𝟐-𝟕

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—Okay, lo lamento pero no sé nada de charlas de chicas—, murmuró apenado Carlos, buscando ayuda en Jay. 

El de cabello largo se encogió de hombros, abriendo la conversación de forma casi casual: —¿Entonces, qué pasa?

Con sus ojos aún llorosos, a Evie se le escapó una risita que alivió un poco la pesadez en su pecho. 

Primero hablarían con Mal, porque era obvio que ella lo necesitaba más; era como si, sin necesidad de decirlo, todos lo hubieran pactado. Además, Evie estaba de acuerdo con eso, así que no le preocupaba mucho. 

Es más, ni siquiera estaba segura de querer hablar sobre su asunto por ahora.

—Es que yo... no me siento muy bien—, admitió Mal por fin, su voz rompiéndose con cada palabra; un par de lágrimas escapándose de sus ojos verdosos—. Saben, hace unos meses yo solo robaba dulces a bebés y ahora todos me piden que sea una dama de la corte, y yo no tengo ni la menor idea de cómo fingir eso.

Carlos frunció los labios: —Pues no lo hagas. 

Ugh, esto no sirve—, alegó Jay intentando ponerse en pie. Y con voz quebrada Evie interrumpió, ubicando una mano sobre el hombro de Mal. 

—Posiblemente sí—, forzó una sonrisita que -aunque lo intentó- ni siquiera llegó a sus ojos—. Está claro que siempre seremos los de la Isla. Yo intenté olvidarlo... pero son nuestras raíces. Todos hicimos lo necesario para sobrevivir, y eso forjó lo que somos ahora. Y está claro que nunca seremos como las personas que nacieron aquí.

Aquella última frase sonó casi como una plegaria propia. Como si se refiriera a cierta italiana culpable de su malestar. 

—Sí, especialmente sin mi libro... —, Mal torció los labios, recordando haber perdido éste en la Isla.

—Mal, si Ben no ama a tu yo real, no es con él—, apoyó Carlos, con voz suave. 

Y el consejo se sintió tan genuino que incluso Evie lo guardó en su memoria.

—Es cierto—, suspiró Evie, sintiendo esas palabras también para sí misma. Tomó la mano de su mejor amiga y dio un apretón. Una idea cruzó su mente—. Le haré unos cambios a tu vestido. Y solo si tu quieres, estará esperándote.

—Dale una oportunidad—, alentó Carlos de nuevo.

Mal se mantuvo en silencio asintiendo lentamente con su cabeza, y con su verdosa mirada perdida en el césped en frente suyo. 

—Evie, ¿Qué hay de ti? —, preguntó ahora Jay. 

La nombrada sintió que su corazón se saltaba un latido. Quería hablar con sus amigos, sacarlo de su sistema... 

Pero no ahora. Primero quería asimilarlo, que se asentara en su mente y corazón, y también sacarse el estrés del baile y los vestidos -que por ahora mantenían su agenda ocupada, y su mente hecha un caos. 

—Luego habrá tiempo para hablar sobre mi—, sacudió una mano como restándole importancia con una pequeña sonrisa; se enderezó, poniéndose en pie junto a Carlos—. Primero, el baile. 

( . . . ) 

—Háblame, por favor. 

Fiorella rodó los ojos, dejando caer su cabeza hacia atrás. 

Fifi, vamos. No puedes ignorarme el resto de tu vida. Me adoras—, alegó Evan del otro lado de la puerta. Y murmurando para sí mismo, tan bajito que creyó que había sido un simple pensamiento, salió de sus labios: —Y yo a ti

Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora