Aunque el festejo había continuado, e incluso los sirvientes reales habían repartido una única ronda de cocteles -con una pequeña cantidad de alcohol- a todos los invitados, ya estaba algo tarde; y algunos alumnos ya se empezaban a ir, algunos hacia los dormitorios, otros con intenciones de seguir la fiesta fuera del campus, otros con intención de festejar con sus parejas.
—Vamos, te acompaño.
Jane asintió con una pequeña sonrisa, uno de los sirvientes reales le entregó a Carlos su chaqueta -la cual, por fortuna se encontraba seca, invicta de aquella guerra con agua. El muchacho deslizó la prenda por los hombros de Jane, cubriéndola del frío nocturno; especialmente preocupado porque veía pesadas gotas de agua caer por los mechones ensortijados de su cabello, hacia el vestido que también goteaba empapado de agua.
La pareja salió del baile, despidiéndose de los demás con enormes sonrisas y la promesa de que al día siguiente podrían salir a tomar un café, o algo por el estilo -teniendo en cuenta que no tendrían clases.
Evan ondeó su mano hacia su pequeña amiga, devorando la tabla de quesos del buffet de aperitivos. Él también planeaba irse pronto, solo... un bocado más ¡¿Eso era chocolate?! Quizás una hora más.
El camino de regreso fue tranquilo para ellos, hablando de banalidades y bromeando sobre tonterías. Carlos le propuso a la chica ir a su dormitorio para jugar el nuevo videojuego que había comprado; era algo sobre un caballero que debía enfrentar a criaturas enormes y aterradoras, para convertirse en el soberano de las tierras. A Jane le fascinó la idea.
—Iré a mi habitación y me pondré más cómoda primero—, comentó de regreso soltando una risita.
—Cierto, sí—, saltó Carlos recordando ese pequeño detalle, y que su propia ropa también estaba empapada—. Yo también debería hacerlo.
—Sí, eso creo—, rio la más bajita abrazándose a la chaqueta de Carlos al sentir que una fuerte corriente de viento recorría todo el campus. Estaban cerca del edificio, ya podían ver la entrada de éste, y entonces Jane recordó algo, con alegría—. Oh, de camino hacia tu dormitorio pasaré por la máquina de refrescos, te llevaré uno. ¿De cuál quieres?
—El de uva me gusta—, murmuró Carlos pensando en los sabores disponibles. Ese era su favorito por el momento. De su billetera sacó un par de billetes y se los entregó a la menor—. Toma, yo invito. Mientras llegas yo haré las palomitas.
—Trato.
Llegando a la puerta del edificio de dormitorios los ojos de Jane captaron una silueta sentada en completa soledad en una de las mesas cercanas al mismo. El lugar estaba oscuro, pero ese cabello, aunque peinado, lo podría reconocer en donde fuera.
—¿Esa no es...?
—Hey... adelántate, hablaré con ella un minuto, ¿Sí? —, Jane le mostró una enorme sonrisa y Carlos, embelesado por ella, aceptó sin titubear ni un segundo. El muchacho entró al edificio, quedando Jane atrás en la soledad de la noche.
La chica avanzó con pasos pequeños, algo insegura, hacia aquella mesa.
—¿Fiorella? —, preguntó en voz baja, algo trémula. Y no sabía si era por el frío de la noche, o por la ansiedad que ya se empezaba a construir en su pecho.
Luego de que Evan confesara el secreto de la italiana, Jane había pasado toda la tarde evitándola, temiendo tener que enfrentarla. Pero ahí se encontraba, ella misma buscándola para conversar.
Quizás ya estaba lista para enfrentar el tema.
—¡Jane! Hola—, saludó la nombrada, curiosamente enérgica—. Ven, siéntate.
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Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]
Fanfic[En proceso] Cuando se imaginó su vida fuera de la Isla, se visualizó en un enorme castillo, con cientos de habitaciones, desposando a un príncipe para -eventualmente, convertirse en reina- y a su querida madre felicitándola por haber logrado tal ha...