06|La tierra mágica.

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Sin duda alguna esas orejas son puntiagudas. El joven sirviente se limita a retarme con la mirada sin mencionar palabra alguna. Yo le observo sus poco comunes rasgos, aquel rostro se me hace tan perfecto ante mis ojos.

Sus ojos grandes, alta estatura. Tomo distancia de su cuerpo y es entonces cuando me percato de que con el choque algunas hojas cayeron al suelo. Dirijo mi vista hacia estas y me inclino a recogerlas. El sirviente hace lo mismo en un ágil movimento interceptando el recorrido de mis manos, con las suyas notablemente frías.

¿Como podrían estar sus manos con tan baja temperatura?, siendo Greenworld un reino caracterizado por el eterno verano. Aquí no llueve, no nieva como en otros reinos, como en Islandia.

Logro agarrar en mis manos una de las hojas y me tomo un tiempo en que la observo, me percato de que se trata de una carta, pero las palabras escritas en ella no son del simple castellano, son más bien...

—¿Sindarín?—pregunto confundida al leer «Namáirë» en una de las esquinas inferiores lo cual en el idioma elfo significa«Adiós».

Lo sé por las clases de mitología nórdica y germánica que recibí durante los dos primeros años de la Academia.

Los ojos azules del bello sirviente pasan de mí a la hoja que contengo en mis manos y la toma en las suyas, haciendo un gran esfuerzo por no rozar mis manos nuevamente en el trayecto.

—Ojos grandes, orejas puntiagudas, alta estatura, movimientos ágiles, sindarín— empiezo a recopilar palabras, seguido de ello abro mis ojos como platos y expreso —¡eres un ....

Sin permitir que termine mi expresión, el joven sirviente coloca su mano sobre mi boca callando mis palabras. Lo hace en un movimiento tan rápido que apenas permite darme cuenta de ello. Me gira y apoya mi espalda en su pecho, aún con sus manos sobre mis labios

Asustada por tan repentino acto intento zafar su agarre.

—No te haré daño, solo mantén la calma por favor—susurra en mi oído.

—¿Por qué me has callado tan repentinamente? —suelto en un bufido cuando me libero del agarre.

—¿No sabes que nuestra presencia está prohibida en el castillo?—suelta con tanta rapidez que apenas logro captar su pregunta.

—Apenas creo que ustedes en verdad existen y, ¿me estás diciendo que está prohibida vuestra entrada en el castillo?.

»¿En qué momento mis padres han convertido este reino en un completo desconocido para mí?—expreso indignada al no poder soportarlo más.

Sin importarme nada más que mi angustia prosigo a sentarme en la encimera de una de las islas de la cocina.

Recuerdo el hecho de que aún tengo sed y con mi voz calmada pero aún llorando le pido al sirviente elfo un poco de agua porque él si debe saber dónde encontrarla.

De inmediato se va en busca de ella dejándome sola, sumida en mi dolor y la curiosidad vuelve a mi cuerpo al plantearme la hipotética pregunta.

Si está prohibida la entrada de los elfos al reino, ¿cómo es que el joven sirviente se encuentra aquí?

¿Por qué razón?

La figura del joven sirviente del cual aún no se el nombre hace presencia frente a mí y me extiende un vaso metálico con agua en su interior.

—¿Cómo te llamas?— le pregunto después de haber bebido toda el agua.

—Calegorm—dice y escuchar dicho nombre ha sido de las mejores melodías que han escuchado mis oídos.

La reina de la naturaleza verde |TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora