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Cuando vuelvo a casa, Kayden está sentado en el sofá con un libro en el regazo y la mirada perdida, aunque sacude un poco la cabeza en cuanto oye el ruido de la puerta. Dirige la mirada a mí y ladea la cabeza, mientras sonríe.

─ Vaya. ¿A alguien le han roto el corazón? ─ pregunta, sarcástico al ver mis ojos enrojecidos y brillantes.

─ Se llama final de un libro, imbécil. ─ Escupo.

─ Bueno, si te sirve de consuelo, también acabo de terminar un libro.

─ ¿Acaba bien ese libro?

─ No, por eso te lo digo. He llorado un buen rato.

─ ¿Hablas del libro que te regaló Lúa? ─ asiente con la cabeza ─. Yo lo tengo. Muy trágica la muerte.

─ Gracias por tu apoyo ─ suelta.

─ No hay de qué ─ respondo yo con la misma ironía.

─ ¿Qué quieres hacer ahora?

No sueltes un chiste suicida, o tendrás que pasar más tiempo en esta casa.

─ No sé ─ acabo respondiendo.

─ He pedido pizzas ─ es verdad. He estado en ese bosque casi cinco horas ─. Llegarán en un rato.

─ Joder, ¿de verdad las pizzerías mandan pizzas a las casas de un bosque casi abandonado?

─ A menos que sea una nueva forma de secuestrar, eso parece.

─ Joder. ─ Repito.

─ Oye, una cosa ─ suspira y se lame los labios ─. Por petición de Lúa, intenta no pasarte todo el día encerrada en la habitación. No es bueno. No cuando se supone que llevas haciéndolo toda tu vida. Intenta hacerlo por ti. Haz un esfuerzo.

Trago grueso para intentar deshacer el nudo que empieza a formarse en mi garganta. ¿Soy digna de juzgar por ello? ¿Me está juzgando acaso? ¿Y si no estoy haciendo lo suficiente? ¿Y si soy demasiado paranoica? ¿Y si no me estoy esforzando? ¿Y si soy muy exagerada? ¿Y si no me alento por salvarme? ¿Y si no he dado lo suficiente? ¿Y si...? ¿¡Y si...!? ¡Malditos y si!

Suspiro entrecortadamente cuando mi cabeza empieza a palpitar con fuerza.

Estoy harta.

Harta de todo.

Harta de mi mente.

Harta de mí misma.

─ Vale ─ respondo en voz baja, intentando que no suene quebradiza ─. Me voy al balcón.

Se da por vencido, suspira y asiente. Yo no digo nada, solo subo las escaleras. Entro a su cuarto y, sin fijarme mucho en cómo es, corro el ventanal y salgo. En cuanto el aire del mediodía me golpea el rostro, dejo que salgan las lágrimas que he estado conteniendo.

No lloro por lo que me ha dicho. Eso simplemente me ha hecho rebosar.

Atrapo un mechón de pelo entre mis dedos, distraída. Entonces se me viene a la cabeza una imagen de mí misma. Mi rostro, mi cuerpo, mis defectos... Todo. Y ahí sí que rompo a llorar. Me odio. Me odio tanto. Me odio con todas mis fuerzas. Me odio con todas mis jodidas fuerzas. Jamás me he querido. Siempre que me miro en el espejo, encuentro siempre algún defecto nuevo. No hay nada en mí que me guste. No hay nada en mí que se pueda amar.

«Eres preciosa y mucho más importante que una cara bonita, Akira.»

Mentirosos.

¿Quién podría amarme alguna vez, sabiendo que estoy llena de defectos, llena de vacíos, llena de grietas, llena de odio hacia mí misma?

Cuando las estrellas dejen de brillar (destacada de ROMANCE JUVENIL 2023) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora