Capítulo 14

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—Sin dudas fue una gran fiesta —Dijo Jack, dejando caer su espalda contra el respaldo de la silla y cruzando sus brazos por detrás de su cabeza —Henrik pasó el mejor momento de su vida, al igual que todos esos niños. Fue divertido ver a las hijas pequeñas de un par de sirvientas, corriendo envueltas en collares de perlas y enormes alfileres con gemas en sus mejores vestidos de iglesia. Todos tenían grandes sonrisas en sus rostros.

—¿Te robaron algo? —Preguntó Jamie, estremeciéndose un poco ante la intensa mirada del peliblanco —Lo siento, solo tengo un poco de curiosidad. Quiero decir, imagino que todas esas joyas tenían un valor de millones de dólares.

—Varios millones de dólares —Corrigió Jack, sonriendo —Los guardias se cuestionaron lo mismo, pero no, no robaron nada. Solo encontramos un par de piezas de joyería debajo de las mesas cuando comenzaron a limpiar el salón más entrada la madrugada, probablemente gracias a todo el correteo que hicieron los niños esa noche, pero no faltó ninguna joya. Creo que lo más impresionante fue lo que sucedió al día siguiente.

—¿Aja...?

—Bueno, los nobles que asistieron acababan de enviar las típicas notas estándar: "Gracias por invitarnos", "Fue un placer", Etc. —Pronunció, agitando la mano en el aire —Pero los aldeanos y el personal del castillo, cuyos hijos habían sido invitados, se presentaron en palacio a la mañana siguiente con regalos de agradecimiento y cantando felices por la fiesta. Dijeron que sus hijos quedaron encantados con todo; quiero decir, niños, en su mayor parte pobres, tuvieron la oportunidad de fingir ser miembros de la realeza, con todo ese encanto y glamour por al menos una noche. Significó tanto para ellos como para los padres, pero cuando escucharon que todo había sido idea de Henrik, hubieras visto sus caras, estaban estupefactos.

—Espera un minuto. ¿Regalos? ¿Qué quieres decir con eso?

Jack se inclinó hacia delante, juntando las manos sobre sus rodillas.

—Está bien, creo que no me explique lo suficiente. En ese entonces no teníamos correo electrónico o teléfonos para llamar si necesitabas algo de tu gobierno, o una queja si era el caso. El papel era caro y sobre todo, mucha más para una familia que no ganaba mucho. Por lo tanto había un día a la semana en el que podías ir a hablar con el gobernante. El de Elsa era los lunes, y siempre se instalaba en la sala de recepción donde recibimos a los invitados para la boda. Por lo general yo también iba, solo por el hecho de que era interesante ver lo que pasaba ahí dentro, pero nunca tenía mucho que decir. Nos sentábamos en esos tronos, condenadamente incómodos. Todo aquel que quisiera hablar con Elsa era llevado a la habitación al comienzo del día.

—¿Se vestía formal? Me refiero a usar una tiara y todas esas cosas.

Jack frunció el ceño y miró perplejo a Jamie.

—¿Qué? No, claro que no. Todos sabían quién era ella, no tenía que andar por ahí anunciando todo el tiempo: "Hola, soy la Reina". Solo usaba un atuendo sencillo, así como todos nosotros. Todas esas joyas eran agotadamente pesadas.

Jamie sonrió y siguió escribiendo en su libreta.

—Solo tenía curiosidad, la idea de usar todas esas genas suena divertido.

Jack resopló.

—No lo era. Eran incómodas, pesadas y duras. Nunca te dicen eso sobre las joyas. De todos modos. ¿Puedo continuar?

Jamie hizo un gesto de concesión con la mano y una sonrisa en los labios.

Jack se rio entre dientes.

—Bueno, ese lunes, un par de días después del cumpleaños de Henrik, Matías abrió las puertas como de costumbre y todos esos aldeanos entraron en tropel a la habitación con cestas, bultos, cajas, paquetes y envoltorios; varios de los miembros del personal del palacio también estaban con ellos, lo cual no hizo otra cosa que confundirnos todavía más.

Frostbitten || JelsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora