, un lejano reino de una recóndita tierra olvidada por muchos y recordada por muy pocos. La historia de un reino que nació tras la cruenta guerra entre los hombres libres aliados con l...