− ¡Al fin he encontrado el camino! —estalló en júbilo Drach, sin poder parar de tiritar de frio.
Ya hacía dos días desde que los compañeros dejaron Narfon. Desde entonces no había dejado de nevar en ningún momento. El camino desapareció muy pronto bajo la densa capa de nieve, que en algunos puntos de la travesía les había llegado cerca de la cintura, pero eso no les impidió continuar avanzando. Esa mañana habían llegado a Picotorcido, lugar que antaño marcaba la frontera del reino, era uno de los picos más altos de los montes blancos, y recibió dicho nombre debido a que la puntiaguda cima se inclinaba hacia un lado como si quisiese caer al suelo, al igual que lo haría un viejo sombrero de pico.
Una vez en ese punto, la bajada no sería fácil, solo había un camino que descendiera hacia el otro lado de las montañas: un estrecho pasaje que se deslizaba por las escarpadas laderas. Ese lado de la montaña estaba lleno de barrancos y el camino bajaba buscando siempre la ruta más segura, que descendía muy poco a poco hacia el Este, alejándolos de su objetivo, ya que la entrada a Rhyduaria se encontraba justo a los pies de Picotorcido.
El ánimo del grupo había peligrado en muchas ocasiones, llegaron incluso a plantearse el volver a Narfon y esperar que pasase lo peor del invierno, pero eso les habría llevado a esperar al menos dos meses, y volver a Epyria no era una posibilidad. Así que hicieron caso a Drach, el cual les había prometido que pronto se librarían de aquella nieve y pasarían por un lugar seguro.
Drachenblaunt suspiró, expulsando gran cantidad de vaho.
− Es un camino creado por los antiguos magos, nos llevará directamente al pie de la montaña, pasando por su interior.
Pero por más que se cercioraron en mirar, no encontraron dicho camino ni ninguna entrada o cueva que se sumergiese en las entrañas de la montaña, tan solo unos viejos árboles de ancho tronco. Aldair se acercó, mirando repetidas veces a cada árbol. Uno de ellos en concretos le turbaba especialmente, ya había visto ese árbol anteriormente.
Se acercó hasta él y lo tocó con mucho cuidado, cuando su piel entró en contacto con la rugosa corteza, las imágenes de su sueño se le agolparon en la cabeza.
− Este es el árbol de mis sueños —susurró y miro a Drach con el ceño fruncido. Se alejó unos pasos del árbol— será mejor que no nos acerquemos a él, no había nada agradable en su interior, ya lo sabes.
Drachenblaunt sonrió, recordando a lo que Aldair se refería.
− Tenéis razón joven Aldair. Este es el árbol que hemos podido ver en nuestros sueños, por ese motivo puse a Rhyduaria como objetivo principal de mis investigaciones. Pero no creo que salga nada de su interior para acabar con nosotros... porque esta es la entrada al interior de la montaña.
Aldair miró con terror al árbol mientras Cedrick se acercaba hasta él y lo golpeaba con el pie.
− ¿Seguro que no te confundes de lugar?, es un tronco bien sólido y no parece que oculte una entrada secreta ni nada por el estilo
Drach apartó a Cedrick del árbol amablemente.
− No me confundo amigo mío, los magos querían este camino solo para ellos, por lo que ocultaron su entrada.
Posó la mano en el tronco y tras varios minutos en silencio, encontró las palabras correctas que pronunciar. El tronco comenzó a abrirse, retorciéndose sobre sí mismo, como si de papel estuviese formado. Aldair saltó hacia atrás y se puso en guardia, recordando las mortíferas luciérnagas que salieron del tronco en su sueño, pero volvió a incorporarse cuando nada, excepto un extraño hedor, salió del interior. Lo único que había allí era un agujero en el suelo, que daba paso a una estrecha y desgastada escalera, cuyos escalones habían sido esculpidos en la misma roca de la montaña.
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El libro del Nigromante
FantasyHeme aquí en mi eterno afán por redactar la historia de Caramith, un lejano reino de una recóndita tierra olvidada por muchos y recordada por muy pocos. La historia de un reino que nació tras la cruenta guerra entre los hombres libres aliados con l...