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El timbre de la casa de Alba sonó justo cuando la comida estaba en una gran olla ya cocinandose.

Pedro había sido de buena ayuda, a diferencia de los demás hombres medio machistas de la época, él era muy servicial y no tenía problema en cocinar con ella.

Entre risas cortaron los vegetales, un poco de carne y estuvieron cocinando el guiso hasta cerca de la una de la tarde que fue cuando sonó el timbre. Minutos antes, había llegado María Rosa.

– Revolvé, ahí vengo.

Dijo Alba a María Rosa, corriendo a la sala principal.

Al abrir la puerta se encontró a Charly que llevaba un vino en sus manos.

– Hola, ¿Acá es la residencia de la señorita Monet? – preguntó en joda.

Ella rió y lo saludó con un beso en la mejilla.

– Aquí es, no tenías que traer nada... Al final los que ganaron fueron ustedes.

– Bueno, no quería caer con las manos vacías... ¿Todo bien?

– Si, me sorprende la hora... Pensamos que ibas a llegar más tarde.

Dijo mientras caminaban a la cocina. A Charly le dió ternura verla tan de entrecasa, con un delantal puesto.

No era para nada la versión que había conocido en el club, tan rockera vestida de cuero.

– Ah me mataron, con razón me ardían las orejas. – dijo riendo.

Al llegar a la cocina saludo a los chicos y se acercó a María Rosa que estaba en la olla.

– Che, que pinta que tiene eso... – observó Charly.

– Nosotros ayudamos, pero la chef acá es Alba. La tiene re clara. – dijo Pedro, mientras servía el vino que había traído Charly en algunas copas.

– A mi no me sirvas, porfi. – dijo Alba, mientras volvía a la olla.

– No me vas a despreciar el Malbec. – dijo Charly fingiendo estar ofendido, pero lo decía en joda.

– No me gusta el vino, perdón. – dijo Alba encogiéndose de hombros, ruborizándose mientras sacaba una gaseosa de la heladera.

– ¿No te gusta el vino? – pregunto Pedro, sorprendido.

– No. No tengo tanta clase. – bromeó.

– Hay muchos tipos de vino igual. – observó Charly, mientras le daba un sorbo a su copa.

Luego corto un cachito del pan que había sobre la mesa y lo embebió en la olla para probar la comida.

– ¡Che! No sé prueba hasta que no esté listo... – lo reprochó María Rosa, y el rió.

– Los probé todos, por eso llegué a esa conclusión. – dijo Alba riendo, mientras terminaba de poner la mesa.

Charly estaba medio entristecido.

No tenía mucho dinero, y lo poco que había ganado en el trabajo quiso hacerlo valer en ese vino caro que había comprado para acompañar el almuerzo.

Y a ella no le gustaba el vino, tendría que haber preguntado.

– ¿Y qué te gusta? – le preguntó curioso.

– ¡La birra le gusta, a montones! – la molestó María, riendo.

– No te lo voy a negar. – dijo la nombrada riendo. – Y la Coca Cola.

– ¡Eiti Leda! – dijo Charly sorprendido.

– ¿Eti qué? – pregunto María Rosa.

– Es una canción que tiene Charly. – rió Pedro. – Es como él llama a la Coca Cola.

Te Ví Entre Las Luces | Charly García ficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora