𝟏-𝟑

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—Es entrada por salida, ¿Qué puede salir mal?—, alentó con una sonrisa confiada en sus labios, la más bajita asintió todavía algo insegura—. Además, iré contigo. 

—De acuerdo, sí—, asintió Jane por enésima vez, pero todavía con sus dudas. 

Finalmente ingresaron al salón de clases. El cual estaba casi vacío, salvo por cuatro asientos que eran ocupados por aquel grupo de chicos todavía desconocidos para la pecosa. El Hada Madrina daba su clase con naturalidad, aunque lucía algo incómoda. 

Jane y Fiorella caminaron por la mitad, directo hacia el frente. La menor con su mirada gacha y encogiéndose sobre sí misma, como temiendo llamar la atención de los hijos de los villanos. 

La mayor enderezaba su espalda y alzaba su mentón, siendo una contraparte completa de su mejor amiga -como si su lenguaje corporal pidiera la atención de todos en la sala. 

—Hola, cariño—, murmuró el Hada Madrina acercándose a su hija.

—Hola—, susurró Jane entregándole una carpeta con documentos a la mujer—. Necesito que firmes esto para la coronación. 

—Por supuesto—, asintió la mujer—. Y, hola, Fiorella.

—Hola, Hada Madrina. ¿Qué tal el día?—, sonrió un poco, parando de masticar su chicle sabor a arándano por unos segundos. Recostó su cuerpo contra un escritorio, casi sentándose sobre éste; y de uno de sus bolsillos, extrajo su teléfono, empezando a revisar este.

—Magnífico, cariño, gracias—, la mujer tomó una pluma y empezó a firmar documento por documento. Eran varias hojas, y al menos una docena de ellas requerían su firma. Entonces el Hada Madrina alzó su voz, dirigiéndose con amabilidad hacia los muchachos—. Seguramente todos recuerdan a mi hija, Jane.

—Mamá, no—, susurró asustada la nombrada. 

—Jane, ellos son nuevos—, y arrojando a su hija como carnada directo a los perros rabiosos, le entregó los documentos ya firmados y le dio un suave empujón a la menor. 

El Hada Madrina comprendía que el circulo de amistades de su hija era pequeño, bastante. Y aunque adoraba que tuviera a Fiorella y a Evan como sus amigos, como toda madre, quería que hiciera aún más amigos. 

—Hola... Tranquilos—, murmuró Jane regresando sobre sus pasos para salir del salón; ahora bajo aquellos cuatro pares de ojos firmes y calculadores—. Olvídenme. 

Jane corrió por el pasillo hasta salir del salón. 

Fue entonces que, luego de caminar algunos pasos fuera del aula, se dio cuenta de que estaba sola. Miró a su alrededor, sin hallar rastros de la alta pecosa que la acompañaba casi siempre; se asomó un poco de regreso al salón y halló que su amiga seguía apoyada contra el escritorio en la primera fila, concentrada en su teléfono. 

Y que las miradas de los chicos ahora estaban fijas en ella. 

Frunciendo el ceño Fiorella escribió un mensaje en respuesta, enviándolo en el acto. Su molestia se hacía evidente por la forma en la que masticaba su chicle, y sus cejas fruncidas ligeramente. 

Psst...

Alzó su mirada, suponiendo que aquel siseo debía ser hacia ella. Al hacerlo, lo primero que notó fue al Hada Madrina mirándola fijamente, como a la espera de que se marchara; paseó su mirada alrededor suyo, buscando a Jane... y fue entonces que la localizó, al verla asomada por el marco de la puerta.

—De acuerdo, creo que tengo que irme ya—, se enderezó y guardó su teléfono de regreso a su bolsillo. Ondeó su mano hacia el Hada Madrina y caminó hacia la salida, arrastrando sus pies -como si su cuerpo pesara lo suficiente como para hacerlo adecuadamente. 

Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora