Cuando Maléfica les informó que fueron elegidos para ir a otra escuela fuera de la Isla, en realidad no supo cómo reaccionar. Sus dos mejores amigos intentaron huir en el acto, por otro lado su mejor amiga quedó de piedra.
Pero ella...- Evie simplemente no supo qué hacer.
Una parte de ella, aquella que creció en la Isla de los Perdidos, aquella que era fiel a sus amigos y a todo lo que siempre conoció, esa pequeña parte, le decía que debía intentar huir junto a Carlos y Jay; que debía sentirse ofendida por la sola idea de tener que ir a ese lugar plagado de simpatía y modales.
Pero la otra parte, Dios, estaba a desbordar de alegría. Es decir, era su sueño hecho realidad. Ir a Auradon, quizás conocer un príncipe y tener un castillo completo para ella sola.
Aquella dualidad no le permitió reaccionar en el momento. Y fue solo hasta que los gorilas de Maléfica los empujaron para que avanzaran, que Evie pareció salir de su breve estado de estupor.
Y una vez en la guarida de los más grandes villanos de toda la historia, se forzó a regresar en sí; y fingir que le disgustaba la idea tanto como a sus amigos.
Pero Evie nunca fue muy buena mintiendo.
Su cara la delataba, o sino, sus ojos hablaban por ella.
—Tienen que ir, tienen que hallar al Hada Madrina y tienen que traerme su varita mágica—, indicó Maléfica, limando sus uñas como si nada—. Será fácil.
—¿Qué ganaremos?—, Mal arqueó una ceja hacia su madre. Porque obviamente, su mejor amiga no trabajaría gratis.
—Pues algún trono, coronas...
La idea en los oídos de Evie sonó como la más dulce de las melodías.
—Creo que se refiere a nosotros—, murmuró Carlos.
Maléfica se irguió y acercó a su hija, retándola con la mirada. Evie observó a su mejor amiga apretar los dientes, denotando estrés.
—Lo hago por ti, bebé. ¿A ti no te encanta cuando una persona buena, sufre?
—Sí como a cualquiera—, Mal sonrió, pero se le borró de inmediato en cuanto su madre alzó la voz y habló con más seriedad.
—¡Entonces tráeme la varita! Y entonces tu y yo veremos eso y mucho más...- Y con esa varita, y mi cetro, de una vez por todas dominaré el bien y el mal ¡a mi voluntad!
—Nuestra voluntad—, la voz de la Reina Malvada se escuchó a sus espaldas. Los chicos giraron su mirada hacia ella, al escuchar su corrección.
La madre de Carlos asintió, enfatizando en aquello. Y el padre de Jay también asintió efusivo.
—Sí, nuestra voluntad—, cedió Maléfica, restándole importancia. Chasqueó sus dedos para llamar la atención de Mal de regreso—. Y si te rehúsas, te castigaré por el resto de tu vida.
—¿Qué? Pero-
Maléfica la hizo guardar silencio, empezando una de esas pequeñas guerras de miradas a las que ellos ya estaban acostumbrados a presenciar. Una guerra de poder entre madre e hija.
Y aunque a veces resultaba tedioso, pues casi siempre era por las más sencillas y tontas cosas; otras tantas era porque Mal defendía a sus amigos de los regaños sin sentido de su madre.
—Ugh... bien.
Y casi siempre ganaba Maléfica.
—Yo gano—, celebró la mujer de cuernos.
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Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]
Fiksi Penggemar[En proceso] Cuando se imaginó su vida fuera de la Isla, se visualizó en un enorme castillo, con cientos de habitaciones, desposando a un príncipe para -eventualmente, convertirse en reina- y a su querida madre felicitándola por haber logrado tal ha...