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María Rosa llegó a la casa de Alba justo cuando las demás estaban cocinando.

Aquel domingo se juntaban a almorzar, y no podía no ir a pesar de la mala situación que estaba atravesando.

– ¿Que haces Mari? – Alba saludó con un abrazo a su amiga, después de que María haya saludado a todas las chicas.

Se encontraban en la cocina haciendo pastas.

– Todo bien. – sonrió de lado.

Rita la miró de soslayo, conocía muy bien a su amiga.

– ¿Qué anduviste haciendo? Que ayer no viniste al bar a tomar algo.

– Nada, mambos en casa...– dijo.

– Te entiendo. – dijo Alba, haciendo una seña con su cabeza en alusión a sus padres.

Quienes aquel mediodía no estaban ahí porque sabían que su hija se juntaba con las amigas así que se habían ido para darles su espacio.

– Bueno, cambiemos de tema. No te bajonees, vamos a distraerte y aprovecha a pasarla bien.

María Rosa asintió, suspirando.

– ¿Che y que onda con Pedro? – pregunto Rita, cambiando de tema.

– Ninguna onda... Somos amigos. – dijo Alba.

– Esta re bueno. – Dijo Luciana apenada.

– ¿Y por qué lo decís así? – dijo Rita entre risas, mientras comía un poco de papas fritas que habían puesto en un cuenco.

– Porque está enganchado con Albita.

– No está enganchado conmigo, boluda. – acotó riendo.

– Si, son amigos nomás. Mándale mándale que por ahora está soltero. – dijo Rita.

– ¿Y vos? – Valeria miró a la pelinegra.

– ¿Yo? Yo ya me enganche al empresario ese.

– Ah pero nada serio, ¿No?

– Está nunca quiere nada serio, ya la conocen. – rió Alba sacando las pastas del fuego.

Almorzaron entre charlas y risas, las juntadas entre amigas eran lo más. Y más cuando se dedicaban a charlar y no a ensayar o tocar como siempre hacían.

Pero notaban que María Rosa estaba ausente. Comía en silencio, y cuando todas estallaban en risas por boludeces que alguna decía, ella tardaba en caer.

– Che. – Alba le tiró con un repasador en la cara. María Rosa reaccionó y alzó la vista de su plato. – ¿Qué te pasa? – preguntó.

– Nada...

– Dale boluda. ¿Hace falta que te lo digamos? Sabes que estás en confianza... Si es por lo de tu vieja que se haga ortear. – dijo Rita como si nada. Gabriela soltó una carcajada por la expresión tan natural viniendo de Rita.

– Bueno... – limpió su comisura con una servilleta, y tragó en seco algo nerviosa. – La verdad es que me fui de casa hace como tres días.

Todas se quedaron en silencio, hasta Rita. Mirándola sorprendidas.

– ¿Cómo que te fuiste de casa, y dónde estás parando? – pregunto Alba, preocupada.

– En lo de Charly...

– ¡¿Eh?! – exclamo Rita casi gritando. – ¡¿En lo de Charly?!

– Rita... Deja que hable. – la calmó Gaby.

Te Ví Entre Las Luces | Charly García ficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora