Capítulo Noveno: El bosque Oscuro

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Aldair hizo una mueca de cansancio y tiró una pequeña rama a las ascuas que quedaban en la hoguera. Había sido una noche larga y difícil, pero al fin empezaban a asomar los primeros rayos de sol detrás de las montañas. Se levantó, estiró la espalda y dio unos pequeños saltos para desentumecer los músculos. Se quedó mirando a Cedrick expectante mientras éste salía de la casa. Cedrick, al notar que lo miraba, negó con la cabeza y Aldair hizo un gesto de dolor y decepción.

Pese a que se habían repartido por turnos la guardia, ninguno de ellos había conseguido dormir. Cedrick se pasó toda la noche sentado en la puerta de la habitación y entrando y saliendo de la casa, Aldair permaneció junto al fuego todo el tiempo, sin dejar de alimentarlo y mirarlo fijamente, mientras que Kendrah no paró de andar por todo el campamento y revisar todas las pertenencias que habían dejado los Asesinos en varias ocasiones. Drachenblaunt no se separó de Eoghan en toda la noche, se lo llevó hasta la habitación de más al fondo y no permitió que nadie entrase a molestarlo. De vez en cuando pudieron oír como Eoghan gemía de dolor mientras Drach recitaba uno de sus conjuros de sanación.

̶  ¿Por qué no salen de ahí? —preguntó Kendrah desperezándose mientras Cedrick se sentaba junto a él— ¿Creéis que deberíamos entrar nosotros?

Cedrick suspiró acariciando a Kaira.

̶  Nos dijo que esperásemos fuera, y que bajo ningún concepto entrásemos ahí hasta que él saliese. Ya está amaneciendo, pronto saldrá y nos dará buenas o malas noticias

Aldair bufó.

̶  Cállate, no seas cenizo, por supuesto que nos va a traer buenas noticias.

̶  Debemos estar preparado para cualquier cosa —dijo Kendrah con suavidad.

Aldair le dedicó una mirada fulminante pero enseguida ablandó el rostro.

̶   Lo siento, se que tenéis razón... nada de esto tendría que haber ocurrido, es todo mi culpa.

̶  No digas estupideces —le espetó Cedrick

Aldair puso una sonrisa forzada y se sentó para volver a bajar la mirada hacia el fuego. Cedrick preparó un rápido desayuno utilizando la carne que habían traído los Asesinos y tiraron el resto de alimentos que estos habían dejado, por si resultaba que también estaban envenenados.Tomaron ese rápido desayuno en silencio, incluso Kaira parecía abatida, no le había dado ni un bocado a la porción de carne que Aldair le había dado.

La perra rompió el silencio cuando corrió ladrando hacia la casa, unos segundos después Drachenblaunt salía, apoyando sobre su hombro a un pálido Eoghan. Éste los miró esbozando una casi inapreciable sonrisa, antes de torcer el gesto en una mueca de dolor.

Los tres mercenarios se levantaron rápidamente y Cedrick corrió hacia su viejo amigo, para ayudarlo a caminar. Aldair contuvo su emoción con los ojos húmedos en lágrimas y caminó sereno hasta Eoghan, para darle un reconfortante apretón en el hombro.

̶  Sabía que saldrías por tu propio pie de esa casa —le dijo con pequeños altibajos en la voz.

Eoghan rió por lo bajo, de forma casi inapreciable.

̶  Mentirosos, ya me dabais por muertos, pero soy más duro de lo que creéis —dijo con un forzado hilo de voz.

Todos rieron abiertamente, rompiendo de esa forma la dura tensión que habían mantenido toda la noche. Ciertamente, nadie pensaba que Eoghan sanaría y continuaría éste viaje. Pero no contaban con la magistral ayuda de Drachenblaunt. Acababan de presenciar de lo que un mago era capaz de hacer, pero ¿qué precio había pagado por ello?, como ya les había contado, los conjuros de sanación pertenecían a la magia prohibida, y se debía pagar un precio por ello, uno de los más altos. Y aún así había decidido salvar la vida a un compañero sí, pero alguien a quien realmente apenas conocía. Todo lo ocurrió había unido más al grupo e hizo aumentar enormemente la confianza hacía el viejo mago, a partir de ahora todos creerían más en él, y veían posible salir victoriosos de esta complicada aventura en la que estaban inmersos.

El libro del NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora