𝟐-𝟐

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—Maldita sea—, rechistó con cansancio—. Lo que escuchaste. ¿O acaso debo repetirlo?

Ya, ya. No estás de humor, ya entendí—, Evan, del otro lado de la pantalla rodó los ojos, provocando una mueca en el rostro de su mejor amiga—. Escucha, no sé bien qué sucedió o por qué llevas días ignorando a Jane- ¿Sabes cómo se siente? Por supuesto que no, ni siquiera te has pasado por los dormitorios. Y tampoco sé qué esperas que te diga, porque es claro que...-

—Quiero un maldito consejo, McQueen. Y espero no escuchar otra vez el estúpido discurso de "declarar mis sentimientos", porque no hay sentimientos—, alegó claramente enojada, haciendo comillas con sus dedos. 

Por supuesto que no estaba de humor. No esperaba que Evie dijera tal cosa. 

Lo peor no era eso. Lo peor era que se sentía responsable por ello.

Es decir, sabía que Evie había caído rendida a sus pies meses atrás; y eso le gustaba. Ese había sido su objetivo desde el principio: tener su atención. Pero no esperaba que la chica Grimhilde quedara enganchada a ella por tanto tiempo y con tanta fuerza. 

No pretendía que así fuera. 

"—¿Qué pasa contigo?

—Nada.

—Te conozco y sé que mientes. Última oportunidad: ¿Qué sucede?—, reiteró su pregunta, sacando sus manos de los guantes de neopreno. La menor largó un suspiro y movió sus pies, los cuales no llegaban al suelo pues se hallaba sentada sobre un muro—. ¿Es acaso por lo de hace un rato?

—¿Cómo...-?

—¿"Cómo supe"?—, el mayor enarcó una ceja, burlón, mientras apoyaba su peso en un codo, también sobre aquel muro—. Por favor, soy tu padre. O acaso crees que no conozco a mi pequeña.

La pecosa soltó una risita desanimada y asintió finalmente. Padre e hija se fundieron en un rato silencioso, que fue interrumpido por varios autos que pasaron a toda velocidad por aquella parte de la pista -justo frente a ellos. 

Los rizos de los dos Bernoulli se sacudieron por la brisa. Y Fiorella se atrevió a hablar. 

—Creo que me siento... ¿culpable?—, murmuró casi interrogándose a sí misma, cuando el silencio los envolvió de regreso. A lo lejos podían ver los autos correr. Franccesco asintió, esperando que ella continuara—. No lo sé, supongo que es eso.

—¿Y por qué razón te sentirías tu culpable?—, repuso él, haciéndose énfasis en las penúltima palabra. La menor se encogió de hombros.

—Es que dije cosas que no les gustó escuchar, y se enojaron conmigo. Se supone que debería disculparme o...-

—En absoluto—, renegó el hombre al instante, rebuscando entre los bolsillos de su mono por un cigarrillo. Le dedicó una mirada a su hija y explicó un poco, encogiéndose de hombros—. ¿Por qué habrías de sentirte culpable, eh? Yo estuve ahí, escuché todo. No dijiste nada que no fuera cierto.

—Pero, fue algo hiriente y quizás lastimó sus sentimientos—, murmuró ella, sin entender bien.

—¿Y qué?—, se encogió de hombros reposando el tubo de nicotina entre sus labios. Alzó su mano izquierda -aquella que se mantenía apoyada en el muro- y presionó su índice en la sien de la pecosa—. Grábate algo en la cabeza, pequeña.

Y con cada palabra que pronunciaba, daba un ligero toque con su índice en su sien. Como si aquella acción enterrara las palabras en su mente.

—Tu no eres responsable de los sentimientos de los demás". 

Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora