19|Profecía de un amor prohibido.

7 1 0
                                    

Esmeralda:

Despertar es algo que me pide a fuerzas mi cuerpo, mas yo solo soy capaz de permanecer en el mismo lugar que he estado desde hace varios minutos. Solo quiero pensar en Calegorm, no quiero volver a la realidad y que él no se encuentre aquí, o que ya halla causado la guerra nuevamente y sido expulsado del reino. Aunque él no siente lo mismo que estoy sintiendo yo por él, yo sí quiero disfrutar de la ilusión. Sus ojos azules, su sonrisa arrogante, su sedoso cabello plateado, su hermosa complexión. No quiero despertar, no quiero despertar, solo quiero estar con él, permanecer en mis pensamientos en los que no es prohibido nuestro acercamiento, en el que él me ama tanto como yo le amo a él.

—¡Está delirando!— exclama una voz muy lejana que me impide la concentración en mis sueños.

De repente siento unas gotas frías que caen sobre mis pupilas que han sido obligadas a abrirse y todo se ha iluminado frente a mí. Todo es blanco  y radiante, me molesta tanta luz.

— ¡Calegorm, Calegorm! — grito buscando la ayuda del único ser que me transmite paz.

Siento gotas de sudor en mi cuerpo, siento un gran calor, una gran molestia en mi cabeza. Lo que antes era iluminado se ha convertido en el verde del techo de mi alcoba. He vuelto a la realidad y vagando en el rededor, distingo a un señor de avanzada edad a mi lado observandome con detenimiento, a su lado se encuentra esa chica de pelo rosado, mi amiga. Sonrío observándola, y pienso en lo buena amiga que ha sido durante tanto tiempo, no me ha defraudado ni decepcionado ninguna sola vez, siempre me ha acompañado, somos una.

Mis pensamientos se dirigen hacia mis padres, sus imágenes en mi cabeza ya no son tan adorables como solían serlo, solo son mis padres y ya, sin sentimientos ni adoraciones, entonces mi mente vuelve a Calegorm y me levanto sobresaltada en su búsqueda. Lo he visto, está en el castillo, el no permitió que me cayese en la escalera.

¡Él me salvó!

— ¡Esmeralda! — exclama Thiana persiguiéndome, mientras yo solo me decido por correr más lejos, observando todo el alrededor, no le encuentro.

— ¡Calegorm! — grito desesperada, le quiero, quiero estar con él, quiero verle.

— ¡ Calegorm! — grito exasperada una y otra vez mientras abajo las enormes escaleras dobles.

— ¡Princesa! — exclama Nana al chocarla inconsientemente.

— ¡Lo siento! — le grito y continuo con mi trayecto, mis pies solo saben aumentar la velocidad de mi carrera. Mi cuerpo exaltado por completo hace que la adrenalina en mis venas aumente causando desenfrenados latidos en mi corazón que solo desea estar junto a Calegorm .
Los pasillos del castillo se hacen enormes y largos, pero logro llegar al jardín, llego al árbol donde hablamos por primera vez, llego al invernadero donde le ví por primera vez; no está. El sudor de mi cuerpo es reemplazado por las lágrimas que empiezan a caer de mis ojos.

— ¡ No está! — grito sollozando.

» ¡Te necesito! — grito aún más fuerte que antes y aunque todos los plebeyos miran la escena, algunos con confusión, otros con lástima, no soy capaz de reparar en ello. Solo quiero a Calegorm aquí.

Las lágrimas aumentan cuando frente a mis ojos pasan todos los momentos que hemos compartido juntos. El invernadero, los girasoles, la renovación, el baile de nieve, la despedida, la nieve. Mi madre llega hasta mi lado y por sus ojos hinchados distingo que ha parado de llorar, se agacha quedando en la misma posición que yo y no dice nada, solo me abraza.

— ¡ Lo siento, hija, lo siento tanto! — expresa repetidamente mientras me aprieta más junto a ella.

Pese a la buena energía que inunda mi cuerpo por unos pocos segundo mientras mi madre me abraza, solo soy capaz de pensar en Calegorm, en desearle.

La reina de la naturaleza verde |TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora