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Bostezó un par de veces en un intento por destapar sus oídos. Aunque estaba exhausta no lograba conciliar el sueño. 

Soltó el cinturón de seguridad y se puso en pie, caminando hasta la pequeña barra de aperitivos que tenía el avión privado de su padre. Se preparó un café bastante cargado y lo bebió en ese mismo instante. 

Si no podía dormir entonces al menos quería quitarse el adormilamiento. 

Suspiró apoyando su peso en su espalda baja al recostarse contra la barra. Sacó su teléfono del bolsillo de su pantalón, pero se detuvo en seco. 

Estuvo tentada a encenderlo y revisar sus notificaciones... 

Decidió dejarlo apagado, todavía no estaba lista para enfrentar la avalancha que le caería encima en cuando leyera sus mensajes. 

Con la cabeza gacha, cerró los ojos. No podía creer en lo que su vida se había convertido. 

Alzó su mano izquierda frotando su cara -dio un respingo al sentir una punzada en su piel; deslizó la misma mano hacia su cabello, apartándolo de su rostro. 

Enredó un mechón ensortijado en su dedo índice, jugueteando con éste. 

Estaba algo largo ya. 

Regresó hacia su asiento, tomando su bolso de mano para ahora caminar hacia el baño con éste. 

Allí se encerró, abriendo el mismo en busca del pequeño estuche con su maquillaje. 

Regó los productos sobre la mesita del tocador, mirándose al espejo. 

En definitiva le había crecido el cabello. Ya le llegaba a los hombros. 

Pero no fue eso lo que llamó su atención. 

Tomó algo de base y un corrector de color anaranjado. Aplicando estos con absoluto cuidado sobre su piel. 

Concentrada en su labor logró escuchar la voz del capitán por las bocinas del avión. 

—Estamos prontos a aterrizar, por favor, abrochen sus cinturones.

Fiorella hizo caso omiso, y continuó con su labor dentro del baño. 

Había sido un largo año. Y, aunque no lo pareciera, se sentía lista para regresar a Auradon...

Y para enfrentar la cruda realidad. 

"Se dejó caer con pesadez en el sofá, encendiendo el televisor para ver alguna película que estuvieran transmitiendo. Había estado entrenando toda la mañana, desde las siete hasta las doce; estaba empapada de sudor, adolorida y cansada. 

Su padre había salido con algunos de sus amigos a... no recordaba, pero estaba casi segura de que volvería en la noche, medio borracho y tropezando con todo a su alrededor. Riendo por lo bajo al ver a su hija ayudándolo a llegar a su habitación -a veces, a duras penas hasta el sofá.

A Fiorella no le importaba. Era su última semana en Italia -en Florencia, para ser exacta. Así que, solo quería algo de paz sus últimos días. 

Estaba tranquila porque había cumplido con su parte del trato hasta el momento. Todo, al pie de la letra. 

Un estúpido trato que tuvo que aceptar si quería seguir su vida como hasta el momento. 

Y todo por culpa de ella... Julia. 

Que justo acababa de cruzar la puerta principal como si estuviera en su propia casa; el repiqueteo de sus tacones alertando a la pecosa. La mujer dejó caer su bolso de diseñador sobre el mueble justo junto a Fiorella.

Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora