La cara de Marina está igual de sorprendida que la mía. Observo como sonríe levemente y comprendo que parece haber entendido que es un secreto por lo que asegura que no saldrá de nosotras dos.
— Si no te sientes a gusto con dicho matrimonio, lo más decente sería que lo hablaras con tus padres— sugiere Marina dándome una vía que ya he pensado varias veces y también la llevé a cabo en su momento, aunque no en buena manera.
—¿Te quedas a cenar?— propongo al llegar del paseo por el invernadero a Marina. Ella acepta diciendo que no tiene prisa en volver a su palacio.
Juntas nos dirigimos al gran comedor en el que ya estan situados mis madres en sus respectivos asientos. Ellos saludan a la invitada cordialmente. Mi madre le confiesa el placer que sienten al verme empatizar con una amiga, esto lo expresa mi madre porque al muy por el contrario de ella, solo se limita a observarle con su rostro serio.
Durante la tranquila cena, mi madre se dedica a platicar con Marina sobre la enseñanza y el aprendizaje que tuvimos en la Academia y de los futuros planes de Marina. Al contrario de mí, Marina es hija segunda, por lo que el reino cae en manos de hermano mayor, Fausto.
Su pasión se desvía hacia el arte de la escritura. Desea ingresar cuando cumpla los 21 años a la Academia Real de Señoritas Escritoras. Esa escuela tiene en sus más grandes estimas el derecho de la mujer, aceptando solamente ingresadas princesas.
La repentina lluvia impide el regreso a casa de Marina, así que le invito a quedarse en el castillo junto a mí, aprovechando la ocasión para ingeniar un plan que me salve del matrimonio.
¿En donde estará Calegorm, justo ahora?
Mis pensamientos repentinos me causan tristeza por ocasiones. A pesar de todos los acontecimientos, Calegorm es un tema que no ha salido de mi mente, sobre todo la duda de si podré en lo adelante volver a encontrármelo.
Me pregunto cuál habrá sido el tema que trató con mi padre en mi llegada al castillo.
—¿En qué piensas? — pregunta Marina entrando a mi habitación al tiempo que me devuelve a la realidad.
— Veinticuatro horas exactamente faltan para la celebración que todos esperan — le confieso mirando el pequeño reloj de mano que observo una y otra vez. Aunque mi mente no esté en la celebración, sino en Calegorm.
— Es una pena que tengas que destruirle las emociones a Otoniel. — confiesa y su voz ha salido más para sí misma que para mí.
Su mirada de lástima recorre mi confuso rostro y se recompone de inmediato volviendo a su sonriente rostro.
¿Qué ha sido eso?, pienso y aunque me resulte intrigosa su repentina expresión, me siento muy cansada como para involucrarme en más misterios.
A descansar.
***
Ya han pasado dos horas desde el amanecer y los diseñadores más famosos de todo el mundo han llegado en sus carruajes siendo recibidos por mis padres, mientras que yo aún se niego a salir de mi alcoba, hasta el momento en que Nana viene a avisarme que debo de salir a probarme el hermoso vestido, diseño que por supuesto ha ideado la mismísima reina Esmeralda I.
De mala gana me digno a salir de la habitación y al dar el primer paso, me encuentro con gran movimiento de sirvientes llevando jarrones, esculturas y flores de un lugar a otro.
— ¡Espere, a él no! —exclamo casi en un grito dirigiéndome hacia uno de los sirvientes que llevaba en sus manos a Copito y se dirigía al patio trasero.
De inmediato llego a pararme frente a dicha persona y mis ojos verdes reparan en el tierno conejo para tomarlo en mis manos sin poder evitar el roce entre ellas y las del sirviente sintiendo una fría temperatura en ellas. Es entonces cuando mi mirada traspasa el hermoso azul de los ojos del plebeyo, que supongo de que se trata tal temperatura.
Dejando de lado mi instinto detective me dirijo hasta un iluminado salón donde me espera mi madre sentada en uno de los asientos frente a un gran círculo situado en el piso en el que debo de posicionarme para la prueba del vestido.
El diseñador repara en mí con sus muy pequeños lentes semejantes a los que usa Lord Roman y me invita a subirme en dicho círculo para sus ayudantes proceder a colocarme el hermoso vestido.
Sin lugar a dudas el vestido es una preciosura, su fina tela de seda con brillantes perlas en la parte posterior, el largo velo y los finos guantes de seda también me hacen lucir como la novia perfecta, que lástima que no llegue a serlo.
El diseñador admira expectante lo bien que queda el vestido en mi delgado cuerpo y al hacer señas con sus dedos para que me lo retiren, halaga a mi madre por "tan hermosa hija".
—¡No me cabe duda de que su hija será la novia más hermosa que podrá existir!— expresa usando un raro acento en su pronunciación.
Mi madre halagada me admira también, mientras yo intento disimular mi notable desagrado con el tema del matrimonio.
—No me puedo creer que aún no estés contenta con este hecho—susurra mi madre llegando a donde me encuentro y justo cuando voy a expresarme me coloca un dedo en la boca en señal de que debo hacer silencio y prosigue a hablar mirando disimuladamente para los lados.
— El matrimonio es un hecho del que no podemos huir para siempre, tu coronación está cerca, Esmeralda, y para coronarte debes haber contraído matrimonio con un príncipe, lo sabes, no lo hagas tan difícil— expresa y esto fue la gota que derrama el vaso porque seguido de sus palabras arreglo mi postura e indignada intercepto el camino de mi madre proclamando:
— El hecho de que mi coronación esté cerca no explica el absurdo plan de casarme con el príncipe Otoniel, ¿no sabes que no es el único príncipe que existe? Yo pienso que sí, el mundo está plagado de príncipes con los que tal vez si pudiera sentir ese amor que siempre sintieron usted y mi padre, y no una simple amistad como lo que nos une a mí y a Otoniel.
—¿Funcionó con Maswell?—su pregunta me traspasa.
—No, no sucedió.
— Ya es muy tarde para dar un paso atrás, llegó la hora de cumplir con tus responsabilidades— agrega seriamente .
¿En qué momento mi madre dejó de ser mi mejor amiga?
—¿Si te das cuenta de que puedo dar el paso atrás? La decisión la tomaron ustedes, no yo. Por lo que tal responsabilidad no cae en mis hombros. —responde mi inmadurez.
— Esmeralda, estás subiendo el tono de tu voz, no es digno de una princesa hablarle así a su reina—advierte esta sorprendida por mi repentina actitud de hija malcriada e inmadura.
— Así como no es digno de una madre condenar a su hija a un futuro con un hombre al que nunca podrá amar.
—Ya le encontrarás lo lindo, no te preocupes.—dicho esto ambas salimos del salón, cada una en diferentes direcciones.
Mi madre encaminándose hacia el alcoba y yo hacia el jardín.
El jardín esta lleno de hermosas flores que no había visto nunca, todo debido a la celebración, por ello no reparo en ellas, sino que me encamino hacia el árbol que se encuentra en lo más lejos posible del castillo y sentándome en el pasto empiezo a llorar.
Si bien la vida de una princesa no es para nada fácil, menos lo es el hecho de casarse con un hombre al que no amas.
Se debe de tener mucha valentía para llevar tal acto a cabo. El príncipe Otoniel, es todo un caballero, pero no me llega al corazón y vivir el resto de la vida amarrada a alguien por el que solo siento cariño, no es una idea que me agrada.
— Princesa, le ha llegado una correspondencia — anuncia desde lo lejos un lacayo. Me reincorporo con rapidez mientras seco mis lágrimas y me dirijo hacia él.
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La reina de la naturaleza verde |Terminada
FantasyNo creía que podrías existir. Todas las noches mi madre contaba tu leyenda... o más bien creo que debería de decir: nuestra leyenda; porque tú eres ese chico que trae consigo el frío y la tranquilidad mientas yo, traigo conmigo el fuego y la adrena...