𝟑-𝟑

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—Entonces por eso siempre pregunta por ti—, murmuró Celia uniendo cabos sueltos. 

—Evie es la única que sabe que él es mi padre. Bueno, era la única—, Mal respondió frenando sobre su andar—. Y en lo que a mi respecta: él ni siquiera existe. 

Celia asintió comprendiendo el mensaje y se adelantó, dejando a las dos muchachas atrás. 

Fiorella miró a Mal, como esperando algún otro insulto o amenaza; pero esta vez Mal lucía perdida en su mente. 

—Mal...

—Agradecería que nadie más supiera—, saltó la nombrada, parpadeando un par de veces como saliendo de su trance. Miró a la más alta, teniendo que alzar la cabeza para ello—. Sé que no cierras la boca nunca, y que me detestas, tú no me agradas a mi tampoco. Pero en verdad, no quiero que esto se sepa.

Fiorella mordisqueó el interior de sus mejillas. 

—Audrey me hechizó para no mentir, eso no significa que vaya a divulgar cada cosa en mi mente. Si nadie me pregunta directamente, entonces supongo que el hechizo no me hará hablar—, razonó encogiéndose de hombros con sencillez. Mal asintió—. Y no te detesto, solo no me agradas del todo. 

Mal soltó una risita nasal sin un dejo de gracias. Reanudaron su andar por la cueva hacia la salida. 

—Yo tengo motivos para odiarte. Tu, lo dudo. 

—Sé que me odias por todo el daño que le hice a Evie, y que si pudieras encerrarme en esta Isla, lo harías. Yo también me encerraría, sabes—, la italiana largó un suspiro, escondiendo sus manos en sus bolsillos—. Pero estoy arrepentida, y volví porque quería verla, y arreglarlo todo.

Mal alzó su mirada, buscando alguna pizca de duda en su rostro, cualquier cosa para hacerla titubear. 

—No tuve opción, no pude elegir. Solo tuve que asumirlo y marcharme, y ahora debo asumir las consecuencias de mi ida...-

—Sí, claro. 

Las palabras "no puede mentir" resonaron en la mente de Mal, como un martillo. Una, otra, y otra vez. 

Pero que lo que dijera fuese verdad no significaba que todo el daño y dolor se borrarían de golpe, y entonces todos lo olvidarían. Así no funcionaban las cosas. 

—Cuando me fui, sé que la lastimé, pero es cierto que no tuve opción. 

—Hiciste muchas más cosas para lastimarla que solo desaparecer durante la noche, Bernoulli. 

—Eso lo sé—, la nombrada agachó la cabeza rendida, entonces chasqueó la lengua y recuperó la compostura—. Pero estoy dispuesta a arreglar el daño, si ella me lo permite. 

La de cabellos morados rodó los ojos, soltando una segunda risa nasal, ahora entre sarcástica e incrédula.

—Primero, tendrías que empezar con dar una buena explicación. Porque si dices "no tuve opción" una vez más, te prometo que la idea de encerrarte en esta Isla empezará a sonar más como una propuesta que una broma. 

Fiorella suspiró. 

—Y segundo, tendrías que lograr que yo te deje hablar con ella. Porque no hay forma de que siquiera te permita acercártele. 

—Okay, lo tendré en cuenta.

—¡Chicas! Creo que ahí viene Carlos—, salieron de su burbuja, ambas mirando a Celia en la entrada de la puerta. Corrieron una carrera hasta allí. 

Y en efecto, ahí venía el muchacho de cabello platinado. 

—¿Qué haces aquí? ¿Y los demás? 

Fiorella || Evie Grimhilde [Descendientes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora