Capitulo 25: Dudas del corazón -Trampa del bufón malvado

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Mientras tanto con bell

Bell se encontraba regresando a su hogar, la noche envolviendo su figura en una sombra palpable.

Bell: Pude despejar mi mente un rato. Mañana los visitaré y les llevaré algo como regalo.

De repente, un sonido de aleteo rompió la quietud de la noche.

Bell: (mirando hacia arriba) Me está observando.

Sus ojos se encontraron con los de un búho blanco que lo miraba fijamente desde las alturas. La criatura parecía saber más de lo que dejaba ver.

Bell: (sacudiendo la cabeza) Es solo mi imaginación.

Con un suspiro, Bell continuó su camino, intentando ahuyentar aquellos pensamientos inquietantes.

"Te encontré, Bell Cranel," susurró una voz desde la distancia, sin que él se diera cuenta de la presencia que lo acechaba.

Finalmente, llegó a su mansión. Con la llave, abrió la puerta con un crujido que resonó en la soledad del lugar.

Bell: Ha sido un día muy tranquilo.

Sin embargo, la calma del ambiente lo envolvía en una sensación extraña.

Bell: Este lugar sigue dando miedo. Incluso este silencio es perturbador.

Se dirigió a su cuarto, cada paso resonando como un eco en su mente.

Bell: Parece que esos sonidos y gritos extraños que escuchaba aquí solo eran mi imaginación.

Al entrar, visualizó su cuarto con un sentimiento de inquietud.

Bell: Económicamente no estoy mal. Tengo un lugar donde vivir y dormir. A simple vista, sería una vida normal. Pero soy parte de la facción oscura, el causante de que esos niños del orfanato sean huérfanos.

Sus ojos se posaron de nuevo en la espada negra maldita que descansaba en la mesa. Su mirada se tornó sombría.

Bell: (susurrando) Tengo la sensación de que esa espada emite una esencia maligna. ¿Qué estaba pensando el señor Thanatos al darme tal espada? ¿Por qué? ¿Qué busca realmente?

La espada parecía resonar con un poder oscuro, casi vivo.

Bell: Su capacidad de corte es impresionante. Pudo cortar la espada de la señorita Aiz a la mitad. No solo de ella, sino también las armas del señor Gareth y del señor Finn.

El recuerdo de aquellos enfrentamientos lo atormentaba. Cada golpe, cada destello de acero, llenaba su mente con ecos de sufrimiento.

Bell: (reflexionando) Incluso cortó el báculo de la señorita Riveria. Todos ellos portaban armas de primera clase, y el dios Goibniu una vez me dijo que los aventureros de primera clase poseen armas indestructibles, como la de la señorita Aiz.

Bell dejó escapar un suspiro, una mezcla de asombro y temor.

Bell: Sin embargo, esta espada maldita lo partió a la mitad.

Tomó la espada en sus manos, sintiendo su peso y el frío de su metal.

Bell: No me preguntaron cómo obtuve esta espada el capitán con Ikelos-sama. Yo tampoco les conté que me la regalaron.

Mientras la examinaba, la belleza de la espada se mezclaba con su siniestra naturaleza.

Bell: No hay duda de que es una bonita espada. Pero, ¿debería conservarla?

El dilema lo consumía. Un lado de él sentía que la espada representaba su fuerza, pero el otro sabía que también simbolizaba su oscuridad.

Bell: (en voz baja) Algo me hace tener esta espada, que no puedo separarme de ella. ¿Es poder o maldición?

El deseo de ser un héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora