Capítulo 8

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"𝐂𝐥𝐚𝐫𝐚, 𝐛𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐲 𝐩𝐞𝐫𝐟𝐮𝐦𝐚𝐝𝐚, 𝐞𝐫𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞 𝐬𝐞𝐫𝐞𝐧𝐚, 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐚𝐬 𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨 𝐭𝐨𝐝𝐚𝐬 𝐬𝐮𝐬 𝐠𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐨𝐬𝐭𝐞𝐧𝐭𝐚, 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐛𝐫𝐢𝐬𝐚 𝐲 𝐥𝐚 𝐟𝐥𝐨𝐫 𝐧𝐨𝐬 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐯𝐨𝐳 𝐬𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐚, 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐞𝐭𝐚, 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐚𝐦𝐞 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐝𝐞, 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐮𝐞𝐛𝐥𝐨 𝐬𝐞 𝐫𝐞𝐜𝐫𝐞𝐚"

𝐁𝐀𝐑𝐓𝐎𝐋𝐎𝐌È 𝐌𝐈𝐓𝐑𝐄

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La noche del viernes había caído, los pájaros revoloteaban con gran cansancio y sus cantos ya no se escuchaban con gran esplendor, la semana pasaba rápida, las ganas de dormir reinaban en toda la gente, niños risueños jugaban en las calles de los parques y los adultos caminaban con tanta paz que algunos los envidiaban por ese simple acto.

Luigi era uno de los pocos afortunados de esa tan envidiosa paz, sus ojos mostraban ese brillo inigualable que poseían sus iris azules mar y cielo. Aquel azul que reflejaban calma y paz en toda aquella persona que lo mirara detenidamente eran hipnotizados por su hermosura, tanto hombres como mujeres caía rendidos al encanto del castaño, una actitud serena ante toda circunstancia, esa bella sonrisa que hacia enamorar a toda mujer, ese cabello tan sedoso, manos tan delicadas como el de una mujer, un cuerpo de envidia para toda aquella chica de caderas grandes y cintura pequeña, una espalda tan enmarcada que sus omoplatos relucían debajo de su ropa.

Aquellas piernas delgas y esos muslos de ensueño, simplemente era perfecto, era un 10. Pero, así como es un 10 tenia sus debilidades. Era sensible, ante todo su carácter, así como amable era débil y no podía decir un simple no, sus decisiones siempre eran opacadas por un segundo o tercero en su lista de conocidos. Nunca podía tomar riendas de su propia vida, ser controlado por un hermano sobreprotector era abrumador.

Esa vida no la deseaba, no la merecía. Aquellas noches en donde lloraba por su hermano y su bienestar, por el saber de si estaba bien o si comía y dormía. Su paz mental sufría por su hermano, por su familia, no dormía y comida bien, aquel rechazo a la idea de si seguía vivo al no ver tales respuestas en su celular. Negar y sentir eran los pensamientos de su día a día, pero ver y ser rechazado por su hermano le heria el corazón, su alma fragmentada en mil pedazos, aquella alegría se había desvanecido por un largo periodo, aquella bella sonrisa no se presentaba en ninguna circunstancia. Las palabras no salían ni porque lo obligaran a seguir adelante.

𝙳𝚎𝚌𝚒𝚜𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora