—De regreso te compré esto. Esa moto es lo mejor que he probado en mi corta vida—, Evan entró en la habitación como si fuera suya, dejando la bolsa de papel sobre un escritorio que había allí. Fiorella, miró al rubio a través del reflejo del espejo del baño -en donde ella se encontraba—. Ahora, habla. Tienes mucho qué contarme, estuviste más de un año lejos, nena. ¡Me sentía perdido sin ti!
La pecosa soltó una carcajada en el baño, provocando que el rubio no pudiera contener más la risa.
Le tomó un par de segundos recomponerse. Y una vez, recobrada la compostura -mientras Evan parecía distraído desempacando las maletas de su amiga, un gesto que ella apreciaba- Fiorella se halló mordisqueando el interior de sus mejillas.
La idea de contarle todo lo que había pasado cruzó su mente. Contarle sobre ese estúpido contrato y sobre todas las estupideces que había sido obligada a hacer por el bien suyo y de su padre.
Quizás contarle sobre Julia.
Y aunque la idea no era tentadora, decidió lo mejor.
Tomó una mota de algodón, mojándola con el agua que corría de la llave. Entonces salió del baño.
—Traes muchas cosas, ¿Cuánto te vas a quedar en la preparatoria? ¿Toda la vida? —, bromeó él, dejando un par de zapatos en el armario de su amiga. Notando el semblante serio de ella, supo que era momento de hablar... y que seguramente no le gustaría la conversación.
Fiorella tomó asiento sobre su cama, jugueteando con el algodón empapado. Evan dejó el equipaje en el suelo, tomando asiento frente a ella.
—¿Qué sucede, Fifi? ¿Todo bien?
Con la mirada perdida en el tendido de seda de la cama, Fiorella respiró con pesadez. Alzó su mirada oscura, repentinamente triste, hacia su amigo; y con el mismo cuidado que había tenido en el avión, deslizó el algodón por su rostro.
Quitando el maquillaje poco a poco. Y revelando la nebulosa de moretones regada por toda su cara.
Evan no halló su voz.
Y Fiorella tuvo que esforzarse para narrar cada detalle del último año, sin quebrarse ahí mismo; porque sabía que si una sola lágrima escapaba de sus ojos, entonces él sería un charco de lágrimas.
Y no quería hacer llorar al ser más efusivo y alegre que conocía. Eso sería casi un pecado.
( . . . )
Como a las tres de la tarde, y luego de hablar por horas, Evan murmuró que iría a buscar algo para almorzar juntos. Fiorella asintió, agradeciéndole en voz baja a amigo.
Agradecía que la siguiera mirando como siempre, no con lástima -con pena.
No quería eso, no quería caridad. Y menos de él.
Había regresado para recuperar su vida como la recordaba, no para arruinar lo bueno que le quedaba con sus recuerdos.
Aún así, ahí se hallaba. Sentada en una habitación -solo para ella- al otro lado del mundo, definitivamente lejos de Julia pero incapaz de borrar los últimos meses de su memoria, del mismo modo en el que no era capaz de borrar los moretones en su piel.
Quizás si hubiese desobedecido un poco, si no hubiese ido al aeropuerto aquella noche...- o si simplemente hubiese ignorado esa llamada. Quizás así, el último año habría sido diferente.
Y así al menos ahora estaría hecha solo sonrisas, riendo junto a Evan y quizás con los VK's; quizás con Evie a su lado. Al menos así sus días no habrían sido miserables.
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Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]
Fanfiction[En proceso] Cuando se imaginó su vida fuera de la Isla, se visualizó en un enorme castillo, con cientos de habitaciones, desposando a un príncipe para -eventualmente, convertirse en reina- y a su querida madre felicitándola por haber logrado tal ha...