Nimide suspiró y apartó la vista del libro que le había entregado el Nigromante, para pasearla por su nuevo despacho: Era una enorme habitación de simples y bastos muros excavada en la misma roca, pero ricamente decorada con cuadros y telas de colores con diferentes motivos. Contaba con un par de estanterías repletas de antiguos libros, escritos por los grandes magos del pasado. En una esquina había una pequeña mesa, sobre la cual encontramos unos frascos de cristal con un extraño líquido negro y espeso en su interior, algunas hojas de exóticas plantas, polvo de huesos y algún que otro producto de igual rareza. Varias esferas de luz pequeñas flotaban por toda la estancia, iluminándolo todo. Ella se encontraba sentada en una silla de alto respaldo detrás de un enorme escritorio. Volvió a bajar la mirada para concentrarse nuevamente en la lectura.
Había regresado esa misma mañana, dos semanas después de que el Nigromante, el señor de los magos de la orden de los renegados, la llamase a sus aposentos. Estar de vuelta en las profundidades de la montaña no le agradaba, le hacía sentirse cautiva, prisionera en su propia ciudad. El sentimiento no mejoraba cuando muchos de los grandes magos de la Orden, la mayoría de ellos realmente, la recibieron con malas caras.
Los magos más poderosos eran ya bastante ancianos, pero eso no significa que fuesen débiles, ya que se encontraban en su máximo apogeo de potencial mágico, tras larguísimos años perfeccionando la técnica, mientras esperaban a ser llamados. Podréis imaginar el humor de estos cuando su Señor había elegido a una mujer, que debía ser el doble de joven que ellos, para que realizase la prueba. Por esto, ninguno de éstos magos esperaba que volviese con vida una vez había marchado, pero ciertamente lo había hecho, y no solo eso, sino que había sido elegida como la heredera de los poderes del Nigromante y ahora deberían obedecerla, al haberse convertido en la segunda al mando de los renegados, solamente por debajo del Gran Señor.
Un alegre repiqueteo en la puerta le interrumpió la lectura. Hizo un leve gesto de mano y la puerta se abrió por si misma. Al otro lado había un joven mago de cabello plateado y tez oscura. Vestía una túnica de color negro, al igual que todos los magos renegados.
– Bienvenida a casa, mi señora —dijo haciendo una teatral reverencia con una jovial sonrisa— me hubiera gustado haber venido a veros antes, pero mi maestro no me lo ha permitido hasta ahora.
Nimide sonrió y cerró el gran libro, para dejarlo caer en el escritorio.
– Creo que nunca me acostumbraré a tales formalismos —se levantó y dejó que le besara la mano— adelante siéntate, Alakim. Ojala todos me hubieran recibido con tu entusiasmo.
Le hizo un gesto para que tomase asiento y se acercó hasta un pequeño mueble que había junto al escritorio, cogió dos tazas y las llenó con una bebida de color verde parecida a un té de hiervas. Le ofreció una y se sentó junto a él.
– Así que has pasado la prueba de nuestro señor y has sido elegida, ¿eh? —dijo tras dar un pequeño sorbo— no sabes cuanto me alegro.
Ella le dedicó una cálida sonrisa y bebió un poco.
– pues sí, la verdad es que me costó bastante pero lo conseguí. No me preguntes por los ambiciosos deseos del Nigromante, me ha prohibido contarlos —añadió tras ver su cara llena de ilusión.
Alakim puso una mueca de decepción y rió por lo bajo. Centró su mirada en el libro de portada negra que Nimide había puesto en el escritorio.
– ¿Qúe es ese libro? Nunca había visto algo parecido.
Nimide lo cogió y se lo acercó para que lo viese.
– es una copia del libro mágico que el Nigromante lleva haciendo durante largos años.
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El libro del Nigromante
FantasyHeme aquí en mi eterno afán por redactar la historia de Caramith, un lejano reino de una recóndita tierra olvidada por muchos y recordada por muy pocos. La historia de un reino que nació tras la cruenta guerra entre los hombres libres aliados con l...