06|Otoniel II y Esmeralda I

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Veía una competencia en el príncipe Otoniel, y conocía el motivo; podría reconocerlo pero necesitaba conocer mucho más de aquella atracción que sentía por la princesa de copioso cabello rubio y ojos verdes. Y conocer cada método que pudiese lograr que pasase mucho más tiempo conmigo del que pasaba con Otoniel. Me sentía impotente ante este hecho, siendo yo el aue primero sebhabia dirigido a ella y hasta donde me lo permitió le mostré cada parte de la institución para que no se sintiese extraña a este lugar.

Podía presentir que Otoniel sentía lo mismo hacia ella, y el punto detonante de ello era que quizás sus sentimientos si eran mutuos.

En la tarde cuando salgo del área de batalla, luego de vencer a Marco, príncipe de la provincia Blanca que se esmera en ser el emjor en cuando a dominar la espada se refiere, sin conseguir su propósito; limpio con la manga de la camisa de algodon que llevo puesta el sudor de mi cara causado por el ejercicio; recuerdo la conversación que tuve con mi amigo, el príncipe Otoniel aquella tarde, la misma en la que comenzo a vérseles juntos, más seguido; dado que salen juntos de entre los muros. Ella lleva su cabello despeinada como suele usarlo usualmente y un vestido del mismo color de sus ojos que resaltan entre su largo cabello que enmarca su rostro. A veces me pregunto si no sentirá calor al llevar todo el tiempo el cabello frente a sus hombros, pero sería descortés hacerle saber mi parecer sobre ello.

Durante nuestra conversación, Otoniel pudo aclararme que había conocido a Esmeralda días antes, cuando viajaba hasta acá. Y encontré lógica en su argumento, pues el príncipe Otoniel hacia semana había contraído un virus y se le dejo marcharse a su castillo para una pronta recuperación, teniendo que fuese alguna enfermedad contagiosa, que sin duda alguna lo era porque luego de él, tres chicas más, dejaron la Academia por la misma causa. Pero aún así me seguía sorprendiendo el hecho de que la presencia de Otoniel despertase la energía de la princesa.

—¡Otoniel!—hago el esfuerzo de llamar su atención. Señalo el tabloncillo sobre el cual estaba batallando minutos antes y vuelvo a mirarle —creo que es el momento propicio para ver qué tal va vuestro avance, si no es un inconveniente claro —para cuando terminó de hablar ambos se han acercadl a mi presencia. Otoniel trae una sonrisa de oreja a oreja, le encantan los retos.

—Princesa—hago una reverencia a modo de saludo a su acompañante procurando no demostrarme muy necesitado de llamar su atención.

—Justo le había propuesto minutos atrás enseñarle a Esmeralda a maniobrar con la espada—guardo mis sonrisas al escuchar sus palabras.

—Un plan mucho más romántico, considerando que se trata de una princesa y no un amigo, podría ser escucharla tocar el piano—propuse en un intento de ganarme su aprobación, cosa que no sucedió.

—¿Romántico dices?—intervino Otoniel. Asentí pero ya le había quitado la relevancia a tal conversación. Otoniel llevaba su cabello rojizo, lacio a diferencia de su hermana, por un largo que podía llegarle a los hombros en cualquier momento y en ese instante con sus dedos llevo alguna cabellos rebeldes pegados a su csra hasta atrás. Este gesto cautivó la expresión de Esmeralda, sin duda alguna.

—Puedo dejarles entrenando entonces —me dispuse a salir de allí para no soportar más aquel castigo.

—¿Acaso no me estaba retando para batallar justo ahora? Podríamos darle un espectáculo a Esmeralda que viene abrumada por tantas horas de clases seguidas.

¿Que princesa se abrumaba por puras clases de etiquetas? Me pregunté.

—Podemos dejarlo para otra ocasión—le respondí cuando ya iba caminando en dirección a mi dormitorio. Justo cuando iba a llegar la princesa Diana interceptó mi camino.

—¿Piensas seguir evadiendo mi presencia, príncipe Hans de Greenworld?—dice al tiempo que eleva sus cejas en un acto malvado. Hay ironia en su tono cínico, por ello se dirige a mí de ese modo tan educado.

—No he evadido tu presencia, Diana, solo me estoy concentrando en sacar mejores resultados.

—¿Mejores resultados? Eres el mejor Hans.

—No ante mi perspectiva—sin ser consciente de lo que hago, dirijo mi mirada hacia unos metros dónde Otoniel está agarrando desde atrás del cuerpo de Esmeralda la grande y pesada espada brindarle apoyo porque la princesa por lo obvio no podría con aquella fuerza, estalla en carcajadas.

—Antes de que llegase teníamos mejor relación, ¿no crees?—expresa Diana y sé de quién habla cuando dice esas palabras— nos veíamos muy a menudo, estoy segura de que disfrutabas de mi compañía.

»Y no sentías esa extraña sensación de envidia hacia mí hermano.

La reina de la naturaleza verde |TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora