CAPÍTULO 3. Recuerdos del ayer

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–...tres meses, puede que cuatro. Eso antes de que podamos ponernos a construir, claro.

–Los grupos deben estar partiendo ahora mismo. Un mensajero vendrá diariamente trayendo noticias sobre los avances. No creo que el reconocimiento del terreno dure más de unos días. Sólo quedan por estudiar los sótanos y algunas partes de los alrededores; las entradas a los pasadizos subterráneos y poco más.

Zelda elevó la mirada de los planos que ya tantas veces había escudriñado. Sus ojos se toparon con los de Link. Él trató de mostrarse sereno, interesado en aquella conversación, pero la verdad es que estaba aburridísimo. No estaba nada acostumbrado a ese tipo de reuniones tan largas y tan técnicas. Ya había dicho todo al inicio de la charla y ahora esperaba en silencio. Intentaba escuchar. De verdad que lo estaba intentando, pero deseaba que nadie le preguntara después.

–Gracias, Josha. De todas formas, ya le he comentado a Prunia que Link y yo iremos después a hacer unas comprobaciones –el muchacho reaccionó al escuchar su hombre.

–Queda por comentar el tema de la espada –dijo entonces Prunia. Tal vez lo único que quería era retrasar el momento de la salida de Link y Zelda lo máximo posible. Link se removió incómodo, e incluso se puso en pie. Se le estaban durmiendo las piernas.

–Es verdad, Prunia. Gracias –Zelda le observó de nuevo. La espada, dentro de su vaina, esperaba a un lado de la mesa. Lo había practicado muchas veces aquel día en la soledad de su habitación. No podía ser tan difícil. Cuando se puso a hablar vió los ojos de ella abrirse: estaba sorprendida. Eso lo envalentonó.

–Ya he comentado con la princesa que no creo que sea nada grave –empezó. Se concentró en no arrastrar las eses, una manía muy habitual cuando hablaba sin estar seguro de algo y que Zelda siempre le señalaba. –Hace tres noches la espada empezó a brillar mientras descansaba, sin ningún motivo. Fue solo un momento pero hacía mucho tiempo que no lo hacía y pensé que tenía que saberlo.

Rotver se acercó a la espada y la desenvainó, parecía enorme en sus pequeñas manos.

–La hoja está en perfecto estado. De eso no hay ninguna duda –pasó el dedo por la vaina azulada, y después por el filo cortante. Una fina gota de sangre salió de la yema de su dedo. Se lo chupó sin darle demasiada importancia. Symon también se había acercado un poco. Toquiteó la empuñadura, presionándola con suavidad como si esperara que el acero fuera a derretirse en cualquier momento.

–¿Algo que explique ese misterioso brillo?

–La espada avisa siempre a su portador de cualquier peligro –dijo Zelda –Puede simplemente hubiera un bokoblin cerca.

–Es la explicación más probable, sí. Pero si a Link le ha parecido extraño debemos estar atentos a cualquier signo.

–Os avisaré si pasa cualquier cosa más –Link sonrió, sin disimular una cierta satisfacción. Tomó la espada y la giró en su mano con habilidad antes de volver a introducirla en la vaina.

–Quiero daros las gracias a todos. Estoy muy contenta de cómo están yendo las cosas. Con lo que Link nos ha contado...me quedan por leer las cartas que ha traído y escribir unas cuantas respuestas. Prunia, espero que me ayudes esta noche. Además, ahora que sabemos que Impa vendrá a visitarnos pronto...

–Alteza, todos estos cambios son posibles gracias a vos. Hyrule va a volver a ser el reino que una vez fue –dijo Josha, haciendo una inclinación de cabeza. Apenas tenía catorce años, pero era una de las Sheikah más inteligentes que Link había conocido jamás, y sin duda con muchos menos aires de grandeza que Prunia. Parecía muy feliz de poder colaborar con ellos, de hablar frente a personas tan importantes.

La Leyenda de Zelda: Las Lágrimas del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora